Hoy cumple 70 años una de las principales autoras de las letras latinoamericanas, exploradora del universo femenino, del realismo mágico y de la realidad cultural del Nuevo Continente. Por eso le dedicamos este artículo a una de sus obras más profundas.
«Primero fue el viento. Más tarde, como un relámpago, como una lengua de plata en el cielo, fue anunciada en el valle del Anáhuac la tormenta que lavaría la sangre de la piedra. Fue después del sacrificio que la ciudad se oscureció y se escucharon atronadoras descargas, luego apareció en el cielo una serpiente plateada que se vio con la misma fuerza en muy distintos lugares. Enseguida comenzó a llover de una manera pocas veces vista. Llovió toda la tarde y toda la noche y al día siguiente también. Durante tres días no cesó de llover. Llovió tanto que los sacerdotes y sabios del Anáhuac se alarmaron. Ellos estaban acostumbrados a escuchar y a interpretar la voz del agua, pero en esa ocasión sintieron que Tláloc, el dios de la lluvia, no solo trataba de decirles algo sino que, por medio del agua, había dejado caer sobre ellos una nueva luz, una nueva visión que daría otro sentido a sus vidas, y aunque aún no sabían claramente cuál era, así lo sentían en sus corazones».
Laura Esquivel ha desempeñado muchas profesiones a lo largo de su vida, pero siempre como un servicio a los demás. Estudió teatro, hizo talleres para niños, dirigió un centro de expresión para público infantil. Después creó espacios para televisión, escribió guiones y finalmente novelas, por las que ha recibido multitud de premios. En 2007 se lanzó a una exitosa carrera política y desde 2015 es diputada federal y participa en distintas comisiones. Su labor nace de la propia historia de México, del respeto por su pasado y las tradiciones de su pueblo, y busca siempre mejorar las relaciones entre personas, fomentar el diálogo y la comprensión.
Así ocurre con «Malinche», una de sus obras más hermosas, sobre uno de los personajes más controvertidos de su país. En 2006, Esquivel, ya muy conocida a nivel mundial por «Como agua para chocolate», publicó una novela que reivindica la figura de Malinalli, conocida como La Malinche, primero intérprete y luego amante de Hernán Cortés, madre de su primer hijo, que fue uno de los primeros niños mestizos de México.
A lo largo de los años, el papel de esta mujer en la conquista de México ha recibido críticas de toda índole: desde los que la describen como una víctima de los ejércitos, que no pudo hacer otra cosa; hasta que los que la califican de traidora a su pueblo y de haberlo entregado en bandeja a los españoles. Otros, los más moderados, hablan de ella como madre de la nueva población mexicana, surgida del mestizaje, la comprensión y el intercambio.
Esquivel plantea una obra llena de simbolismo, de sabiduría tradicional y de conocimiento acerca de las creencias locales. Eso lo mezcla con el horror por lo que trajeron consigo los españoles: la matanza, la destrucción de los valores y el saqueo de las riquezas americanas. En la novela aparecen con toda su crudeza las tácticas asesinas de aquellos conquistadores. Se describen las aldeas arrasadas, las mujeres violadas y los hijos despreciados. No se ocultan ni se maquillan en ningún momento los horrores que tuvieron que soportar los pobladores locales, tanto aquellos que aceptaron convivir con esa nueva gente como los que intentaron repelerlos. La monstruosidad no se limitó solo a las víctimas de guerra, sino que también se extendió, como con Malinalli, a los que sobrevivieron y fueron convertidos en esclavos.
Pero ¿cómo seguir manteniendo las creencias antiguas en un mundo que había cambiado por completo? ¿Cómo armonizar a los dioses tradicionales con ese Dios invisible que llegaba de España, con esas imágenes que les habían impuesto y que desconocían?
Ahí donde se adentra «Malinche», una novela que no busca moralejas sino realidades, que explora la historia desde el punto de vista mágico y en cierta forma inocente de una mujer que tuvo que encontrar su propio destino, su futuro y su amor. Y al final incluso obtuvo su propia familia, aunque no de la manera en que había pensado, ni con el mismo nombre siquiera. Su primer contacto con los españoles fue a través de la esclavitud, cuando los pobladores de Tabasco ofrecieron a veinte esclavas como tributo, y los conquistadores decidieron, antes que nada, bautizarlas. Malinalli recibió el nombre de Marina, por el parecido fonético, y su influencia sobre aquellos hombres fue tan enorme que todos la llamaban doña Marina.
En México se utiliza el término «malinchista» para referirse a una persona que defiende una cultura extranjera por encima de la propia e incluso traiciona a los suyos. En épocas recientes, la figura de Malinche ha sido reinterpretada desde una perspectiva feminista, como la de una mujer que transitó por la época más tumultuosa de su país y logró influir sobre los hombres más poderosos, hasta cambiar los designios de la guerra.
Antes nos enseñaban Historia solo desde el punto de vista de las fechas, los eventos y sobre todo las guerras. Pero hoy sabemos que lo que realmente ha marcado los hechos históricos son las personas, con sus matices y su complejidad. En ese sentido, conviene leer «Malinche» para ver el mundo de otra manera.