El pasado 6 de mayo, el mundo del cómic perdió a uno de sus mayores creadores de los últimos 50 años, un dibujante único que demostró cómo se tenía que representar a los héroes disfrazados y además se ocupó siempre de mostrarse cercano con su público. Un caballero de eterna sonrisa que ahora nos ha dejado.
Los padres de George Pérez, Jorge Guzmán Pérez y Luz María Izquierdo, se conocieron en Nueva Jersey después de haber emigrado ambos desde Puerto Rico en busca de una vida mejor, igual que muchos de sus compatriotas que sobrevivían en la Gran Manzana. George nació el 9 de junio de 1954 en el Bronx, y su hermano David, un año después. Ambos crecieron en Queens, donde se hicieron habituales de una pequeña tienda de cómics llamada Mike´s Comic Hut, donde descubrieron el mundo brillante y maravilloso de los superhéroes. Los dos soñaron entonces con llegar a ser artistas profesionales, pero nunca habrían creído posible que el pequeño George pudiera cambiar el panorama artístico de las mayores compañías del medio y que su nombre se convirtiera en garantía de la mayor calidad.
Desde el comienzo, el estilo de George Pérez combinaba el dinamismo de Jack Kirby con el realismo de Hal Foster y era a la vez clásico y moderno, hasta el punto de llegar a establecerse como el canon de los superhéroes. Sus figuras parecían sorprendentemente creíbles y a la vez derrochaban la épica, la brillantez y el simbolismo de los grandes héroes del cómic. En sus lápices, Superman, Wonder Woman, Thor o el Capitán América adquirían una luz propia y volvían a ser personajes ejemplares, una muestra de valores morales que cualquier lector querría imitar. Y la vez sufrían, pasaban apuros, se enredaban en conflictos morales, discutían entre ellos o recorrían los lugares más extraños, pero siempre con la conciencia clara de que estaban ahí para superarse a sí mismos tebeo tras tebeo.
Pérez empezó su carrera profesional en los años 70 como dibujante de Los Hijos del Tigre, una de las series habituales que aparecían en la cabecera The Deadly Hands of Kung Fu. Eran los tiempos de las revistas para adultos en blanco y negro —como La Espada Salvaje de Conan— y del gusto por los cómics de artes marciales —como Shang–Chi, Master of Kung Fu—, por lo que pronto apareció una publicación de Marvel Comics dedicada íntegramente a albergar las aventuras de distintos personajes de este género. Los Hijos del Tigre, una serie al uso de los setenta con bastante contenido social, sirvió también de punto de partida para la creación del Tigre Blanco, el primer superhéroe de origen puertorriqueño, obra de Pérez y el guionista Bill Mantlo. Estos personajes estaban perfectamente integrados dentro del Universo Marvel, como demuestran la aparición de Spiderman y su tía May en Deadly Hands o la colaboración entre el Tigre Blanco y Daredevil en la colección de este último.
El trabajo de Pérez llamó la atención de la compañía, que en 1975 le encargó el dibujo de Los Vengadores, una de sus principales cabeceras, y de ahí pasó a Los 4 Fantásticos. En esas colecciones pudo colaborar con los mayores guionistas del momento: Roy Thomas, Jim Shooter, Len Wein y Marv Wolfman, junto al que decidiría marcharse a la competencia, DC Comics.
Esta fue posiblemente la noticia más sonada en 1980: George Pérez, la principal figura de los cómics Marvel, había fichado por DC, y lo hizo para ilustrar brevemente La Liga de la Justicia, pero sobre todo para un proyecto muy especial en el que Wolfman y él optaron por formar un nuevo supergrupo a partir de personajes antiguos y otros recién creados. Así nacieron Los Nuevos Titanes, el mayor éxito de la editorial en esa época.
Los principales superhéroes DC llevaban décadas entrenando a niños para que les sirvieran de ayudantes: Batman tenía a Robin, Flash tenía a Kid Flash, Wonder Woman tenía a Wonder Girl y Green Arrow tenía a Speedy. Durante los años 60, estos jóvenes héroes se habían reunido en su propia colección —The Teen Titans— y habían vivido algunas aventuras que no pasaban de curiosas. Pero Wolfman y Pérez decidieron darles otra oportunidad junto a personajes nuevos —Cyborg, Starfire y Raven— y otro que cambiaba de nombre e indumentaria —Beast Boy, secundario de la serie The Doom Patrol, se convertía en Changeling, el elemento cómico del grupo—. Y desde ahí iniciaron una serie en la que estos clásicos ayudantes empezaban a vivir historias mucho más adultas, complejas y sensibles, al tiempo que abordaban temas de actualidad como la explotación infantil, la trata de personas o el contrabando de drogas. Retomaron argumentos anteriores como el sacrificio de toda la Patrulla Condenada para salvar a un pueblo de pescadores —con el retorno de un Robotman obsesionado con la venganza— o el período de Speedy como adicto a la heroína —que pudo verse en la serie Green Lantern / Green Arrow, obra de Denny O´Neill y Neal Adams—. Y, además, crearon algunos de los mejores villanos de la historia del cómic: Deathstroke, el Hermano Sangre, Trigón, el Vigilante o Terra. E incluso dieron un paso más allá y le otorgaron la madurez a Dick Grayson, que abandonó la identidad de Robin y pasó a denominarse Nightwing. Todo eso ocurrió gracias a ellos.
Tan sonada fue la etapa de Wolfman y Pérez en los Titanes que, en 1985, DC les encargó a ambos la serie más importante de la década y que marcó el devenir de todo su universo hasta el momento actual: Crisis en Tierras infinitas. Había llegado el momento de rematar sus primeros 50 años de publicación ininterrumpida y debía hacerse de un modo grandioso, con un viaje por el multiverso y por sus distintas épocas en el que aparecían todos y cada uno de los personajes de la editorial, en una batalla colosal contra un enemigo formado en el comienzo de los tiempos. Era el enfrentamiento entre el Monitor y el Anti–Monitor, una maxiserie como no se había visto nunca.
Tras ella, la plana mayor de superhéroes quedó trastocada para siempre, de modo que Wolfman y Pérez idearon una guía para comprender dónde estaba ahora cada uno de sus personajes: Historia del Universo DC, un ejemplo máximo de cómo sentar las bases de una editorial. Todos los referentes de DC habían modificado su origen en alguna medida y ahora encaraban por fin una época diferente, bien estructurada y actual.
Frank Miller reescribió el origen de Batman y John Byrne el de Superman, y entonces George Pérez se animó a tomar las riendas de Wonder Woman junto a Greg Potter y Len Wein, y luego incluso como escritor de sus propias historias. Fueron cinco años de trabajo ininterrumpido, en los últimos tiempos solo como guionista, que sentaron las bases de una nueva Diana. Joven, poderosa, más ligada a la mitología griega y con un plantel de secundarios renovado, Wonder Woman se alzó como uno de los pilares que sostenían el Universo DC, y la posterior etapa de Phil Jiménez reconoció siempre la deuda que tenía con el trabajo de Pérez.
De allí pasó a las colecciones de Superman, llenando el hueco que había dejado John Byrne, y ya en los 90 regresó a Marvel para otros dos de los grandes hitos de su carrera: Hulk: Futuro imperfecto —la historia del Maestro, el Hulk de un tiempo post–apocalíptico, escrita por Peter David— y una segunda etapa en Los Vengadores, esta vez con los guiones de Kurt Busiek, lo que supuso la vuelta al estrellato de los principales héroes de Marvel, en una etapa de tres años que resolvió asuntos pendientes como el origen de Visión, el retorno de Wonder Man, el destino de la Bruja Escarlata, la tormentosa relación entre Hank Pym y la Avispa, el nuevo papel de Carol Danvers o la batalla definitiva contra Ultrón —que luego sería llevada al cine—.
En 2003, todos sus grandes trabajos a lo largo de las décadas se unieron para crear su cómic definitivo: JLA / Vengadores, un encuentro que no había sido posible llevar a cabo en los años 80 por un desacuerdo comercial entre las dos empresas —aunque Pérez había dibujado ya unas veinte páginas— y que Busiek retomó desde cero. Una aventura a través de épocas y universos que se podría considerar uno de los mejores cómics de superhéroes de todos los tiempos y uno de los que mejor refleja la grandeza propia de estos personajes.
Otro de sus grandes sueños cumplidos fue Nuevos Titanes: Juegos, una novela gráfica inconclusa que finalmente vio la luz en 2011, escrita en su día por Marv Wolfman y que encajaba perfectamente en la continuidad de la serie original.
Pérez fue pasando durante años por distintas colecciones, como The brave and the bold, Superman, Infinite Crisis, Green Arrow, World´s Finest o Sirens, cada vez más descontento con el creciente descontrol artístico en DC, sin una línea editorial clara que permitiera su trabajo.
Desde los años 2010 en adelante, sufrió diversas complicaciones de salud que lo fueron apartando del dibujo y únicamente asistía a convenciones y realizaba ilustraciones por encargo. En 2019 abandonó el trabajo de dibujante y este 6 de mayo falleció en compañía de su familia.
A lo largo de los años, George Pérez obtuvo diversos premios, tanto por determinadas creaciones como en honor a toda su carrera, pero sin duda lo mejor que tuvo fue el cariño de su público, que siempre hacía largas colas para pasar a saludarlo. Y en todo momento él se comportaba con una cercanía, una amabilidad y una entrega poco frecuentes. Ningún otro autor se hizo tantas fotos con aficionados y cosplayers, e incluso participó en algunas escenas con estos últimos recreando algunas de sus portadas más significativas. Paseó su sonrisa y su encanto por cada evento del cómic que pudo, y todos los que conocieron resaltan ahora el placer que sentían siempre al verlo.
Pérez ha muerto en paz y nos ha enseñado, a lo largo de cinco décadas, lo que significan los superhéroes. Nos ha enseñado el valor de la brillantez y la maravilla, lo mismo que él leía cuando era un niño, y que ahora deslumbra a todos los lectores del mundo.