La constelación de linternas centelleaba en el graderío antes aún de que un Dani Martín a contraluz avanzara hasta el vértice de la pasarela mientras cantaba ‘La suerte de mi vida’. Los seguidores que llenaban el recinto y los aledaños buscaban en el evento algo más que el concierto del verano. Algunos no veían, pero sentían sobradamente.
“Boas noites, Castrelos. Es un puto privilegio estar aquí”, saludó quien fue líder de la banda adolescente más aclamada en la primera década de 2000. Consciente de haber marcado a una generación entonó ‘Volverá’ ante un público que levantaba una voz que emergía desde ese lugar profundo y dulce en el que se despiertan los recuerdos.
Aquellos jóvenes fans de El canto del loco peinan canas. Algunos lloraban en la platea ante su ídolo adolescente con sus hijos a hombros asistiendo a su primer concierto multitudinario. Dani Martín puede presumir de haber logrado en Vigo lo que muchas estrellas de la canción confiesan es el objetivo de su carrera musical: parejas de treinta y cuarentañeros se besaban y abrazaban ante las notas de los temas que presumiblemente sonaban mientras comenzaban a amarse.
Otros, los que abrazaban a sus amigos, los que lloraban solos entre la multitud mientras daban palmas, parecían dudar sobre si lo hacían ellos o más bien aquellos que fueron en su día. Probablemente se emocionaban ambos mientras deseaban que todo volviera a ser como antes.
Entre la inmensa masa de luciérnagas que celebró la vida ante Dani Martín había grupos enteros de amigos que esperaron durante todo el día, incluso hubo quien guardó sitio desde el día anterior, cuando Raphael todavía estaba en boca de todos, para conseguir sitio en la ansiada primera fila. Lo encontraron, igual que en el espectáculo de ‘Qué caro es el tiempo’ la razón que los había llevado a estar allí.
Dani Martín continuó su espectáculo con ‘Son sueños’ y consiguió levantar a un auditorio, que se desgañitaba a pleno pulmón con los brazos en alto. Subió el termómetro de la nostalgia con ‘Una foto en blanco y negro’. Cuando Dani Martín cantó ‘Que se mueran de envidia’ pidió que “Todo el mundo encendiera la linterna de su móvil”. Así ocurrió.
La gran inspiración viguesa de Dani Martín
Entonces, enfocado por miles de lucecitas cuyos destellos impresionaban más que los propios focos, se confesó:
“Estamos muy a gusto, muy agradecidos con esta acogida preciosa que nos estáis dando. Gracias a todos los que pudisteis comprar la entrada y un aplauso a los que no pudisteis hacerlo. Pasaron muchos años desde la ultima vez que estuve aquí y desde entonces han pasado muchas cosas. Vigo es un lugar muy especial para mi porque gracias a que he crecido escuchando a Los Piratas he soñado con tener una banda como aquella y entonces me inventé una banda que se llamaba El canto del loco. De repente descubrí que ya no me apetecía y creo que lo más bonito en la vida es ser honesto con uno mismo. Después del confinamiento me acerqué a las canciones que tenía con ‘El canto’ y me acerqué a mí mismo, a cerrar una herida y como todo se sana decidí regrabar algunas canciones, pero no volverme a juntar con mi expareja. Les deseo lo mejor pero no nos vamos de viaje juntos ni dormimos en la misma cama. ¿Alguno de vosotros volvería a meterse en la cama con su novio de los 18? A que no, yo prefiero vivir el presente aunque me acuerde de ellos”.
Después de emocionar al auditorio con sus declaraciones siguió haciéndolo con un recital que pasó por temas tan icónicos como ‘Puede ser’, ‘Volver a disfrutar’ o, ya en la recta final, ‘Zapatillas’. Durante el último tercio del concierto el show fue in crescendo hasta el colofón final que hiló sorprendentemente bien los acordes de ‘Insoportable’ con el ‘Blitzkrieg bop’ de Los Ramones.
En las inmediaciones del auditorio al aire libre de Castrelos, por momentos, se escuchaba cantar al mismo volumen a público y a artista y esa comunión empapaba al ambiente de una carga emocional indescriptible en el lenguaje de los hombres. Dani Martín su una banda que no necesitaron los ecos de El canto del loco para demostrar su maestría y su capacidad de elevar a la multitud a ese parnaso que sublima el presente a la categoría de extraordinario, el summum al que aspiran quienes se dedican al arte de crear. El cantante maduró sin renunciar al espíritu rebelde con el que conectó con el gran público, al que respeta y con el que cumple cuando se convierte sobre las tablas en su propio ‘Peter Pan’.
Dani Martín, la clausura épica de un Vigo en Festas difícil de superar
Las piedras del graderío descansan a partir de esta noche de los miles de zapatillas que se movían de un lado a otro mientras esperaban un Joan Manuel Serrat que se despedía de los escenarios; de las familias enteras que, como la de Rosa, acompañaban a jovencísimos fans de Sebastián Yatra a sus primeros conciertos; de la insondable lírica posmoderna que congregó a todos los fans de John Boy a los pies de Santi Balmes con Love of Lesbian.
Probablemente algunos de los vigueses que recorran el parque de Castrelos en invierno recordarán las lágrimas de las Tanxugueiras cuando los focos apuntaron a la multitud que las acompañó en el mes de agosto y les demostró su grandeza como artistas y su huella en la historia de la música en Galicia y más allá de sus fronteras. Después vino Leiva y obró el milagro de la resurrección de Pereza.
Otros muchos, sin embargo, recordarán el verano de 2022, el primero tras la pandemia, como “el del concierto de Sting”, que se apoderó del escenario de Castrelos y robó todos los aplausos y ovaciones. El concierto de Lola Índigo tenía el listón muy alto, pero sus coreografías vertiginosas contuvieron la respiración de los asistentes, que volvieron a llenar el parque, esta vez de rebeldía y reivindicaciones, en el concierto de Wöyza e Hijos de la Ruina.
Llegó la recta final, para goce de los nostálgicos. Una fase que se encara con la emoción que supone llegar al último tramo y con la pena de que éste se supere. Y vinieron los Hombres G para colmar el goce de los ochenteros. Les cogió el testigo el incombustible Raphael, que se ganó al público con su carisma arrollador hablándoles en su lenguaje mudo en un recital impecable y Dani Martín puso el broche de oro dejándose la piel en uno de los shows más esperados del estío.
La efervescencia en parque de Castrelos y entrega de los vigueses convierten al festival Vigo en Festas en el escenario más democrático de la cultura, cuyo graderío no discrimina ni por clase ni por condición. El auditorio es una evidencia del amor por las artes al convertirse en una casa abierta para todos, que todos acoge y a la que todos acuden. El valor extraordinario de los conciertos del verano en Vigo es que el espectáculo más emocionante se encuentra de espaldas al escenario.