El pasado día 17 murió el gran guionista de cómics de aventuras Robin Wood, uno de los más prolíficos en lengua castellana y merecedor de los principales galardones de la industria. Su esposa, María Graciela Sténico–Wood, publicó este pasado domingo en redes sociales la noticia de su desaparición como consecuencia de «una penosa enfermedad».
Wood había nacido en 1944 en Caazapá, Paraguay, en el seno de una familia de emigrantes australianos. Creció sin conocer a su padre y en un ambiente de enorme pobreza, pero su abuela lo animó a leer y, de paso, le contaba historias sobre tierras exóticas que ella había conocido. Aquellos relatos sobre islas misteriosas y mares lejanos determinarían gran parte del futuro del muchacho.
Lector voraz y de formación autodidacta, Wood amó desde pequeño el mundo del cómic y pronto se mudó a Buenos Aires para inscribirse en la Escuela Panamericana de Arte. Enseguida comprendió que no tenía las dotes necesarias para convertirse en ilustrador, pero sí en guionista, de modo que empezó a preparar proyectos y se los presentó a las editoriales argentinas. Por entonces, el mercado del cómic estaba en auge y la Editorial Columba era uno de sus principales motores. En 1967, Wood y su compañero en la Escuela Lucho Olivera le presentaron a Columba una idea que llegaría a convertirse en uno de los mayores éxitos de la historieta latinoamericana, con una publicación ininterrumpida de treinta y un años: Nippur de Lagash.
La premisa era sencilla: Nippur, el veterano general de la ciudad sumeria de Lagash, se veía obligado a huir de su patria junto a su amigo Ur–El de Elam debido al ataque de las tropas del rey de Umma. En adelante, este héroe noble y paciente recorrerá los parajes más extraños, conocerá a personajes míticos y entregará su corazón a reinas temibles, en una sucesión de aventuras de magnífica ambientación histórica y ritmo imparable.
Otra de las grandes creaciones de Wood fue Mark, que empezó a editarse en 1977 y que llegó a la impresionante cifra de 109 números publicados. Situado en un mundo futuro que ha sobrevivido a duras penas a un holocausto radiactivo, el cómic sigue la historia de uno de los últimos humanos normales, enfrentado siempre a hordas de mutantes caníbales y también a la degeneración de su propio pueblo.
En 1981 llegó Dago, que aún se sigue publicando a día de hoy. Esta es la vida de César Renzi, un joven de la aristocracia veneciana en pleno siglo XVI, víctima de una traición que lleva a la muerte a todos los suyos y a que él termine como esclavo en una galera berberisca. A partir de ahí, se suceden los viajes y las intrigas, tanto en el mundo cristiano como en la corte otomana, sin que quede nunca claro el destino de este héroe, al que los turcos apodan Dago por el arma que llevaba clavada en la espalda cuando lo vieron por primera vez.
Robin Wood ha sido uno de los guionistas más prolíficos de la historia del cómic. Se calcula que ha llegado a crear unos cien personajes distintos y unos diez mil guiones. Además, ha sido un viajero frecuente, por lo que muchas de sus obras muestran una documentación exhaustiva que obtenía de primera mano. La industria reconoció su talento con premios como el Yellow Kid, en 1997.
Wood será siempre el gran maestro del comic de aventuras. Su amor por los lugares exóticos y las emociones intensas nos deja una obra amplia y apasionante que servirá como referencia futura. Al final, el muchacho de Caazapá ha hecho honor a las historias que le contaba su abuela y, de la misma forma, estoy seguro de que habrá miles de muchachos que descubrirán el mundo a través de sus cómics y también desearán recorrerlo. El sueño se contagia. La aventura perdurará siempre en sus tebeos.