Al principio fue cantante de una banda de pop, Dionysos, responsable ya de quince álbumes y conocida por sus temas surrealistas. Después escritor, habiendo creado seis libros, a cual más rompedor. Pasó por la faceta de actor, interviniendo en una película de imagen real —«Gainsbourg», la biografía del cantante y director de cine Serge Gainsbourg— y prestando su voz a Jack en la versión animada de «La mecánica del corazón». Incluso ha sido compositor de las bandas sonoras de sus películas. Y por último guionista y director de cine, tanto en esta cinta —junto a Stephanie Berla y con producción de Luc Besson— como en diversos cortometrajes —el fantástico «Le distributeur D´aurores Boréales» o el que acompaña a la novela «El beso más pequeño»—. ¿Qué tiene Mathias Malzieu para haber triunfado en campos tan diversos? ¿Y cómo es posible una creatividad que le desborda de tal manera?
Y eso que en su editorial le decían que no iba a vender libros fuera de Francia, que la única razón por la que había funcionado «La mecánica del corazón» era porque lo habían comprado los fans de su banda. Unos visionarios, vamos.
Lo que poca gente sabe es que Mathias Malzieu realmente soñaba con ser jugador de tenis, pero una lesión se lo impidió. Y fue durante la convalecencia cuando empezó a escribir sus primeras canciones. Luego formó el grupo y lo demás es historia.
Ahora es un autor reputado en todo el planeta, no deja de imaginar nuevos proyectos y sus historias llegan a lectores de todos los países, lenguas y condición. Reconoce que le encanta España, y que es el segundo país de Europa, después de su Francia natal, donde más éxito han tenido sus obras.
Hoy hablaremos de «La mecánica del corazón».
«Primero, no toques las agujas de tu corazón. Segundo, domina tu cólera. Tercero y más importante, no te enamores jamás de los jamases. Si no cumples estas normas, la gran aguja del reloj de tu corazón traspasará tu piel, tus huesos se fracturarán y la mecánica del corazón se estropeará de nuevo».
Así comienza uno de los grandes cuentos modernos, pensado más para adultos que para niños. Como las mejores historias de la humanidad, es un relato que genera muchos tipos diferentes de empatía, por lo que cada persona, en cada época, y según sus propios condicionantes previos —no sólo culturales sino sobre todo afectivos— percibirá el mensaje a su manera. Pero, de un modo u otro, le llegará dentro.
El pequeño Jack es un niño que nació en la noche más gélida del año, en 1874, en la ciudad de Edimburgo. La doctora Madeleine es su madre adoptiva, una extraña cirujana que habita en una casa colgada en la cima de la montaña más alta. Allí trae al mundo a los hijos de las «mujeres desamparadas», demasiado solas y demasiado perdidas. El problema es que Jack fue como un pequeño copo de nieve, y su corazón quedó congelado al nacer. Habría muerto sin remedio de no ser por la rápida actuación de la doctora Madeleine, que pudo sustituir esa bolita congelada por un complejo mecanismo que hiciera las veces de corazón. Ese mecanismo fue un reloj de cuco. No había nada más a mano para solucionar el desastre, y aquello tampoco era precisamente un hospital. De modo que Jack tuvo que conformarse con llevar un reloj de cuco por corazón, y tenía que cuidarlo bien, para que sus delicados engranajes no se estropearan. Por eso la doctora Madeleine le impuso esas tres normas que aparecen un poco más arriba.
Jack no podía enamorarse bajo ningún concepto, o la vieja mecánica de su corazón saltaría en pedazos. Pero, como ocurre en todos los cuentos con un mínimo de verdad, Jack se enamoró, y la mecánica de su corazón saltó en pedazos.
¿Hace falta explicar más?
Mathias Malzieu es experto en la metáfora de la vida, en el cuento fantástico como símbolo de lo más crudo de la vida real. El desenlace de «La mecánica del corazón» trata sobre la soledad en nuestro mundo actual, sobre el atrevimiento que supone amar sin garantías y sobre lo necesario que resulta prescindir de cualquier atisbo de seguridad a la hora de querer a alguien, sea una pareja, un hijo, un padre o un amigo. Jack realizará un viaje por medio mundo sólo para poder amar, y la respuesta a su viaje será tan tremenda que no habrá un solo corazón en todo el mundo, entre todos los lectores que cojan este libro entre sus manos y descubran su historia, que no sientan el dolor de llevar en el pecho un reloj de cuco. Quien no haya pasado alguna vez por una sensación así, que levante la mano.
Y sin embargo ésta no es una novela triste, pero sí profunda. No hay príncipes azules que cabalguen corceles blancos ni princesas dormidas en torres. Hay un niño con el corazón congelado y una doctora que lo cuida, un hombre con un xilofón por columna vertebral, un relojero que hace magia, un villano con un parche en el ojo y una bailarina miope.
Por eso es un cuento tan universal.