Comienza agosto, vacaciones para muchos, tiempo de ocio y por tanto de lecturas. ¿Por qué no de novela gráfica, cómic? Este 2023 ha sido un año de grandes propuestas creativas para una industria que lucha contra viento, marea y crisis coyunturales o globales. Su mejor arma es la calidad de obras como las tres que vamos a recomendaros a continuación.
• “A toda pastilla”, de Josephine Mark (Astiberri, 2023).
Si hay niños en casa, esa propuesta es ganadora. En la consulta de la enfermera Audacia, en medio del bosque, cada paciente espera su turno cuando irrumpe un cazador. Una de sus balas, que iba derecha al pecho de un lobo, es desviada por la percha del suero que está recibiendo en vena un conejito. En ese momento se forja una asociación, que no amistad (los lobos tiene un código de honor con las deudas debidas, qué menos que cumplirla cuando te han salvado la vida… aunque te la haya salvado un conejo), entre el depredador y el roedor.
A partir de este inicio Josephine Mark crea una road-movie de ritmo endiablado sobre la forja de la amistad, con un humor sutil que empapa diálogos breves pero exactos (con cuidada traducción de Itziar Hernández Rodilla). El extra que ofrece “A toda pastilla” está ya comentado: lo más importante de este cómic se traslada a un segundo plano narrativo, sutil pero de peso emocional importantísimo. El gotero, la percha y el suero del conejito no solo salvaron la vida del lobo, suponen la vía para administrar el tratamiento que salvará la vida del conejo, una eludida pero omnipresente quimioterapia contra el cáncer. Un cuento emocionante para los adultos y muy didáctico para los niños.
• “Fuego de bengala”, de David Sánchez (Astiberri, 2023).
Es el nuevo viaje a lo irracional de uno de los autores más singulares e impactantes del panorama nacional. Realmente, del panorama del cómic sin fronteras: a la altura, en este sentido, de una Daniel Clowes o un Grant Morrisson… creadores de marcadísima personalidad autoral que leen y reflejan el mundo de un modo intransferible.
¿Cómo resumir este cómic? Desde la editorial optan por la literalidad: “¿Dónde está la entrada al siguiente nivel? Un hombre con casco está obsesionado con llegar al último nivel, como si de un videojuego se tratase. Tendrá que atravesar túneles, conductos y tubos y fijarse en símbolos tallados en la roca para encontrar el camino”. Este “no-argumento” apenas esconde segundas lecturas, trascendencias agazapadas en jugosas pistas o interpretaciones oblicuas. Depurando su estilo una vez más, el autor de “Tú me has matado” (Astiberri, 2010, premio al autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona) nos propone una realidad propia, sólida, marcada por, intuimos, sus propias filias: los videojuegos, la fantasía, la ciencia ficción de paisajes post nucleares, las alucinaciones lisérgicas como entrara a otros lugares…).
“Fuego de bengala”, con sus criaturas antropomórficas y su viaje iniciático (o no, ¿quién nos dice que aquí se inicia nada, o que no estemos entrando en mitad de algo que realmente se nos escapa?) se convierte así en una fábula vacía de moralejas.
• “Ronson”, de César Sebastián (Autsaider, 2023)
Va a gustar a quien haya disfrutado con las obras más personales de Paco Roca, las que apelan a su propia memoria (“La casa”, 2015, y “Regreso al Edén”, 2020). Otro referente (que aprovechamos para recomendar, toda su obra es excelente) es Emmanuel Guibert con sus aproximaciones a la vida de Alan (en obras como “La infancia de Alan”, 2012). Porque Sebastián bebe de recuerdos y memorias para retratar una España que ya casi no reconocemos, pero de la que venimos y por tanto nos ha definido como sociedad. “Ronson” es el retrato de una infancia de pueblo en pleno franquismo contada por un narrador ya anciano. La maravillosa pirueta es el enorme trampantojo: ese narrador en primerísima persona del singular, que tan íntimamente nos convence de lo narrado, no es el autor: Sebastián es un creador joven que debuta con esta novela gráfica en el mundo del cómic, y no un anciano con portentosa memoria de su pasado remoto. Como Seth en “La vida es buena si no te rindes” (1996), una de las obras capitales para entender la evolución de la novela gráfica en el s. XXI, la obra juega entre la verdad y la imaginación o el engaño, pero es exacta. Se intuye el laborioso proceso de investigación, memorias cercanas, muchos recuerdos familiares. Pero no propios. Asombra más así el resultado, íntimo, cercano y emotivo.
Son tres propuestas, cabía hablar de muchas más (y sin salir del “producto nacional”, han publicado obras notabilísimas autores como Lorenzo Montatore, Albert Monteys y Manel Fontdevila, o María Médem) pero mi misión es tentar al lector con selectas y pocas obras. Una para críos (que gustará a todas las edades), otra sobre nuestra memoria y un viaje a otros mundos cubren con solvencia un agosto en el que además de series y cine, literatura y deportes al aire libre, caben buenos cómics. Atardeceres estivales, mojito (con/sin alcohol), mecedora y novela gráfica. ¿Quién se puede resistir?