Según han confirmado fuentes de la Tolkien Society, Christopher Tolkien, tercer hijo y heredero literario del escritor J. R. R. Tolkien, falleció en el sur de Francia durante la noche del pasado miércoles, 15 de enero. Pero ¿por qué fue tan importante su papel?
En 1937 veía la luz un texto que estaba destinado a cambiar la historia de la literatura: «El Hobbit, o Historia de una ida y una vuelta», obra de un desconocido profesor de Lengua de la Universidad de Oxford, John Ronald Reuel Tolkien (habitualmente conocido como J. R. R. Tolkien), que llevaba desde finales de los años 20 escribiendo fragmentos de historias acerca de un mundo ficticio, basado en leyendas, mitología nórdica, el viaje del héroe y otros conceptos que rondaban por su cabeza. En esa novela, un personaje en principio muy poco heroico, un hobbit llamado Bilbo Bolsón, acompañaba a un grupo de enanos y un mago en busca del tesoro de un dragón, en una expedición que se convertiría en una grandiosa aventura —y de la que regresaría siendo otro, de ahí el título—. El éxito fue tremendo, con numerosas versiones en cientos de idiomas y una influencia cultural inmensa.
En 1954, Tolkien publicó «El señor de los anillos», la gran historia sobre la Tierra Media, donde venía a cerrarse la trama de aquel objeto que había encontrado Bilbo en manos de un extraño ser llamado Gollum, y que en realidad pertenecía a Sauron, el Señor Oscuro. La trilogía formada por «La compañía del anillo», «Las dos torres» y «El retorno del rey» reconstruía mitos nórdicos como «El anillo del nibelungo» para crear una historia moderna, vibrante y arquetípica, que durante décadas se ha convertido en el pilar fundamental de todo el género de fantasía y en una influencia innegable en la literatura en general. Las adaptaciones a la animación, películas de acción real y próximamente a la televisión por parte de Amazon Prime Video han multiplicado la popularidad de esta historia.
Sin embargo, en un principio J. R. R. Tolkien no tenía grandes pretensiones acerca de las andanzas de los hobbits, elfos, brujos y enanos, y durante mucho tiempo se limitó a emplearlas como nanas o cuentos para dormir a sus hijos. La familia Tolkien recuerda cómo el patriarca leía sus propias narraciones por las noches y ellos las comentaban. Christopher, el tercero de sus hijos, un niño pequeño y enfermizo, pasó gran parte de su infancia pegado a su padre y por eso vio desarrollarse la semilla de lo que en el futuro se convertiría en la Tierra Media. Durante la Segunda Guerra Mundial, Christopher formó parte de la Royal Air Force y fue destinado a Sudáfrica, hasta donde su padre le enviaba los primeros escritos de «El señor de los anillos», para que él los corrigiera.
A su regreso, estudió en Oxford y siguió el camino marcado por Tolkien como profesor universitario primero, y como miembro de la exclusiva sociedad literaria oxfordiana conocida como Inklings después —de la que también formó parte C. S. Lewis—. Christopher era la mano derecha de su padre, su crítico más objetivo y el mejor conocedor del colosal universo que este había imaginado. Tanto fue así que, a la muerte del creador en 1973, él recibió el nombramiento de albacea literario, con todos los derechos para decidir sobre un legado tan formidable. Christopher tardó años en revisar todas las notas, bosquejos y mapas que había desarrollado su padre, algunos solo apuntados y otros incluso contradictorios, pero finalmente consiguió publicar «El Silmarillion», «La historia de la Tierra Media» —una obra monumental en 12 volúmenes, que trata no solo acerca de los secretos más profundos de ese universo, sino acerca del proceso de creación literaria—, «Los hijos de Húrin», «Beren y Lúthien», «La caída de Gondolin» y muchas obras más, no solo en forma de textos escritos, sino también el mapa de la Tierra Media que han seguido todos los estudiosos de su trabajo. Sin los esfuerzos de Christopher Tolkien, la repercusión de su padre en la historia de la cultura occidental no habría sido ni la mitad de lo que ha sido, no nos habría llegado su ingente creación ni habría estado presente en tantos medios.
En los últimos años, había estado viviendo con su familia en el sur de Francia, donde murió este pasado día 15. Nos queda su legado, que seguirá creciendo generación tras generación, con muchas más personas que soñarán con que algún día llame a su puerta un mago vestido de gris, acompañado por un grupo de enanos, con una extraña propuesta acerca de un dragón y su tesoro. No sé quienes leáis estas líneas, pero a mí me costaría ser tan valiente como lo fue Bilbo, con lo a gusto que estaba en su agujero, con su pipa, sus pies peludos encima de la mesa y sus numerosos desayunos. Y en vez de quedarse allí, atravesó el mundo, obtuvo un anillo mágico y presenció la mayor batalla de su época. Entiendo que de eso es de lo que están formados los héroes. Y eso será eterno.