En nuestro afán por recomendar lecturas de novela gráfica, cómics, manga… historias dibujadas, echamos la vista atrás para ver qué ha ofrecido el primer trimestre de 2024 y constatamos una primera idea. Se ha publicado mucho. Y muy variado. Y de un nivel excelente. Podríamos entonces llenar varias páginas de títulos y recomendaciones, porque la industria del cómic vive la publicación de novedades con intensidad. Afortunadamente.
Tenemos en el mercado reediciones editadas con mimo y lujo, como el clásico por antonomasia, Krazy Kat de Herrimann (La Cúpula acaba de publicar la segunda edición de esta exitosa apuesta por recuperar, con mimo y cuidado, una obra imprescindible, cimiento literal del edificio que es la historia del cómic) o, también por La Cúpula, una de las más fascinantes muestras de talento gráfico del aún llorado Miguel Gallardo, Los sueños del niñato.
Reedición también es la que fue nuestra “novela gráfica del mes” de febrero, el desasosegante cuento post-atómico Cuando el viento sopla, de Raymond Briggs. Hay también en el primer trimestre de 2024 manga y superhéroes, novela gráfica social y tebeo de aventuras… pero si quisiera buscar una percha, un hilo conductor para este texto de sincero proselitismo “comiquil”, sería la experimentación formal que varias obras han tenido como bandera.
El buen ciudadano
Uno de esos ejemplos es de un autor vigués: Andrés Magán entrega El buen ciudadano (Apa-Apa), historia donde lo cotidiano se deconstruye paulatinamente en un arpegio gráfico fascinante. ¿Charlie Brown perdido en un cortometraje de David Lynch? Repeticiones, automatismo, línea clara, pensamiento irracional, dibujo simbólico y costumbrismo engarzados maravillosamente en lo que, por animar al lector desde calificativos reconocibles, podríamos explicar como una suerte de realismo mágico para el siglo XXI. Magán podrá figurar sin problemas en todas esas listas de diciembre que nos recordarán lo mejor del año. El buen ciudadano lo es.
Laberintos
Uno de los muchos referentes de Andrés Magán puede ser el americano Charles Burns. Considerado con el cineasta David Cronenberg, el fotógrafo Joel-Peter Witkin o el escritor Clive Barker padre del género de “la nueva carne” (ese terror intelectualizado en el que la identidad del yo y la metamorfosis de la carne se amalgaman), su obra practica, con la madurez de trabajos mayúsculos como Agujero negro, un retrato de la “deep america” con querencia a la nostalgia generacional por décadas pasadas.
Ahora Reservoir Books publica la tercera parte de Laberintos, que cierra en forma de trilogía su último trabajo. Moderando la visceralidad y el terror, reducido a pasajes oníricos aún turbadores, Burns se ha abandonado a una suerte de memorias personales tuneadas en forma de relato. El apartado gráfico apabulla, y el relato nos muestra a un clásico que aún lucha por evolucionar, sin traicionar su discurso ni poder escapar a su poderosísima personalidad autoral.
El color de las cosas
También en el sello editorial Reservoir Books se ha publicado este año uno de los tebeos que más elogios levantó en Francia el año pasado. El color de las cosas, de Martin Panchaud ha sorprendido por utilizar el lenguaje diagramático, el del diseño de infografías, en su narración. Con una vista aérea plantea elementos significativos: mapea los escenarios y convierte en signos a sus personajes, que ilustra como puntos/botones que se mueven ye interactúan en esos espacios. Saludado como revolución, es indudable que el birlibirloque nos hace pensar que el cómic como arte tiene aún vericuetos en los que hurgar. Recursos e ideas.
Pero en realidad lo que vemos en El color de las cosas no supera hallazgos radicales como los de Chris Ware o incluso los del vallisoletano David Aja en el seno de la Marvel. No obstante esta novela gráfica sorprende en primera instancia, y sobre todo entretiene con un argumento ortodoxo que mezcla toques sociales y espíritu de “noir” social. Así Panchaud conjuga lo plenamente comercial con el afán por investigar y jugar con el cómic como arte.
Future
Le tenía perdida la pista al finlandés Tommi Musturi. Su Sr. Esperanza publicado en 2015 por Aristas Martínez es una obra fresca que lo puso en el mapa (al menos en el mapa de mis descubrimientos personales). Ahora vuelvo a él con Future, un trabajo monumental publicado por Barrett Ediciones donde aquel estilo de línea clara y cartoon se ha hecho trizas en una obra poliédrica, mutante y exigente.
A modo de una compilación de números de una revista con numerosos autores, Musturi hace un collage de formas, tonos y estilos en una obra profundamente crítica con el futuro, o con el destino que nuestra sociedad está forjando. Space opera, concursos televisivos deshumanizados, magos alcohólicos o niños anticapitalistas: el enjambre de personajes e historias de Future provoca desazón obligándonos a sonreír a la vez.
Domingo flamenco
Y cerrando, aunque ya lo hemos señalado como la novela gráfica del mes de marzo, es imposible hablar de novedades del trimestre bajo la guía de la experimentación y no referirse a Domingo flamenco del que a día de hoy es posiblemente el más osado y fascinante autor europeo, Olivier Schrauwen. Lo que este artista de Brujas, Bruselas, ha hecho en este librazo de 472 páginas publicado por Fulgencio Pimentel es de traca. O es la más absoluta de las nadas. Porque el reto era este: ¿se puede reflejar en una obra narrativa dibujada el pensamiento libre, anodino, insustancial y vacuo de un tipo cualquiera un aburrido domingo cualquiera?
Con técnicas de dibujo y narración inauditas Schrauwen capta en su obra esa sucesión de momentos: el canturreo automático hasta el ensimismamiento puro (ese que todos tenemos algún momento, mientras fijamos la vista en un desconchado del suelo del ascensor, o mirando coches parados ante un semáforo), un recuerdo que acude inesperadamente y se resiste a abandonarnos, las preocupaciones personales que nos atenazan un poco… Pienso que Domingo sangriento puede explicarse muchas veces, pero como con un concierto de Sonic Youth en los años ochenta, hasta que lo ves/lees por ti mismo/a no te puedes hacer una idea del tamaño que adquiere el asunto.