Este pasado día 3 falleció Ken Kelly, uno de los artistas más personales y una verdadera referencia en el campo de la fantasía, sobre todo en portadas de novelas de Robert E. Howard y de álbumes de Kiss y Manowar. En España descubrimos su trabajo gracias a las novelas de Conan editadas por Martínez Roca y el mundo nunca volvió a ser el mismo.
Nació en 1946 en New London, Connecticut, con el nombre de Kenneth William Kelly. Desde niño mostró unas enormes aptitudes para el dibujo, pero él mismo reconoció que tal vez se hubieran malogrado de no ser por su profesora de arte de cuarto curso, la señorita Valerious, que lo animó a seguir aprendiendo, estudiando y trabajando en su capacidad para crear. Sin embargo, al mismo tiempo habló con sus padres y les aconsejó que el joven Kenneth no acudiera a ninguna escuela de arte antes de haber completado el instituto, sino que se desarrollara por sí mismo y se formara también en otras cuestiones, no solo que se centrara en dibujar.
Kelly le hizo más caso de lo esperado y, al salir del instituto, se unió a los marines, con los que recorrió el mundo durante cuatro años. Sirvió especialmente en Cuba y Vietnam, donde llegó a publicar algunas ilustraciones para revistas del Ejército. Esas experiencias en lugares exóticos le serían muy útiles años después para ambientar sus ilustraciones de fantasía, llenas de palacios, torres y ciudades embrujadas.
En 1968 se estableció en Nueva York y buscó algún consejo sobre arte en Frank Frazetta, veterano dibujante de fantasía y tío político suyo. Frazetta se ofreció a enseñarle y le dio un consejo que aplicaría desde entonces: poner emoción y fantasía en todo lo que hiciera, para que el espectador pudiera sentirlo al ver sus dibujos.
Ese mismo año comenzó su larga carrera profesional, en la que pudo incluir sus ilustraciones en revistas de terror y fantasía, juguetes, portadas de novelas y discos de grupos tan importantes como Kiss o Manowar. Grandes personajes de la literatura universal como Tarzán y Conan pasaron por sus manos, que dieron a ambos una nueva versión más intensa, poderosa, moderna y salvaje que nunca.
En España, la mayor muestra del trabajo de Kelly nos llegó gracias a la editorial Martínez Roca, que, entre 1995 y 98, publicó una serie de 24 novelas dedicadas al personaje de Conan. En ella se incluía todo el material que ya había aparecido con anterioridad gracias a la editorial Bruguera y unas cuantas obras más de distintos autores. Trataron de seguir la cronología de la propia vida del cimmerio, con los relatos originales de Robert E. Howard ordenados según la sistematización que había elaborado L. Sprague de Camp, y a eso se sumó un número respetable de otras novelas escritas con posterioridad.
Sin duda, lo más recordable de esta edición fue la serie de ilustraciones que dibujó Ken Kelly, cada una de las cuales apareció en una portada. Eran dibujos feroces, llenos de fuerza y violencia desatada, con un guerrero de músculos impresionantes que se enfrentaba a monstruos gigantescos, demonios, pigmeos o bestias. Siempre empuñaba grandes armas y defendía a jóvenes en apuros, y el reto se volvía más complejo de novela en novela —aunque las portadas no solían guardar relación con el contenido—. Había serpientes, cíclopes, hechiceros, cocodrilos, mamuts, pulpos, muertos vivientes y algún hombre bestia. Había espadas, hachas, martillos, lanzas, escudos y mazas de guerra. Y Conan, salvo algún caso concreto, siempre iba vestido nada más que con un taparrabos de piel, para que pudiera mostrar su torso aceitado.
Lo irreal de sus composiciones resultó perfecto para aquella colección, que traía lo mejor de la fantasía clásica y las nuevas versiones del héroe bárbaro. Sus portadas le dieron al conjunto una sensación de unidad que necesitaba, frente al hecho de que se trataba de narraciones de distinta longitud, autores diferentes y, a veces, calidad muy variable. Pero Kelly nunca fallaba, y el hecho de ver uno de sus dibujos servía como un maravilloso reclamo para el lector de fantasía.
Aún recuerdo el día, hace unos veinte años, en que me encontré la colección completa de Martínez Roca a la venta en la librería de mi barrio. Extendida sobre una mesa de novedades, sus portadas de colores brillantes y posturas aguerridas atraparon mis ojos y fueron culpables de mi infinito amor por el género desde ese preciso instante. Las historias de Howard me volvieron un devoto, sin duda, pero nunca habría llegado a leerlas si antes no hubiera quedado prendado sin remedio de una portada de Ken Kelly. Ese era el poder que tenía este ilustrador: llenar tu mente de imaginación desbordada, de situaciones imposibles y maravillosas donde todos los héroes son poderosos y todos los villanos temibles. Y su batalla es lo único de lo que te quieres preocupar.
Ken Kelly falleció el pasado día 3 a la edad de 77 años, pero su obra permanecerá para siempre, tanto en lectores agradecidos como en autores que siguen su estela, para que los sueños, la emoción y la imaginación pervivan siempre.