Alfonso Zulueta era una persona, que además de ser Notario, tenía un plus especial de sencillez; conversación y trato afable con todas las personas de los distintos niveles sociales (fuese cual fuese su estatus personal) que acudían y recibía en su Notaría; espléndido y repetido benefactor permanente de los necesitados (siempre en el anonimato sobre la importancia de sus aportaciones); y todo ello unido a una vocación profesional ética acrisolada, llena además de una humanidad bien visible y permanente, inagotables.
Hablar con Don Alfonso era un oasis lleno de bondad, mesura, solución y aliento para todos los problemas que le fuesen planteados o consultados.
¡Es una pena que no hubiera conseguido la meta política, a la que dedicó parte de su tiempo, porque el resultado sería, sin duda alguna, un beneficio para todas las clases sociales necesitadas de ayuda y amparo!
En el aspecto profesional como Notario y persona, para sus empleados resultó ser un amigo y compañero, a los que ayudaba en todos los aspectos, sin ostentación alguna de su gran señorío, que lo era en grado máximo, reconocido y respetado por toda la sociedad que le conocía.
Recibí siempre buenas palabras y consejos de Don Alfonso, como los de otros honorables Notarios que tuve la suerte de conocer, verdaderamente imprescindibles en el devenir de la vida.
Hacen falta muchas personas como Don Alfonso, para conseguir una sociedad más justa y próspera.
Descanse en paz. Con todo respeto, de Antonino Garcìa, ex-empleado del finado.