«Dentro de cien libros aprenderé a escribir algo decente». Así comienza A través de los ojos, el segundo libro del cantautor Andrés Suárez, editado por Aguilar. Una recopilación de textos escrita durante el último año y medio. Una publicación atravesada, claro, por la pandemia, pero vaya por delante que no versa sobre ella. Absolutamente no.
Tras esa mentira con la que inicia el relato, comienzan a sucederse verdades. Son líneas en las que el ferrolano invita al lector a un brindis por la vida. Por su infancia, por el amor y el desamor, por la familia, por la soledad, por los lugares que ha habitado y las personas que le han habitado a él, por el humor, por las salas, por los bares, por las realidades que nos conforman. Un recorrido por los 38 años recién estrenados que porta y los 583 kilómetros que siempre le llevan de vuelta a casa, a Galicia.
La pasada semana, ocho meses después, pudo regresar. Cuatro días. Vigo, Pontevedra, Pantín (Ferrol) y A Coruña. Le supo a poco y ahora ansía el avance del calendario, porque sin salitre no sabe ser. Este próximo fin de semana, estará en Noia en un doble concierto para el que agotó las entradas en minutos. En mayo, volverá a emocionarse en Vigo. Regresa al festival Terraceo, donde el pasado mes de julio ofreció su primer concierto tras el confinamiento. Volverá a emocionarse ante las islas Cíes y la puesta de sol los días 14 y 15 de mayo, y para la primera fecha todavía quedan entradas disponibles. Galicia le inspira. En su primer día de vuelta a casa, llegaron las musas y la letra de una nueva canción le asaltó en un ascensor. Si su familia no fuese toda su patria, Andrés se apellidaría Morriña. Aprovechando la dicha de su reencuentro con el pulpo, charlamos con él desde Vigoé. «Bájale la intensidad a mis respuestas» pidió al inicio, «yo soy grado 8, pónmela en grado 2», y se lanzó a contestar.
-En A través de los ojos vas con todo. Con lo bueno y con lo malo. Un desnudo ante un espejo que devuelve palabras y las plasmas aquí. Todos tus triunfos, tus fracasos, la memoria, las culpas e incluso toda la mala leche necesaria para hablar de ciertos temas. Sin vergüenza. El hombre sufre y se muestra frágil, las nuevas masculinidades.
-Cada día veo más esta mierda de tratar de agradar y quedar bien. Por parte de todo el mundo. Como estamos todos tan nerviosos, y pasa lo que pasa en Twitter, y en política… Pero es que no puedes, no puedes tratar de agradar a todo el mundo; al periodista, al de izquierdas, al de derechas, al nacionalista, a tu ex, y a tu pareja actual. No puedes. No vas a quedar bien con todo el mundo. Y a mí, con perdón, me la suda. Yo tengo un carácter y una personalidad, y si yo no digo lo que pienso, no soy yo. Si hablamos de nuevas masculinidades, por fin está bien visto que un hombre diga que siente, que se muestre de verdad, con sus defectos y sus virtudes. No hay que tratar de ser políticamente correcto; primero, porque las palabras políticamente y correcto ya no pueden ir juntas, y luego es que si no te emocionas…. Ahora voy hablando contigo en carretera, llorando mientras veo Pontevedra. Cómo no lo voy a contar, cómo no va a ser bueno que me emocione así. Eso es que estoy muy vivo. Y hay que decirlo, hay que expresarse, no pasa nada por decir ‘te quiero’.
-Otro de los temas que hay que poner sobre la mesa es el de la salud menta. Hablas en el libro de tu psicóloga. Es necesario acabar con el estigma de acudir a terapia.
-No quiero politizar la respuesta, pero el ‘vete al médico’ a Errejón refleja perfectamente la peligrosidad de una parte de la sociedad. Mucho cuidadiño con estos temas. Estamos viviendo una pandemia. Yo ahora estoy llorando de camino a mi casa, en mi tierra. No tiene sentido. Una cosa es tener morriña, y otra que tenga que pararme en un área de servicio a llorar. Las secuelas mentales de todo esto no tenemos aún ni idea de cuáles son, pero llevamos así un año, va a haber muchas. Tenemos que normalizar el hecho de acudir a terapia. Quién narices somos nosotros para juzgar al prójimo cuando está pidiendo ayuda. Cuando lo que deberíamos es tender una mano. Y no juzgar. Juzgamos demasiado, no sé qué nos creemos. Si necesitas ir al psicólogo porque estás mal, porque tienes un problema de miedo, de ansiedad, de falta de autoestima, insomnio, duelo, de personalidad… Pues vas, eres valiente y pides ayuda. Y lo cuentas, lo dices, y te dicen que estás loco. Que ‘estás enfermito’. Oye compadre, que voy al psicólogo porque creo que tenemos que ir casi todos, o todos directamente. Igual que quien va a cualquier otro médico, que nos preocupa a veces más tener mejor la boca que la cabeza.
-La soledad. Hablas de la soledad del camerino tras los conciertos. «Solo, después de miles de personas», dices, relatas lo que viene después de los aplausos cada tres minutos.
-Viene que se acaban. Que te subes a un coche con un desconocido y nadie te abraza. Que llegas a casa y hay absoluto silencio. Es la realidad y la crudeza de este oficio, pero no me quejo. No pretendo dar lástima porque vivo de lo que me gusta. Nadie se pregunta qué queda después del escenario, y quedo yo, un chaval de aldea, y a mucha honra.
-El amor. Hay mucha pasión en tus líneas, hay sexo, hay cariño por los tuyos, y también muchas despedidas. Ya que hablábamos de la soledad del camerino, también es importante saber gestionarla en general, aprender a estar solo y estar bien con ello.
-Yo me caigo bien. Soporto bien la soledad porque no conocí otra realidad. Me fui de casa joven, a Santiago, y vivía solo. Después me fui a Madrid… Tienes que aprender a escucharte, a estar solo, a reírte contigo mismo, a tener un monólogo. Es importantísimo aceptarse. Es vital. Y no me fío mucho de la gente que no se soporta, que no aguanta estar sola y se escuda permanentemente en alguien. Creo que eso es cobarde, y que además puede acabar mal. No puedes querer a nadie si no te quieres a ti. Hay que hacer el ejercicio de tratar de quererse primero, de quererse bien.
-Tu single «Despiértame» fue la manera sonora de salir de una relación tóxica. En este libro te liberas de ella también sobre el papel, «conocerla fue horrible y no hay nada bueno de ella ni de nosotros que me quede», dices, y añades «compadezco a la persona que comparta con ella el tiempo. Ella fue mi fallo humano». Impacta, ¿cómo se sale de una relación tóxica?
-Se sale siendo consciente, y lo fui gracias a gente que me rodea. Nuria, Tami, mis amigos, mis padres… Es que tengo a las mejores personas. Yo soy multimillonario en cuanto a fortuna, me siento muy afortunado. Mi ex pareja con la que compartí cuatro años es mi hermana. Tengo una gente alrededor que todavía me pellizco y no me lo creo. Yo no sabía qué era esto de tener cerca a una persona tóxica, una relación tóxica, no sabía lo que era. Sí que tuve relaciones normales en las que se acaba el amor, pero nunca me había enfrentado a algo así. Lo viví tres meses, y nunca máis. Me sirvió para saber lo que no quiero. Y cuando hablo del fallo humano, es que claro que hay malas personas en el mundo.
-Tóxicas.
-Ni siquiera ‘personas tóxicas’, no, no, hablamos de malas personas. Por los motivos que sean. Gente que considera que la vida le debe algo, existen y te cruzas con ellas. Y no pasa nada por reconocer que alguien fue mala persona, que fue mi fallo humano. Yo trato de ser igual que todos en la medida de lo posible, querer al prójimo… No voy a dar aquí una lección de ética. Trato de dormir tranquilo por la noche. Pero hay gente que no puede dormir tranquila por las noches porque es mala. Y decirlo en un capítulo no es malo; me han comentado que hablo desde el despecho o desde la ira, y no, a mí esto no me preocupa. Es más simple, yo duermo bien. Es que no le debo nada y lo más triste, no le puedo decir ‘gracias’. Alguien por quien estás tres meses llorando porque te anula, porque se mofa de ti… ¿qué coño voy a tener que agradecerle? Fuiste mi fallo humano y no quiero volver a verte jamás, ni a nadie como tú. Y no pasa nada por decirlo, habría que decirlo más.
-El texto «Del grito del mar» es un puñal.
-Es un ejercicio de autocrítica, hay que poner el foco en otras realidades. Y no lo hacemos. Yo ahora mismo voy temblando de emoción yendo a casa y no me lo creo. Mientras, de algún modo me estoy olvidando de que se están muriendo las salas, de que hoy hay accidentes, de que mi mejor amiga sigue luchando contra una pandemia en un hospital viendo cadáveres. Y lo obviamos, lo apartamos. Y no nos acordamos, porque miramos nuestro ombligo, de que en el Mediterráneo tenemos el cementerio más grande de Europa. Lo que está sucediendo es tremendo, cómo podemos mirar a otro lado. Cómo somos capaces de comer con el telediario viendo esas noticias y no inmutarnos. Omitirlas. El texto es a una madre a la que su hija se le ahoga delante de su cara. Me cuesta decirlo. Y lo escribí en un capítulo preguntándome cómo de mal lo estamos haciendo para haber llegado hasta aquí así. Cómo se abraza a esa gente, cómo se le dice que no están solos ni solas. Y eso pasa y nosotros pasamos, sucede ahora, mientras hablo contigo, en el 2021.
-«Los bares no se pueden dejar de golpe», dices.
-Nunca. En Vigo yo me acuerdo mucho de Churruca. Los bares hay que dejarlos progresivamente, y en cierta manera no debemos dejarlos nunca. Ni olvidarlos, hay que acordarse siempre de ellos, no es que sean nuestra cultura, es que son nuestra idiosincrasia. A los bares les debemos casi todo. No es esto una apología al alcoholismo tampoco, puedes ir a un bar y consumir agua. Pero es que los bares son eso, nuestra manera de ser y de pensar. Forman parte de la sociocultura de una piel, de la nuestra. No podemos olvidarnos de eso en estos días tan difíciles para ellos.
-Tú no haces apología de nada.
-De la libertad. Que cada uno sea, ame, folle, beba, viaje, hable, sienta y viva como quiera. Que las personas sean libres.
-14 y 15 de mayo en Vigo, otra vez. Nunca vuelves lo suficiente, siempre agotas entradas.
-Nadie es profeta en su tierra pero a mí aquí me tratan de la hostia. Es una locura cómo agotan entradas, soy más gallego que cantautor. El año pasado fue tremendo, y en mayo también lo será. Me muero de ganas. Será una actuación acústica, adaptada a la nueva realidad, con el aforo limitado y cumpliendo todos los protocolos porque la cultura es segura y no me cansaré de repetirlo. Tocaré lo que me pidan y volveré siempre que pueda.
A través de los ojos no es solo el último libro de Andrés Suárez. A juego, también ha lanzado este single en el que canta sus 150 páginas.