Niño prodigio, autodidacta y sobreprotegido por su madre, pocos autores han influenciado más tanto a sus coetáneos como a sus muchos seguidores. Creó a su alrededor un círculo de escritores que lleva su nombre y precisamente en estas fechas se estrena la última —por ahora— de las películas basadas en su obra. Hoy habría cumplido 130 años Howard Phillips Lovecraft.
«Al oeste de Arkham las colinas se yerguen selváticas, y hay valles con profundos bosques en los cuales no ha resonado nunca el ruido de un hacha. Hay angostas y oscuras cañadas donde los árboles se inclinan fantásticamente, y donde discurren estrechos arroyuelos que nunca han captado el reflejo de la luz del sol. En las laderas menos agrestes hay casas de labor, antiguas y rocosas, con edificaciones cubiertas de musgo, rumiando eternamente en los misterios de la vieja Nueva Inglaterra; pero todas ellas están ahora vacías, con las amplias chimeneas desmoronándose y las paredes combándose bajo el peso de los techos bajos y abuhardillados».
Así comienza una de las historias más representativas de la obra de Lovecraft. Ambientada en los siniestros valles de su Nueva Inglaterra natal, «El color de fuera del espacio» trata sobre horrores provenientes de galaxias lejanas, que buscan un rincón donde protegerse y crecer, a expensas de unos cuantos seres inferiores. Cuenta el desastroso final de la familia Gardner, en cuya granja se estrella casualmente un meteorito que muestra un color muy extraño, igual que su consistencia y su aspecto general. Hasta allí se desplazan científicos de la Universidad de Miskatonic, en la vecina ciudad de Arkham, sin que ninguno logre averiguar de qué se compone la roca —que tampoco es dura como para llamarla así, sino que en realidad es blanda, fluida—. Pronto descubren que en su interior hay unos glóbulos de un tono más claro y que revientan al tocarlos. Desde ese momento, ninguna prueba científica podrá aclarar el asunto.
Pero, en los meses siguientes, la familia Gardner verá cómo toda su vida se va haciendo añicos, conforme resultan afectados la hierba, los árboles, los animales y finalmente ellos mismos. Al paso del tiempo se hace obvio que algo ajeno a este mundo viajaba dentro del meteorito y que está aprovechando la granja familiar para alimentarse, crecer y prosperar con algún fin oscuro. Ante ese poder, ni científicos, ni gobernantes ni hombres de acción pueden hacer nada, y durante todo el relato planea un sentimiento de impotencia, sorpresa e indefensión. Los humanos, en definitiva, solo somos alimento para ese terrible ser, cuya forma de vida ni siquiera podemos llegar a explicarnos.
Lovecraft está considerado el maestro del horror cósmico, un género propio que aúna las viejas historias de terror gótico con los prodigios de la ciencia, solo para mostrar la incapacidad del ser humano ante ciertas entidades que se encuentran a otro nivel. En sus relatos, hombres inocentes se enfrentan a dioses primigenios, alienígenas de zonas remotas del espacio o entidades provenientes de reinos oníricos. Y siempre estos enemigos retuercen las leyes de la naturaleza y se burlan de la presunción de los científicos, que creen poder dominar la Creación con sus estudios. Ante semejante amenaza, la humanidad se vuelve pequeña, ridícula incluso.
H. P. Lovecraft nació en Providence, Rhode Island, y creció sin padre en una familia puritana y burguesa empobrecida. Su madre lo sobreprotegió y aisló del mundo, para que no se relacionara con gente desconocida, sobre todo si provenía de un estatus inferior. Eso lo convirtió en una persona muy poco sociable y dada a fantasear antes que a actuar directamente, por lo que creó todo un mundo propio que luego volcó en sus historias. Su primer relato, «Dagón», apareció publicado en la revista Weird Tales en 1923 y ya anticipó toda la densa mitología que habría de desarrollar en años sucesivos, y que le ganó la admiración y amistad de otros autores de la casa, como Clark Ashton Smith y Robert E. Howard. Juntos formaron el llamado Círculo de Lovecraft, que intercambió correspondencia durante largo tiempo y fue motivo de influencia mutua en sus escritos. Pero, conforme aumentaba su prestigio, también lo hicieron su aislamiento y su miedo social, lleno de sentimientos racistas y de desprecio. Además, el suicidio de Robert E. Howard lo marcó profundamente. Su situación económica era cada vez peor y finalmente murió a la edad de cuarenta y seis años, víctima de un cáncer intestinal.
Por aquel entonces, su nombre no había salido del estrecho mercado de las revistas pulp y fueron precisamente los miembros del Círculo de Lovecraft los que empezaron a publicar sus obras y a generalizarlas. Durante décadas, sus trabajos han sido relacionados con el psicoanalismo de Freud, el ateísmo nietzscheano, el concepto de los arquetipos de Jung o la angustia de la soledad del individuo como consecuencia del racionalismo y la pérdida de la fe. En una época tan compleja como el inicio del siglo XX y la extinción de la sociedad victoriana, los escritos de Lovecraft reflejaron el miedo de los mortales ante el infinito, que no somos capaces de entender.
Desde entonces, la obra de este autor maldito ha sido adaptada al cómic, el cine, la televisión, los videojuegos y los juegos de rol. Y aún queda mucho más por ver, como proyectos que siguen en el aire y nuevas ideas que reutilizan sus historias. Porque Lovecraft es parte de nuestra conciencia, es el miedo a lo desconocido, a lo que no sabemos y no podemos comprender, y eso seguirá existiendo siempre, porque nada hay más terrorífico que nuestra propia imaginación.