Pocos personajes resumen mejor el concepto de la novela de aventuras que Sandokan: corsarios libertadores, villanos colonialistas, abordajes, amores prohibidos, tigres y pasiones desatadas. El pirata conocido como El Tigre de Malasia lidera a una tripulación de valientes malayos que se dedican a combatir a los conquistadores británicos, al tiempo que cae perdidamente enamorado de la hermosa Perla de Labuán. Exotismo y emoción en una de las mejores series literarias de todos los tiempos.
«En la noche del 20 de diciembre de 1849 un violentísimo huracán azotaba a Mompracem, isla salvaje de siniestra fama, guarida de temibles piratas situada en el mar de la Malasia, a pocos centenares de kilómetros de las costas occidentales de Borneo (…).
Sentado en una poltrona había un hombre. Era de alta estatura, musculoso, de facciones enérgicas de extraña belleza. Sobre los hombros le caían los largos cabellos negros y una barba oscura enmarcaba su rostro de color ligeramente bronceado. Tenía la frente amplia, un par de cejas enormes, boca pequeña y ojos muy negros, que obligaban a bajar la vista a quienquiera los mirase».
La historia de Sandokan, como casi todas las que escribía Salgari, empieza en mitad de la acción y ya más tarde te aporta datos para que te sitúes, porque lo más importante en sus novelas era el ritmo narrativo. Qué más da por qué el protagonista lidera a los piratas de la isla —ficticia— de Mompracem, o qué lo ha empujado a combatir a los soldados británicos que dominan su patria. De manera inconsciente, el lector se sitúa del lado del revolucionario, del oprimido, en una guerra desigual que está condenada al fracaso. Los piratas se convierten así en el emblema de todas nuestras frustraciones, de las luchas que perdimos en algún momento de nuestra vida, pero no por eso dejamos de pelear, solo porque entonces creímos que merecía la pena. Y en nuestro espíritu apoyamos a ese pirata loco que se deja la piel para defender sus ideales, más allá de su seguridad y la de sus amigos.
Sandokan es un antiguo príncipe de Borneo, al que los británicos privaron de su trono y acabaron con su familia, lo que despertó sus ansias de venganza. Pero incluso esta lucha se viene abajo cuando conoce a la hermosa Mariana Guillonk, conocida como la Perla de Labuán, dama británica de familia infausta, ya que su tío es el odiado lord James Guillonk, enemigo jurado de los piratas. Esto provoca el legendario conflicto salgariano —también presente en «El corsario negro» y «El capitán Tormenta»— entre la lucha inicial del protagonista y la aparición del amor, que lo revoluciona por completo. Él desea convertirla en su dama, pero para ello tendría que renunciar a su vida de pirata, y en esa indecisión se desarrolla la trama de la novela.
Emilio Salgari fue un escritor y periodista nacido en Verona, autor de más de ochenta novelas que recorrieron el mundo y que han sido adaptadas en numerosas ocasiones al cómic, el cine y la televisión. También se inventó su propia vida y la de su esposa, la actriz de teatro Ida Peruzzi, hasta el punto de recibir a sus invitados con disfraces exóticos y contar historias fabulosas acerca de supuestas travesías marítimas que nunca realizó. La verdad es que siempre pasó apuros económicos, por culpa de editores que se quedaron su dinero, y finalmente se suicidó a los 48 años, mediante el ritual japonés del seppuku, después de escribir unas cartas de despedida. Dejó poco más que deudas, pero también un legado de historias gloriosas.
La saga de Sandokan fue especialmente conocida en España durante los años 70 y 80, gracias a la serie de televisión protagonizada por Kabir Bedi, y en general toda la obra de Salgari alcanzó un éxito mucho mayor en los países de habla latina que en el mundo anglosajón. Esto no deja de resultar curioso, ya que muchas fuentes consideran que el personaje de Sandokan está basado en el aventurero español Carlos Cuarteroni Fernández. Pero esa será historia para otro día.
«Sandokan» —publicado originalmente como «Los tigres de Mompracem»— fue una de las primeras novelas de aventuras que leí en mi vida, gracias a aquellas ediciones ilustradas que había en los 80. Y con esta obra descubrí dos cosas fundamentales: cómo empezar a contar una historia por la mitad en vez de desde el principio —lo que se conoce como in medias res—; y el hecho de que la historia la escriben los vencedores, por lo que a veces los héroes son precisamente los derrotados.
En la historia de la literatura, igual que en la de la humanidad, hacen falta muchos más héroes derrotados, fatalistas y aun así esperanzados en su lucha, por la sencilla razón de que es una lucha justa. Por eso Sandokan será un personaje eterno, aunque llegara a perderlo todo en la vida.