Imagínense un profesor de secundaria, concretamente de Geografía e Historia, que ama profundamente los cómics. Seguro que existe un pequeño (o gran) puñado de estos individuos en España. Ahora piense el lector en que algunos de ellos serán excelentes dibujantes. Seguramente no demasiados. Acotemos más: ¿cuántos profesores de la Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato amarán al cómic, serán diestros dibujantes y dominarán también las claves de la narrativa gráfica, convirtiéndose en candidatos a buenos autores de historieta con pretensiones de aunar cómic y enseñanza, consiguiendo un correcto equilibrio entre ambas facetas? Hasta donde yo llego, Pedro Cifuentes.
Cifuentes se ha dado a conocer con una eficaz historia del arte (en curso, editada por Desperta Ferro) que bebe con modestia de la nouvelle BD francesa. Esto es, de un grupo de autores de los años noventa que cambiaron las “reglas” del cómic comercial. En una década en la que los grandes clásicos de las revistas de los ochenta ya olían un poco a naftalina, nombres como Joann Sfar (El gato del rabino), o Christophe Blain (Quaid’Orsay) refrescaron el panorama del cómic adulto europeo.
Así, aprovecha esa idea de cómic fresco, de espíritu jovial, desenfadado pero para lectores maduros, para construir al tiempo un recurso escolar completamente eficaz. Conversamos para Vigoé, centrándonos sobre todo en su proyecto de hacer en cómic la historia de España, una idea que ha arrancado a finales de 2022 con un primer álbum dedicado a la Prehistoria y que, si todo va bien, alcanzará los diez volúmenes y toda nuestra historia.
-Me gustaría empezar, para quien no te conozca, preguntándote por cómo comenzó tu faceta de autor de cómics…
-He sido aficionado a los cómics desde siempre y llevaba una buena trayectoria como fanzinero y dibujante de webcómics que ahora me resulta bastante amateur, pero fue Pablo Herranz (actualmente en Desfiladero Ediciones), editor de la difunta revista de cómics en valencià “Xiulit” quien me dio la primera oportunidad de profesionalizarme.
En Xiulit empecé una serie que se llamaba “Elsagents de la historieta i l’espasa de Roger de Flor”. En ella aparecía un profesor y sus alumnos que eran transportados por el tiempo al turbulento Mediterráneo del siglo XIV, con la expansión de la Corona de Aragón, Ramón Llull, etc. Eran cuatro páginas al mes y al final quedó inconclusa, pero permitió afianzarme como dibujante, comprender que esto es un oficio y que no se trata de dibujar sólo cuando te apetece.
-¿Cuándo y cómo surgió la oportunidad de publicar profesionalmente? Tus obras son sin duda muy singulares, no habrá sido un camino fácil encontrar editores interesados.
-Cuando Xiulit empezó a flaquear yo llevaba dos o tres meses dándole vueltas a un concepto: el de una historia del arte contada en cómic. Llevaba tiempo apurando mi estilo gracias a las páginas mensuales, así que presenté un dossier por diferentes editoriales, tanto educativas como comiqueras. Ninguna aceptó.
Las primeras me decían que el proyecto era demasiado “comiquero” y las segundas que se trataba de una historia demasiado “pedagógica”, así que decidí tirarme a la piscina del crowfunding y lancé el primer número (“El mundo clásico”) en una campaña con tanto éxito que me superó por completo. Es muy complicado ser Jordi Bayarri [autor conocido por sus proyectos publicados con apoyo de micromecenazgos] y autopublicarse desde cero. Lo admiro mucho más desde que entiendo todo lo que tiene que gestionar.
Así, tras el susto inicial y entender que aquel no era el camino, justo cuando menos lo pensaba, se puso en contacto conmigo Alberto Pérez, uno de los editores de Desperta Ferro. Como sabrás, este sello está especializado en publicaciones de literatura e investigación histórica. Yo lo consideraba muy potente dentro de mi especialidad académica, pero en ningún caso se me ocurrió que “Historia del arte en cómic” pudiera encajar ahí.
Sin embargo, Alberto lo tenía claro: volvió a editar en Cartóné y gran formato “El mundo Clásico” con enorme difusión (ya va por la sexta edición) y desde entonces hemos lanzado otros dos: “Edad Media” y “Renacimiento”. Ahora mismo estoy dejándome los cuernos con “Barroco”, que si todo va bien saldrá en el primer semestre de 2024.
-Centrémonos ahora en Historia de España en cómic. A finales de 2022 publicaste un primer tomo centrado en la prehistoria de la Península Ibérica ¿Qué puedes contarnos de esta serie?
– Fue una propuesta de Desperta Ferro. Yo tenía pensada mi historia del arte en dos arcos de tres números, así que la investigación y planificación de los tres primeros arrancó con el crowfunding y los he podido sacar a al ritmo endiabladamente rápido de un ejemplar por año.
Sin embargo, a partir de “Renacimiento” tocaba planificar los otros tres tomos, que además exigen mayor complejidad, así que Alberto me propuso espaciarlos un poco en el tiempo para planificarlos bien y sacar una nueva colección que compartiera los personajes protagonistas y el mismo espíritu innovador, pero centrada en la Historia de España.
He de reconocer que al principio la idea me produjo bastante vértigo, pero por suerte me convenció la manera de trabajar, muy novedosa para mí: contar con un equipo de asesores históricos entre el excelente catálogo de Desperta Ferro y un colorista (José Antonio Germán) para realizar las separaciones. Ambas cosas agilizan un montón el proceso y puedo adelantarte que ya estamos enfrascados en el segundo número.
Finalmente, también he de reconocer que la idea de realizar todo esto en un formato Atlas fue lo que terminó de convencerme para empezar la aventura.
-Llama la atención ese enorme tamaño que tiene el libro. Por un lado poco manejable, por otro, sin duda vistoso. ¿Fue decisión tuya? ¿Cuál es tu intención al usar un formato tan inusual para un cómic?
-Yo creo que estamos atravesando un momento muy dulce respecto a la importancia del cómic didáctico. Es cierto que a lo largo de los años han surgido muchísimas iniciativas (no me considero pionero para nada…), pero como docente tengo claro que todavía queda mucho camino por recorrer. El siglo XXI será el siglo de los tebeos dentro de clase.
Por ese motivo, el formato Atlas nos parecía adecuado. Es un libro pensado para enseñar, para mostrar en el aula y para sentarte con tus hijos y aprender cosas.
Me alegra también pensar que es una obra innovadora. Nunca antes en España se había publicado un tebeo con estas características. Espero que sigan otros muchos.
-Reconoceré que me parece un formato arriesgado pero que también potencia el apartado visual del libro, así que ahondemos en la técnica y el lenguaje: tus libros abundan en dobles páginas de planos muy generales.
-Je, yo reconoceré que me asustó muchísimo el tamaño de las planchas, pero como le dije a Álvaro Pons [teórico y divulgador, así como responsable de numerosas iniciativas de la investigación académica alrededor del cómic] cuando empecé el proyecto, todo esto me permitía experimentar con el cómic. Creo que fue él quien me dijo en uno de esos cafés que compartimos de vez en cuando algo como “oye, a ver si recuperas con todo esto la tira dominical en gran formato” y ahí fue cuando recordé Gasolline Alley de Frank King, las aucas (murales en formato cómic muy comunes en la zona de Levante) y empecé a pasármelo bien de verdad.
-Además las páginas tienen una composición, aparentemente, muy cuidada. ¿Qué proceso es el que te ocupa más tiempo, pensar esas composiciones (de páginas y de escenas, del ritmo general de cada libro…) o realizar esas ilustraciones descriptivas, profusamente documentadas, de lugares, paisajes y arquitecturas de nuestro pasado?
-Yo creo que el cómic es uno de los medios más condicionados por su formato final. Eso es una cosa que como aficionado nunca me había planteado, pero cuando te toca planificar la obra todo cambia un montón. En este sentido, lo primero que hago es tirar de rollo de papel continuo, es decir: lo mismo que hago en clase: me cuelgo en las paredes del estudio un mural y voy planificando la maqueta página por página, pensando en las dobles, en los recursos narrativos… Esa es mi biblia de “situación” por así decirlo.
Si tengo unas 64 páginas (como en el Historia de España), voy colocando las cosas por bloques: quince páginas para la hominización, diez para el paleolítico medio… aquí meteré el Algar, aquí los Millares…
En esta primera fase la documentación es muy importante, así que sigo emborronando murales y trozos de papel con composiciones de páginas, anotaciones… todo muy visual. El resultado final suele ser toda una pared llena de cartulinas y papeles, como si se estuviera resolviendo un crimen en mi buhardilla, repleta de postips y pegotes. Parece un poco loco, pero para mí tiene mucha coherencia.
Cuando tengo todo más o menos articulado para que no se me escape nada, empiezo con el guión, que realizo directamente en el boceto. Luego le digo a mi perrete Lómper que se empiece a dibujar y yo me pongo a ver la tele o preparar la cena. Todo muy sencillo, como puedes ver.
-Intuyo que te estás quitando fases del trabajo y otorgándoselas a Lómper ;). Por otro lado, en tus obras usas unos personajes-icono, creados ya en tus primeros trabajos. ¿Cuál fue el proceso, porqué usar a un profesor (tú mismo) y un grupo de alumnos?
-Fue totalmente fortuito, insisto. Los chavales venían de Xiulit y el profe es un trasunto mío porque cuando empecé a dibujar “Historia del arte” pensé… “Oye, ¿qué tal si explico yo el tema?”.
En realidad pienso que esta dinámica favorece a la estructura. Cada tebeo es una especie de lección como las que doy yo en clase, pero explicada con todos los medios y la generosidad que te proporcionan las viñetas.
-Te das cuenta de que estás usando el crossover (va un poco en broma, pero bueno, lo suelto), algo “muy de cómic”.
-De nuevo la cosa empezó en plan broma, pero a lo tonto a lo tonto ya tengo una especie de “Cifuverso” en ciernes, con más docentes y más aventuras. Incluso algunas de las chicas protagonistas aparecen en otras obras, como es el caso de “Un viaje por las letras”, que ha publicado este año Harper Kids en formato Young Graphic Novel y es un recorrido por la historia de la literatura universal.
-Y completamente en serio, lo que advierto es un estado de constante alerta, una depuración de tu estilo. Muy autoconsciente del papel de tus obras en el mercado, además.
-Cuando empecé a plantear “Historia del arte en cómic” tenía claro hasta dónde llegar con los tres primeros volúmenes, pero en la escaleta de “Renacimiento” había un par de páginas dobles donde ponía “Capilla Sixtina”. Recuerdo que en su momento me pregunté… “¿cómo diablos voy a explicar eso?”.
Tres años más tarde, en medio del cómic, había un desplegable a cuatro páginas (esto es… 120 centímetros…) con los chavales paseándose por la bóveda en compañía de Miguel Ángel y el profe. Cuando lo cerrabas te topabas con “El juicio final”, pero al abrirlo surgía la maravilla.
Es decir, una solución que ni me había planteado, pero que al final surgió gracias al trabajo y aprendizaje continuo.
Una vez Jose Fonollosa me dijo que te das cuenta de que te has profesionalizado cuando entiendes que esto de dibujar es un trabajo. A mí me está empezando a suceder. Es mi segundo trabajo (junto con la docencia) y requiere muchísima planificación y conocimiento.
Creo que dar ese salto es importante: entender que no solo dibujas “cuando te apetece”, si no cuando tienes unos compromisos contraídos y un proyecto que entregar. A lo mejor esa noche no te apetece ponerte a entintar, pero has de adelantar faena, así que te metes con el color… o con la maquetación de las páginas que te quedan.
El proceso te va proporcionando una habilidad que es muy importante: la rutina. Puede parecer triste, pero desde la regularidad, desde ir dibujando todos los días, vas creciendo como dibujante y te permites el lujo de probar cosas nuevas, afrontar nuevos retos.
Todo esto dicho desde la humildad más absoluta, que en este mundillo soy un recién llegado y cuando voy algún salón a alguna jornada lo único que hago es callarme y escuchar a los compañeros en plan fanboy vergonzoso para aprender de ellos. Tengo la enorme suerte de moverme a hombros de gigantes.
-Son obras que bien pueden tener un “target” claramente definido, estudiantes de secundaria y bachillerato, incluso aportas en la web del editor y en tus redes sociales materiales didácticos de apoyo. Pero supongo que por firmas en ferias y librerías tendrás un cierto perfil de ese lector. ¿Va más allá de ese escolar interesado en las disciplinas que tratas?
-Desperta Ferro ha sabido mover bien el producto. Puedes encontrar mis cómics en la mayoría de las librerías generalistas y también en la inmensa mayoría de las tiendas de museo de España, es decir: un target donde difícilmente llega otro tipo de editorial.
Sin embargo, con el proyecto que empecé este año en Harper Kids me di cuenta de que más allá del elemento educativo, creo que empiezo a entender mis tebeos como un elemento familiar, disfrutable por padres e hijos, y creo que ese es el camino que voy a seguir con los diferentes proyectos (uno de ellos a nivel audiovisual) que irán apareciendo en los próximos años.
-¿Te planteas hacer cómics ajenos al elemento didáctico? Con tus referentes no sería extraño pensar que te plantearás tarde o temprano hacer cualquier cómic de cualquier tema, no solo “Historia de”.
-Como muchos otros autores, tengo un cajón lleno de historias que mover. Y entre ellas existen varias dedicadas a un público más adulto. Pero te voy a ser sincero: todo esto me ha pillado de mayor, estoy atravesando un momento muy dulce con el cómic juvenil, y de momento me siento cómodo con ello.
Por otro lado, quizás al dedicarme a la docencia, me condiciona el factor de “aprendizaje” en este trabajo. Con cada nuevo proyecto me voy armando de recursos que, tarde o temprano, cristalizarán en esa obra adulta sobre un tema que os va a sorprender a todos, pero que todavía no tengo recursos ni confianza para dibujar. Puedo asegurarte que ese tebeo está allí.