Historiador, librero, arqueólogo, editor y uno de los mejores autores de novela histórica, Alfonso Mateo–Sagasta no solo se ha dedicado al entretenimiento, sino que además ha practicado con frecuencia labores docentes, tanto sobre Historia como acerca de su vertiente literaria. «La oposición» es una de esas raras creaciones dentro de su producción, mitad novela y mitad ensayo, con un tema de fondo muy polémico: la invención de la historia.
«Un opositor a cátedra universitaria hace temblar a sus examinadores, planteándoles que la Historia se escribe y se enseña de acuerdo a los intereses del presente. Durante este intenso diálogo, no tarda en advertir que su aprobado se evapora con la misma rapidez con la que se desvanece ante el lector el mito de la objetividad histórica. La idea de que la Historia se escribe desde el presente no es novedosa: en los años 70 Hayden White planteó la Historia como ficción, al igual que hace en el prólogo Luis Alberto de Cuenca. Keith Jenkins reelaboró algo más tarde el concepto de invención de la Historia. Alfonso Mateo–Sagasta defiende que la Historia se escribe mirando al futuro, no al pasado».
En tiempos tan convulsos como los que vivimos, en los que la Historia se utiliza como excusa para casi todo, desde una reivindicación política hasta un anuncio de televisión, aparece este libro, publicado en 2016, que rompe los esquemas de la inviolabilidad de la Historia. En él, un historiador presenta su teoría acerca de la reescritura del pasado de acuerdo con los principios del presente, y eso le hace afrontar la dura reprimenda de aquellos tres jueces encargados de evaluarlo. En el propio templo del saber histórico, donde el pasado se considera inamovible, este personaje sin nombre lanza ideas revolucionarias: que el pasado se escribe desde el presente, que cada cultura ha reescrito la Historia desde su propia concepción y que no podemos tener nada por seguro. O por lo menos, relativizarlo bastante. Que grandes pilares asentados en nuestra conciencia colectiva, como la Reconquista, la Guerra de la Independencia o la Guerra Civil Española, han sido manipulados desde siempre para servir como propaganda útil a unos o a otros. Que las fuentes de las que disponemos son confusas en la mayoría de los casos, parciales, sesgadas o directamente falsas.
Viniendo de un historiador y autor de novela histórica como Mateo–Sagasta, podría parecer extraño que defienda unas tesis tan complejas, y desde luego tan polémicas. Pero justamente eso es lo que lo hace grande: la duda, la necesidad de dudar de todo lo establecido y someterlo a juicio, desde nuestra concepción de hoy en día. En sus novelas, el autor aborda temas tan espinosos como el Quijote de Avellaneda —el primer fan–fic de la literatura— o la esclavitud en América —vista desde el punto de vista de los que se enriquecían con ella—. Quizá el verdadero trasfondo de toda su obra sea la intención de ver las historias desde otro punto de vista, reinterpretar lo que sabemos —o creemos saber— desde una concepción totalmente nueva. Ya dicen que está todo escrito, que lo verdaderamente revolucionario es contarte la misma historia de siempre pero de una manera que nunca habrías imaginado.
«La oposición» es un librito corto que se lee de una sentada, pero que aporta ideas que duran para toda la vida. Su lectura de la Historia no es nada oscura, sino esperanzadora. El hecho de que acepte la tergiversación histórica como algo inevitable —más aún, como algo inherente al concepto de Historia como «disciplina que estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados», que es como la define la RAE— no es en absoluto algo negativo, sino una oportunidad. Es la vía para entendernos a nosotros mismos, como individuos y como pueblo. Es la forma de comprender de dónde venimos y lo que queremos llegar a ser.
Como afirma el texto y reproduce la propia sinopsis, «la Historia se escribe mirando al futuro, no al pasado». Y en eso, al final, es en lo que tenemos que fijarnos: qué queremos de esta sociedad, qué podemos aprender de lo que hicieron otros antes y hacia dónde queremos caminar. Aunque los cimientos en los que estamos asentados no sean todo lo que firmes que nos gustaría.