Ledicia Costas cuenta sus novelas por éxitos y las convierte inmediatamente en clásicos que durarán para siempre, porque consigue llegar al lector de un modo profundo, personal. Ella reconstruye el concepto del cuento mágico de toda la vida (como Andersen o Perrault) y hace versiones modernas, estimulantes y muy divertidas. «La señorita Bubble» fue nombrado mejor libro de Literatura Infantil en Galicia en el año 2017, precisamente porque es uno de los más claros exponentes de esa fórmula.
«El mundo es como una macedonia o un helado de tutti frutti. Hay gente para todos los gustos. Existen personas simpáticas, antipáticas, lunáticas, aristocráticas, fanáticas, reumáticas… Estas últimas se pasan la vida enfadadas, especialmente en los días de niebla. La niebla es muy traidora. Cuando respiran, se les mete dentro del cuerpo a través de los agujeros de la nariz, provocando que les duela desde la punta del pie hasta el hueso más alto del cráneo. Y de todos es sabido que el dolor y el buen humor son incompatibles».
Noa es una niña de nueve años y Sofi es su hermana de seis. Ellas son dos personas geniales, nada de reumatismos ni malos humores. El problema es que un lunes, «que es el mejor día de la semana para que sucedan cosas», Noa se olvida en casa un libro que tenía que devolver a la biblioteca, y eso genera un tremendo enfrentamiento con doña Úrsula, la profesora encargada de esa sección del colegio (apodada por los alumnos la Caniche). Después de muchos gritos, las dos hermanas terminan por escaparse del colegio, y esa fuga motiva que se encuentren en la calle con la señorita Bubble, una mujer muy especial, una inventora inglesa que viaja en un coche movido por vapor y viste con enaguas de tul, medias de raso, un sombrero con forma de chimenea y un parche en el ojo.
A partir de ahí las niñas entran un mundo de máquinas prodigiosas, apliques mecánicos y adultos enfurecidos. Porque claro, a los adultos no les suelen gustar esas cosas de que una científica un poco extraña lleve en su coche a dos niñas que se han escapado del colegio y les descubra que hay otros mundos de los que no tienen noticias. Los adultos no solemos comprender la magia de estas historias, precisamente porque olvidamos que una vez fuimos niños y entonces soñábamos con personajes tan estrambóticos y deliciosos como la señorita Bubble.
Por eso hace falta ser muy niño para disfrutar de un libro como este, se tenga la edad que se tenga.
«La gente del pueblo sintió un odio repentino hacia la señorita Bubble desde el mismo día de su llegada. Había sucedido quince años atrás. La inventora apareció por sorpresa una mañana soleada, conduciendo un descapotable que funcionaba a vapor, y se instaló en aquella mansión que llevaba años y años deshabitada. Aquello fue un escándalo».
«La señorita Bubble» tiene la marca de fábrica de Ledicia Costas, que aúna un respeto monumental por los autores que la precedieron con una modernidad que impresiona. Esta historia homenajea a la Mary Poppins de Pamela Lyndon Travers, a las obras sobre la fantasía de Gianni Rodari, a Joan Manuel Gisbert, a Tim Burton, a Mathias Malzieu e incluso al odio que despertaba el monstruo de Frankenstein, como respuesta airada de los adultos a lo que los niños entienden mediante la ternura. La biblioteca de la que huyen Noa y Sofi muestra libros de individuos tan variados como Poe, Dickens, Rosalía de Castro, Saint-Exupéry, Verne, Fernández Paz, Homero, Cervantes, Virginia Woolf o Shakespeare.
Pero al mismo tiempo esta historia es radicalmente moderna, porque habla sin temor (como ya ocurría en otras muchas novelas suyas) acerca de la enfermedad y de la discapacidad, del miedo, del rechazo a las personas diferentes, del valor del ingenio y del poder de la razón. Y de cómo los humanos podemos llegar a entendernos tan poco algunas veces.
Las ilustraciones de Andrés Meixide son maravillosas, llenas de chimeneas que se retuercen, máquinas que simulan la anatomía humana y animales de metal. Todo un universo inspirado en la estética steampunk, ese género literario que apuesta por la tecnología del vapor y la elegancia victoriana para construir el futuro.
Ledicia Costas acaba de publicar «La balada de los unicornios», con ilustraciones de Mónica Armiño, una obra que ganó el Premio Lazarillo el año pasado. Ella es la única gallega que ha conseguido dos veces este premio, y parece aún le quedan muchos más, porque en sus páginas habla sin miedo del pasado y del futuro, de los sueños y de las miserias de la gente, y lo convierte todo en un delicioso cuento para niños.