Abogado, ingeniero agrónomo, ministro, escritor y editor, Manuel Pimentel se ha dedicado desde hace años a la novela de aventuras, pero también a la divulgación acerca de temas arqueológicos, como presentador del programa «Arqueomanía», de Televisión Española. Hoy hablamos de una de sus obras más representativas.
«Tenía dos trozos de cerámica antigua en las manos cuando sonó mi móvil. Aquella hermosa mañana me encontraba en el yacimiento arqueológico del cerro de la Botinera, enclavado en la sierra de Algodonales, un pueblo blanco de Cádiz. Inocente de mí, todavía no podía intuir el lío en el que estaba a punto de meterme».
Manuel Pimentel es un amante confeso de las civilizaciones antiguas y un experto en divulgación divertida. Su afán ha sido, desde hace años, que el público general comparta su gran pasión, y entiende que eso solo puede hacerse desde un método atractivo de docencia, no desde las plomizas lecciones que aprendíamos de niños. Por eso en su programa enseña a resolver crímenes de la Antigüedad, explica las costumbres de otros tiempos o habla del contrabando de reliquias, todo con un punto de vista ameno que engancha.
De la misma manera, se ha dedicado a escribir tratados históricos y —lo que a mí más me interesa— apasionantes novelas de aventuras, que te embarcan por medio mundo y te enseñan las verdades ocultas del pasado. Un hallazgo dentro de su numerosa producción es la serie de la arqueóloga Artafi, personaje único que debutó en «Puerta de Indias: Artafi y el misterio de los primeros conquistadores». Allí plasmó Pimentel las primeras andanzas de esta arqueóloga sevillana metida en apuros muy a su pesar, una joven divertida y loca que no tiene mucho que ver con Indiana Jones, pero que, de la misma manera, termina implicada en aventuras a través del mundo, se enfrenta a grupos mafiosos de grandes miras y resuelve algunos de los principales enigmas de la Antigüedad.
Justo después de «Puerta de Indias» se sitúa «La ruta de las caravanas: Artafi y los manuscritos de Tombuctú». El tema no podía ser más actual: si hace unos años se mostraba a la luz el empeño de ciertas familias africanas por preservar sus antiguos manuscritos andalusíes —amenazados por el asalto de tribus tuaregs y el interés desmedido de los contrabandistas—, aquí Pimentel convierte el hecho en novela, con una trama en la que se ve implicada su joven protagonista, la sufrida Artafi. Sabemos ahora que Tombuctú fue en tiempos una de las mayores cunas del saber en África, con una relación histórica determinante con Al–Ándalus. Poetas, militares, arquitectos, nómadas y comerciantes fueron de un lugar a otro en un intercambio rico y fluido, del que no sabemos ni una mínima parte de lo que deberíamos. Reescrituras posteriores nos han privado del conocimiento acerca de nuestra propia historia, una de las más apasionantes de Europa, por el hecho de fragmentarla y despreciarla en parte. El castellanocentrismo de nuestra interpretación de la historia ha reducido o incluso eliminado la enorme contribución de algunas regiones, como sucede con Al–Ándalus, del que hemos olvidado casi todo.
Artafi es en la novela una voz que representa a todos los españoles de hoy en día, ignorantes de los misterios y secretos de nuestro origen remoto. A lo largo de las páginas deberá enterarse de lo que ocurrió en Tombuctú a la vez que busca recuperar una antiquísima biblioteca de manuscritos y ayudar al erudito que la ha ido reuniendo, el venerable Aziz. Cultura, fanatismo y tráfico de reliquias se mezclan en la historia, que por un lado muestra la épica de las grandes novelas clásicas y al mismo tiempo es profundamente real, honesta y creíble. Artafi no es una superheroína, sino una joven con sus aspiraciones, sus miedos, sus complejos y sus sueños de futuro, como todos nosotros. Se esfuerza por hacer un buen trabajo, pero tiembla de miedo ante los actos violentos, ama, odia y a veces se equivoca. Por eso resulta tan difícil abandonar la lectura de sus viajes.
Por otra parte, el asunto de los manuscritos aparece también en otras obras del mismo autor, como «Tombuctú: Andalusíes en la ciudad perdida del Sáhara», «Los otros españoles» o «El arquitecto de Tombuctú». Es un tema apasionante, que tiene mucho que ver con nuestra manera de interpretar la historia, y del que bien podríamos aprender de cara al futuro, porque hubo una vez en que este pueblo fue uno de los más sabios del mundo y compartía lazos de sangre con otros muchos pueblos que iban desde los Pirineos hasta la curva del Níger. Entenderlo nos hará más conscientes de nuestro lugar en el mundo y nos librará de muchos prejuicios.