Hoy se cumplen 493 años de la muerte del filósofo y escritor Niccolò Macchiavelli, castellanizado Nicolás Maquiavelo, autor de «Discursos sobre la primera década de Tito Livio», «El príncipe», «Del arte de la guerra» o «Historia de Florencia». Durante su vida conoció a los personajes más importantes de la política internacional de su época y escribió tratados fundamentales que lo han convertido en el padre de la Ciencia Política moderna. Admirado, denostado y siempre leído con atención, en todos los períodos históricos sucesivos, su teoría de la razón de Estado fue producto del tiempo que le tocó vivir y luego ha servido de justificación para casi cualquier cosa.
Maquiavelo nació en 1469 en San Casciano in Val di Pesa, una localidad de Florencia célebre por su aceite de oliva y posteriormente por su producción de Chianti. En ese mismo año, el control de la República de Florencia pasó a manos de Lorenzo de Médici, conocido como Lorenzo el Magnífico, heredero de una de las principales familias de la banca italiana. En aquel entonces, el dinero, las coronas y la religiosidad se mezclaban con un solo objetivo: ganar poder. Las riquezas y los favores obtenían reinos, matrimonios y papados, y con la misma facilidad los disolvían. Los Médici se encontraban en guerra permanente con otras familias, lo que llevó a situaciones tan terribles como el conflicto con el rey de Nápoles o la conspiración de los Pazzi, esta última auspiciada por el papa Sixto IV. En ese desgraciado incidente, ocurrido en 1478, la familia Salviati y la familia Pazzi se confabularon con la Santa Sede para contratar a un sicario que terminara con la vida de los Médici en la Catedral de Santa Maria del Fiore, durante la misa mayor del domingo. Lorenzo pudo salvarse casi de milagro, pero su hermano Juliano murió después de recibir diecinueve puñaladas.
En 1491, llegó a la iglesia de San Marcos, en Florencia, un hombre que cambiaría la aparente tranquilidad de los Médici: Girolamo Savonarola. Religioso de la orden de los dominicos, dio comienzo a una cruzada personal contra las grandes fortunas de la nación y de la Iglesia de Roma, cuyas corrupciones se dedicó a denunciar desde el púlpito. Tres años después, y a raíz de una invasión del rey de Francia, Savonarola levantó al pueblo de Florencia y consiguió que expulsaran a los Médici, tras lo cual él se convirtió en gobernante de la República.
Esa es la Italia en la que creció Maquiavelo: fragmentada, caótica, arribista y entregada a las deudas de sangre. Bandos contrarios se enfrentaban en plena calle y reyes de todo el mundo se disputaban sus pequeñas naciones, que nadaban en la abundancia. El apoyo de los grandes banqueros podía terminar una guerra o provocarla.
Maquiavelo provenía de una familia de origen noble, pero empobrecida. Eso le otorgó una gran formación en cuanto a autores clásicos, pero también la necesidad de ganarse la vida trabajando. Obtuvo un cargo como funcionario del Estado, pero sus fuertes críticas a la actuación de Savonarola le impidieron ascender en la carrera política.
Sin embargo, la influencia del dominico sobre la sociedad florentina iba a terminar pronto, debido a la manera en que se oponía al que por entonces había sido nombrado papa de Roma: Rodrigo Borgia, esto eso, Alejandro VI. Los sermones de cada domingo iban cargados de acusaciones de corrupción, inmoralidad y herejía contra el pontífice, que no tardó en responder. En 1497, Savonarola fue excomulgado y un año después juzgado por el Santo Oficio y quemado en público. Desde ese momento, aquellos que se habían opuesto a su gobierno recuperaron cuotas de influencia, y así Maquiavelo pudo ser nombrado canciller.
Gracias a esa labor, el filósofo conocería a los personajes más influyentes de su época, que habrían de marcar toda su obra: Fernando el Católico, el rey Luis XII de Francia, el emperador Maximiliano de Alemania, César Borgia, Caterina Sforza, el papa Julio II o Leonardo Da Vinci. Ellos influirían en su pensamiento acerca de la política internacional, cómo debía actuar un gobernante y qué clase de Estado era el ideal.
En 1512, la familia Médici volvió al poder en Florencia y desató una persecución de todos aquellos que habían participado en su caída en 1494. Maquiavelo sufrió prisión y tortura por sospechas de su colaboración con activistas contrarios a los banqueros, aunque esto finalmente no se pudo probar y fue liberado. Pero su carrera política se había perdido para siempre. Tuvo que alejarse de Florencia y se estableció en su pequeña propiedad en San Casciano in Val di Pesa, donde se dedicó a escribir sobre todo eso que había conocido. Durante quince años, llevó una vida de tranquilidad y creación literaria, gracias a lo cual pudo crear sus obras más importantes.
Maquiavelo defendía que un gobernante debía actuar en beneficio de su nación con independencia de valoraciones éticas o religiosas. Asumía que se cometiera un mal menor con tal de evitar un mal mayor. Definió el concepto de razón de Estado, que faculta a un gobernante a tomar medidas extraordinarias para reforzar al país, incluso por encima de los derechos individuales. Esta doctrina se ha resumido con frecuencia como «El fin justifica los medios» —aunque la frase realmente no es de Maquiavelo, sino de Napoleón, que la escribió, a modo de resumen, en un margen de su ejemplar de «El príncipe»—, y a lo largo de los tiempos ha servido para autojustificar casi cualquier clase de actuación de un gobierno en todo el mundo, desde los trasvases de agua al terrorismo de Estado, desde la imposición de sanciones hasta el asesinato de los líderes de la oposición.
Maquiavelo creía que los hombres eran mezquinos por naturaleza y que la forma de Estado idónea era la república, porque cualquier otro modelo podía degenerar fácilmente en tiranía de unos u otros. Él no justificaba la crueldad de los gobernantes, pero tampoco la confianza infinita en sus ciudadanos.
En 1521 fue detenido y torturado de nuevo por orden de los Médici, a los que intentó acercarse en los años siguientes. Por encargo suyo escribió «Del arte de la guerra» e «Historia de Florencia». Pero, seis años después, la familia de banqueros fue expulsada nuevamente de la nación y Maquiavelo cayó otra vez en desgracia, ahora por haber apoyado a los mismos que antes habían ordenado su tortura.
Ese mismo año de 1527, Nicolás Maquiavelo murió a los 58 años, víctima de una peritonitis. Su obra fue sepultada por las autoridades de la época, sobre todo la Iglesia, que la incluyó en su índice de libros prohibidos. No vivió para contemplar más que el comienzo de la Edad Moderna, que sería el tiempo de los grandes imperios, en detrimento de los pequeños Estados que habían marcado la Edad Media. Pero ya entonces él supo ver la Ciencia Política con una claridad absoluta, de manera que influyó en todas las épocas que han seguido a la suya. Su figura es clave en el Renacimiento italiano y se estudia siempre, sobre todo desde la Ilustración, que fue cuando cobró un nuevo auge.
Maquiavelo murió por culpa de una infección abdominal, pero su trabajo permanece y hoy está más presente que nunca, con todo lo que estamos viviendo.