Hubo un tiempo en que los quioscos eran un lugar clave de venta de cultura y existían decenas de revistas con las mejores firmas de cada país. Géneros como la fantasía y la ciencia–ficción vivieron décadas de oro gracias a las revistas especializadas, que en Estados Unidos contaron con firmas legendarias como Robert E. Howard, H. P. Lovecraft o el autor del que hablamos hoy, el prolífico Jack Williamson.
«En Arabia, a mediodía, el sol se parece curiosamente al claro de luna. Su cegador brillo, como el de la luna, elimina todos los colores, en un despiadado contraste de blanco y negro. Los sentidos se obnubilan ante su penetrante llama, y lo que los árabes llaman kaylulah, la siesta, viene a ser un tiempo de supina rendición ante el superno día.
Price Durand, tumbado en el abrasador puente de la goleta bajo una toldilla descolorida por el sol, se encontraba en ese curioso duermevela en que uno sueña a sabiendas de que está soñando y contempla las propias visiones como si se tratase de un espectáculo. Pero Price, o al menos la parte consciente de su mente, se sorprendía de lo que veía».
Así comienza «Sangre dorada», una novela de aventuras y reinos perdidos que apareció en su momento en la revista Weird Tales y que desde entonces ha sido una de las obras más conocidas y a la vez más extrañas de Jack Williamson. En ella, un grupo de soldados de fortuna compra material bélico excedente de la Gran Guerra y se embarca en un viaje al desierto de Arabia, en busca de una legendaria ciudad de oro. Pistolas, ametralladoras e incluso un tanque se enfrentarán a dromedarios, alfanjes y la magia de un pueblo perdido, del que solo han tenido noticias por las habladurías de los viajeros locales. Pero, por lo que parece, esa magia es poderosa, ya que todos saben dónde se encuentra la ciudad y los tesoros que alberga, pero nadie se atreve a ir a buscarlos. De hecho, la llamada Gente Dorada, que habita la ciudad perdida de Anz, no teme enseñar la ruta hasta su puerta, pero lo hace de una manera temible: con una hilera de cráneos clavados en estacas, los de todos aquellos que han intentado invadirlos. Esa macabra línea lleva desde el mar Rojo hasta la misma entrada de Anz, de modo que no tendría que ser difícil hallarla. Pero, para aquellos que lo intenten, hay otra sorpresa: un espejismo en lo alto del macizo de Jebel Harb, que muestra a los gobernantes de la Gente Dorada montados sobre un tigre, amenazando a sus posibles enemigos. Por si alguien todavía lo quiere intentar.
«El macizo de Jebel Harb, de negro granito, estaba a seis días de viaje a sus espaldas. El orden del avance era el de siempre: el viejo jeque Fouad el Akmet, montado en su hejin, conducía la caravana a lo largo de la Ruta de las Calaveras; la interminable línea de fatigados dromedarios le seguía, transportando a los beduinos renegados, a los occidentales de la “Legión Secreta” y a la parafernalia de la guerra moderna; el rugiente y estruendoso tanque cerraba la marcha».
Jack Williamson está considerado como uno de los autores más importantes de la historia de la ciencia–ficción. Amigo íntimo de Hugo Gernsback e Isaac Asimov, obtuvo numerosos premios a lo largo de una carrera de más de siete décadas e inventó términos como terraformación o ingeniería genética. De hecho, Asimov contaba la emoción que había sentido al recibir una carta de Williamson para felicitarle por su primer relato publicado, lo cual, para un fan confeso del trabajo del maestro como era Asimov, supuso un momento clave en su carrera, que lo animó a seguir. Williamson no se limitó únicamente a escribir cuentos en revistas pulp, sino que estableció una relación formal entre autores y científicos, incluso a nivel universitario, y fue profesor en esas mismas instituciones.
Pero, en 1933, incluso el genio de la ciencia–ficción sintió el deseo de escribir una historia de reinos perdidos, a la manera de H. Rider Haggard, Edgar Rice Burroughs, Talbot Mundy o su compañero en Weird Tales, Robert E. Howard. También él contó la odisea de un aventurero de hoy que encuentra una ciudad sepultada bajo la arena del desierto, y cuyos secretos no han muerto en absoluto. Armas fabulosas que ni la ciencia más actual conoce, viajes a través de las dunas, pueblos fantásticos y una mujer de belleza exótica que lo guía a una aventura enloquecida.
Hoy en día «Sangre dorada» es una de las novelas más importantes de Jack Williamson y demuestra el gran narrador que era, incluso en un género que a priori no le gustaba demasiado.