Aventurero, espía, empresario fracasado y finalmente escritor de novelas populares, Talbot Mundy fue la voz de la aventura exótica a principios del siglo XX y sus obras recorrieron el mundo. Hoy hablamos de una de sus sagas más conocidas, la de Tros, el marino de Samotracia que se enfrentó al mismísimo Julio César.
«A la caída de la tarde de un soleado día estival, en el calvero de un tupido robledal, cinco hombres y una mujer se hallaban sentados sobre una enorme roca plana semienterrada y orientada hacia el lugar por donde, a no mucho tardar, haría acto de presencia la estrella polar».
De una forma en apariencia tan tranquila empezaban la aventuras de Tros de Samotracia, marino, guerrero y por encima de todo un hombre libre. La realidad no era para nada tranquila: Tros había acudido a Britania como embajador forzoso de Julio César, que se encontraba en la Galia y pretendía conquistar aquellas tierras. Él debía servir como avanzadilla al ejército romano, observador, cartógrafo y espía en territorio enemigo. Para asegurarse de que cumpliera esas funciones, César mantenía retenido a su padre en la Galia y solo le había dado como compañero a un marino llamado Conops, que había servido a su lado en otro tiempo. Por si acaso ambos guerreros pretendían escaparse y abandonar al anciano, los legionarios habían dejado tuerto a Conops, para demostrar de lo que eran capaces.
Sin embargo, Tros era un hombre testarudo, amante de su libertad por encima de todas las cosas. Odiaba a César por haber hundido su barco y por obligar a los demás pueblos a someterse a su voluntad. Britania iba a ser el primer campo de batalla en el que los romanos tuvieran que vérselas con la astucia del marino griego, que estaba dispuesto a todo con tal de vencer.
«—Que venga el aquilífero de la Décima —ordenó de pronto.
Un bote pequeño partió en busca del legionario, que dejó el águila en manos de un hombre de su confianza y fue a reunirse con el general en la popa de la capitana.
—¿Existe mejor muerte que morir en defensa de Roma? —inquirió César, mirándole fijamente con unos ojos fríos y calculadores.
El hombre sonrió con orgullo y respondió:
—No la hay. Moriré feliz por Roma.
—Lleva a la Décima a la orilla —ordenó el general—. Te estaré observando.»
Julio César aparece en estas historias como el prototipo de villano de folletín: taimado, manipulador, cruel y despreciativo, hasta el punto que es su propia sensación de superioridad la que condena sus planes, ya que nunca creería que una tribus britanas estuvieran a la altura de las legiones de Roma.
Talbot Mundy tenía grandes conocimientos de Historia Antigua, que plasmó en la larga serie de relatos de Tros, publicados en la revista Adventure Magazine entre 1925 y 1935. Por allí desfilaron griegos, britanos, druidas, galos, egipcios y por supuesto romanos, muchos romanos. Las aventuras y los países se sucedían a un ritmo frenético que mantuvo enganchada a toda una generación de lectores. Mundy era un escritor intenso, cuya obra se caracterizó por las tramas infinitas, los personajes sólidos y los diálogos realistas, con un respeto enorme por las peculiaridades de cada nación —evitando el centralismo europeo y la defensa del colonialismo, como le achacaron a sir Henry Rider Haggard, creador de «Las minas del rey Salomón» y «Ella»—, y además con unos personajes femeninos tan fuertes y resueltos como los masculinos —como también aparecían en la obra de Emilio Salgari—.
Británico de nacimiento, Mundy había trabajado como reportero, espía y contrabandista en Europa, Asia y África, hasta que finalmente se estableció en Nueva York, se nacionalizó estadounidense y triunfó con sus historias de aventuras en localizaciones exóticas, empleando los conocimientos que había acumulado durante toda su vida. Algunas de sus creaciones más famosas en este sentido fueron el aventurero James Schuyler Grim, apodado Jimgrim —un oficial británico que trabajaba como espía infiltrado entre las tribus de Arabia— y el capitán Athelstan King —que hacía lo propio en la India—. Varias de estas aventuras llegaron al cine, en una de las ocasiones con Tyrone Power como protagonista. La influencia de Mundy en autores de épocas sucesivas fue enorme, como reconoció el propio Robert E. Howard a la hora de crear al personaje de El Borak, que no distaba mucho de los que habían aparecido en las historias de Mundy.
Talbot Mundy fue un viajero curioso, ansioso por descubrir lugares nuevos y aprender de su gente, igual que hacía Tros de Samotracia, enfrentado siempre a los tiranos, en cualquier lugar del mundo.