La mirada viva de Julia Navarro busca acomodo en la planta principal del Hotel Ciudad de Vigo antes de haber atravesado la entrada. No quiso descansar: «De eso nada, ¡a trabajar!», exclamó sin esperar respuesta mientras arrastraba su maleta. Se movía deprisa, tanto que ignoraba que la manga del abrigo con la que tiraba de su equipaje ya se había deslizado hasta su codo derecho.
La mascarilla acentuaba todavía más la inquietud de unas pupilas curiosas que parecían ajenas al cansancio del viaje. «Vamos a sentarnos cerca, escuchémonos mejor», dijo mientras apuntaba al rincón exacto del sofá que adivinó más cómodo. Erguida y sólida, la periodista y escritora se dirigió hacia el rincón más acogedor de la sala, no hizo ninguna pregunta desde su llegada, la escritora toma decisiones y las lleva a cabo.
Atusó en el sillón el cortísimo tirabuzón que brotaba de la misma sien de la que nacieron bestsellers tan reconocidos como «La hermandad de la Sábana Santa», «Dispara, yo ya estoy muerto» o «Historia de un canalla». Abir y Jacob, Marion, Nora, Fátima y el resto de personajes respiran en «De ninguna parte» (Editorial Plaza&Janés, Penguin Random House), su última novela, a través de cuyas páginas sigue el rastro del trauma, la fanatización y liberación de sus protagonistas, víctimas de su pasado. En la trama se dibuja a un Occidente bañado en la sangre reciente de los atentados islamistas y se perfila con precisión la actitud ante el destino de sus protagonistas, que oscila entre la vulnerabilidad, la rebeldía, la libertad y la frustración.
-En la contraportada del libro pregunta: «¿Morir o matar?». ¿Es capaz de matar alguien que no tiene algo muerto dentro de sí?
-Decidí esa frase porque estoy segura de que ésa es la pregunta que se hace el adolescente al que quieren convertir en hombre bomba. En los recovecos de su cabeza hay algo muy fuerte que lo lleva a ponerse un cinturón, se me escapa cómo puede haber seres tan malvados que se dedican a manipular a los vulnerables para que mueran matando. Pero el sufrimiento no justifica que se arrebate la vida del otro.
-Habla sobre el papel de los medios de comunicación en su novela, ¿qué falla para que no se entiendan sucesos como el islamismo?
-Reflexionar sobre el desarraigo y sobre la identidad que subyace en el drama que Europa ha vivido. Contar qué hay detrás de ese reguero de muerte. Las cosas no pasan porque sí, no podemos entender un conflicto tomando unas cifras sino analizando el camino que lleva a las personas a hacer lo que hacen, aunque sean auténticas barbaridades. Son injustificables, pero es necesario entender el camino que lleva a las personas a actuar como lo hacen, como es el caso de Abir, en la novela.
–¿Cuánto de importante es la integración? La de verdad, en la que un vecino no mira al extranjero como si fuese un ciudadano de segunda
-Eso es algo que sucede, es un hecho, Europa no termina de ser acogedora. De ahí el título del libro «De ninguna parte». Los personajes no son del lugar de donde salieron, pero tampoco lo son del lugar a donde han llegado porque en ese sitio siempre hay quien quiere hacer de la diferencia un elemento de discriminación. Los personajes de mi novela la sufren.
«La educación no es igual para todos, la vida es más fácil para quien estudia en un colegio de élite»
-¿Por qué un niño que quiere ser ingeniero llega a ser un terrorista?
-Indagar esa cuestión es una de las razones por las que yo escribo, desentrañar los porqués para descubrir qué lleva a las personas a hacer monstruosidades. En este caso una crisis de identidad. Es un grito desesperado. Ahondo en las preguntas que me hago al ver la televisión, necesito que me cuenten por qué un chico joven se ha inmolado.
-¿Cómo construye su vida una persona a la que han deshumanizado?
-No se vive impunemente. El pasado está ahí, nunca puedes escapar de él, por lo tanto todo el mundo debe gestionar su mirada sobre el pasado e intentar impedir que sea una losa sobre el presente y que condicione tu futuro. Yo creo en la libertad del hombre y pienso que no debe ser determinante.
-¿Cuál fue su conclusión tras escribir la novela?
-Son personas que llegan a sociedades distintas, con costumbres distintas y sienten las contradicciones de su código de valores tradicional con el del lugar al que llegan. No quiero exonerar al personaje de Abir de lo que hace sino contar el camino que lo lleva a concebir la vida de esa manera, pero sí entenderlo.
«A las mujeres nadie nos regaló nada, nuestra lucha diaria nos hace más resistentes»
-La experiencia de los protagonistas en la escuela los marca. En materia de educación, ¿tenemos las mismas oportunidades?
-No. Y no basta con que todos tengamos acceso a la educación, debemos medir la calidad de esa educación. En Europa el acceso está garantizado, pero es evidente que en los colegios de élite el nivel de exigencia es diferente al que hay en uno público. La actitud de cada cual es un condicionante, no creo que estemos totalmente condenados por el origen ni por la condición social. Tiene que luchar más quien no se matricula en un colegio de élite, sin duda. Tendrá más obstáculos para llegar a un alto cargo el alumno de una escuela pública, sin duda. En EE.UU no es diferente, Obama y su mujer tenían todas las papeletas para no salir del gueto, sin embargo llegaron a ser líderes mundiales. Nosotros también tendremos algo que decir sobre lo que queremos ser.
-¿Hasta qué punto importan el entorno social y familiar?
-No tiene las mismas oportunidades un niño nacido en la Cañada Real que uno nacido en el Barrio de Salamanca, pero quiero pensar que el niño de la Cañada no está condenado a repetir el modelo de su entorno.
«Como sociedad debemos preguntarnos qué clase de educación tienen nuestros hijos»
–¿Cuánto de determinante es la infancia en el destino de una persona?
-Son vidas complicadas. Todo lo que vivimos tiene un peso en lo que somos. Lo que Abir y Jacob viven en su infancia les lleva a convivir con un problema de desarraigo y de identidad que lógicamente los condiciona durante el resto de sus vidas. Yo creo que las personas somos libres y podemos tomar decisiones independientemente de nuestro pasado, el futuro lo determinan las decisiones que vamos tomando en la vida.
-En los personajes masculinos de su novela anidan las dudas, así como la determinación en sus personajes femeninos
-Sí, incluso Fátima, un personaje que me gusta mucho, más marcada por su religión, familia y costumbres que otras mujeres de la novela. A nosotras no nos regalaron nada, hemos tenido que pelear cada uno de los derechos que tenemos actualmente. Esa fortaleza de saber que tenemos que luchar cada día nos hace resistentes. Por eso Nora o Marion tienen un objetivo y batallan hasta el final para conseguirlo, las dos pagan un precio muy alto por llegar a ese objetivo. Una más alto que la otra, pero no puedo contar el final de la novela.
–El pasado 25 de noviembre, miles de mujeres en Vigo manifestaron su preocupación por el auge del fascismo y el machismo en los jóvenes, marcados por la polarización y la manipulación política.
-Estamos haciendo algo mal porque en una sociedad en la que todo el mundo tiene acceso a la información negar una realidad tan evidente implica que algo estamos haciendo mal o que algo están haciendo mal los políticos. Los poderes públicos tienen que garantizar la única herramienta contra el machismo, que es la educación en la igualdad, sin discriminación y como sociedad deberíamos preguntarnos si ésa es la educación que están recibiendo nuestros hijos, qué pasa para que no se asuman estas realidades.
«No tiene las mismas oportunidades un niño nacido en la Cañada Real que uno nacido en el Barrio de Salamanca»
–¿Está cambiando la situación de la mujer?
-No reconocer la evolución del papel de la mujer en las últimas décadas es estar ciego a la realidad. Hemos conseguido una legislación en el mundo occidental donde la igualdad de derechos es plena, pero el cambio de mentalidad no se consigue a golpe de decreto ni de un día para otro. Ahora que sabemos cuál es el origen del problema, también conocemos la solución: la educación y el papel de los medios de comunicación, y tenemos que trabajar mucho porque los logros no son suficientes, hemos ganado batallas, pero no la guerra.
-Llega a Vigo el día en el que España despide a Almudena Grandes. ¿Con qué recuerdo la despide usted?
-Ese nombre está escrito con letras mayúsculas en la historia de nuestra literatura, está en el Olimpo. Fue una mujer de convicciones profundas con una bonhomía y una manera de estar en la vida que conocen cuantos se acercaron a ella. Ella sigue viva en sus libros, es el momento de leerla y releerla.