Premio Nobel de Literatura, Premio Cervantes, Premio Planeta y Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Mario Vargas Llosa ha sido uno de los novelistas más importantes del mundo durante los siglos XX y XXI, pero lo que poca gente sabe es que también se ha dedicado de forma puntual al teatro. Hoy cumple 85 años y por eso hablamos del día en que adaptó al escenario la primera historia de aventuras de la humanidad.
«ODISEO: Era la tierra de los lotófagos. Dieron a varios de mis remeros las frutas del loto con que ellos se alimentan. Entonces, mis hombres se afligieron. Les sobrevino una parálisis del ánimo. Una pereza invencible. Un deseo enloquecido de permanecer allí, para siempre. Con los otros compañeros tuvimos que arrastrarlos a las barcas a la fuerza. Esa fue mi primera aventuras, a los pocos días de zarpar de Troya.
PENÉLOPE: Hace frío. Ven, cobíjate bajo esta manta. Quiero sentir tu cuerpo junto al mío.
ODISEO: Temo dormirme y descubrir, al abrir los ojos, que estar aquí, a tu lado y en Ítaca, era solo un sueño».
Ulises ha vuelto a casa después de pasar diez años en la guerra de Troya y otros diez para poder llegar a Ítaca. Su barco ha recorrido todo el mundo conocido por los griegos, se ha enfrentado a gigantes y sirenas, y los dioses han jugado con él como si fuera un muñeco de trapo. Ha sufrido, ha amado, ha engendrado hijos, ha matado a algunos descendientes de los dioses, se ha enfrentado a los mayores horrores de la Creación y ha perdido a su tripulación al completo. Al final del viaje, solo él ha podido regresar al hogar del que partió hace tanto tiempo y se encuentra su palacio tomado por un sinfín de pretendientes. Muchos son los príncipes que desean ocupar el trono de Ítaca y desposarse con Penélope, su esposa —y, según dice la mayoría, su viuda—. Tanto en la isla como en los reinos que la circundan, son numerosas las voces que dan por muerto a Ulises y claman por un nuevo rey que guíe sus destinos con justicia. La reina consorte no debe estar sola, el príncipe Telémaco es solo un niño y la corona debe llevarla un hombre fuerte.
Pero ella no ha perdido la esperanza. Penélope aguarda todavía el regreso de su marido y sigue dando largas a sus pretendientes, confiando en el día en que verá aparecer en el horizonte la vela del navío de Ulises. Por desgracia, eso nunca ocurre.
Una noche de fiesta, un anciano andrajoso desafía a los príncipes. Un mendigo al que nadie conoce los aborda y tienta a los jóvenes a un duelo de arquería. Él se considera capaz de emplear el legendario arco de Ulises y disparar a través del ojal de la empuñadura de las hachas para después acertar en un blanco. Todos se burlan del anciano. Los pretendientes se sienten muy seguros en sus asientos robados. No creen que nadie pueda hacerles sombra. Es solo cuestión de tiempo que la reina escoja a uno de ellos y finalmente el trono de Ítaca vuelva a estar ocupado por un hombre. Nada les quita el sueño y ese, precisamente, será el motivo de su sangriento final.
La Odisea es una de las historias más antiguas de la humanidad. Junto a La Ilíada, constituye la primera novela de aventuras, la primera historia épica y la base sobre la que están construidos los valores de la sociedad occidental. Han sido muchas las versiones de las que hemos disfrutado y también sus reescrituras, como la obra de teatro Homero, Ilíada, de Alessandro Baricco; el poema Ítaca, de Constantino Cavafis; o la novela Circe o el placer del azul, de Begoña Caamaño.
En 2006, el novelista y dramaturgo Mario Vargas Llosa decidió adaptar esta gran historia para escenificarla en el LII Festival de Teatro Clásico de Mérida, toda una ocasión para que las aventuras de Ulises y su vuelta a casa ocuparan un lugar tan importante como el teatro romano de Mérida. No era, ni mucho menos, la primera incursión del Premio Nobel en el mundillo de las tablas, pues ya había triunfado con obras como La señorita de Tacna o El loco de los balcones, pero esto era algo diferente.
En 2005 ya se había embarcado en un proyecto revolucionario para el Teatre Romea, en Barcelona. La verdad de las mentiras fue un elogio a la narración oral y al viejo empleo de contador de historias. Vargas Llosa, en uno de sus primeros papeles como actor, se dedicaba a contar y escenificar historias mecido por la música y acompañado por Aitana Sánchez–Gijón. Ambos se transmutaban de narradores a personajes, contaban las vivencias y las sentían como propias, en un juego de vidas transformadas y de tramas que se explicaban desde dentro y desde fuera a la vez, en la tradición del teatro griego.
Si ya había homenajeado al teatro griego en una obra de contadores de historias, el siguiente paso fue embarcarse en la gran obra griega por antonomasia, La Odisea, y en uno de los mejores escenarios que puede haber en España.
Odiseo y Penélope fue representada los días 3, 4, 5 y 6 de agosto de 2006 y luego apareció adaptada en libro. En esta obra, con la dirección de Joan Ollé y el protagonismo, una vez más, de Vargas Llosa y Aitana Sánchez–Gijón, Ulises regresa a Ítaca y, después de acabar con todos los pretendientes que rodeaban a su esposa, le cuenta a esta las aventuras que ha corrido por el mundo. Sin embargo, no se trata de un monólogo, sino de un diálogo escenificado. Ambos esposos se convierten en narradores y personajes, interaccionan y viven en profundidad la historia de manera coordinada. De este modo, comparten los entresijos del viaje de uno y de la espera de la otra, los intercambian y se vuelven una unidad. Y al mismo tiempo, el autor se plantea una duda importante: ¿y si lo que sabemos de aquellos diez años de la vida de Ulises no hubiera ocurrido de verdad, o por lo menos no de la manera en que nos ha llegado? ¿Y si fuera el resultado de siglos de contadores de historias transformando a su antojo los hechos históricos, que han pasado de boca a oreja durante tanto tiempo y se han ido transformando cada vez? En la obra, Penélope es tan protagonista del viaje como su marido y, con cada palabra, deforma la verdad y construye la narración, como un escultor que va dando forma a la estatua.
Dice Neil Gaiman que las historias son seres vivos que habitan en la conciencia de los hombres y a los que estos modifican cada vez que las cuentan. Las historias se transforman en cada persona, en cada momento y en cada sociedad, y esa mutabilidad las enriquece.
Mario Vargas Llosa nació tal día como hoy en Arequipa, Perú, y desde 1993 posee también la nacionalidad española. Ha vivido en Europa, ha militado en política y ha vivido plenamente los vaivenes intelectuales del siglo XX y XXI. Su obra abarca novelas, relatos, artículos y obras de teatro, y se ha convertido en uno de los autores más reputados e influyentes de su tiempo. Siempre atento a la actualidad, sus escritos han reflejado la compleja situación de la vida en Latinoamérica, pero también han mostrado la realidad europea, que conoce bien. En 1994 fue nombrado miembro de la Real Academia Española y, en épocas más recientes, ha continuado su labor teatral y actoral, con una adaptación de Las mil y una noches —Las mil y una noches (2008)— y del Decamerón —Los cuentos de la peste (2015)—.
Vargas Llosa constituye una de las mentes más preclaras de su tiempo y uno de los intelectuales más avanzados y más implicados con la población actual. Sus escritos quedarán para siempre en la historia de las letras, a las que ya lleva deleitando durante varias generaciones.