En una Fábrica de Chocolate por la que se paseaban caras ya conocidas en el “alt-town” vigués (si tal cosa existe), hacia las once de la noche un loop incisivo e insistente marcaba el inicio del concierto, y Linda Guilala, con un fondo de proyecciones psicodélicas ambientando, volvieron a expandir las ondas circulares de su último disco, “Psiconáutica”, a un volumen intenso, cegador. Con una precisión metronómica y entregando una sensación de banda absolutamente compactada. Mari se encarama en un imaginario podio de guitarras incendiarias, Iván me parece un batería como hay pocos en este país, y la voz maliciosamente dulce de Eva, para la ocasión fundida en una reverberación psicodélica, es el aglutinante perfecto. Porque el directo de Linda Guilala funde en una intersección indeterminada la delicadeza (las programaciones, los loops, el rosario de pedales de efectos) con el volumen extremo. Genera un viaje sin interrupciones entre canciones en el que cuelan versiones inesperadas y dejan una sensación de gozo algo doloroso.
En la línea de los grandes maestros del shoegaze (esos que en los últimos años están resucitando para asombrar con conciertos y discos nuevos: My Bloody Valentine, Slowdive…), Linda Guilala ya son la banda nacional más destacable del género. El 15 de julio tocarán en el FIB de Bennicassim, donde si les dejan el volumen a su antojo pueden hacer mucho ruido (chiste fácil).
La sensación agridulce no deriva del concierto de ayer, redondo, sino de la dicotomía terrible que existe entre un subsuelo interesante en Vigo, y en Galicia en general, y las programaciones veraniegas de nuestra ciudad. Mientras en otras urbes se cimentan eventos populares sobre una programación de calidad, exploratoria, inquieta y que no renuncia a lo popular, por Castrelos tendremos, en agosto, una fiesta de nombres para nostálgicos (esto es, grupos que han ofrecido lo mejor de su trayectoria hace dos décadas, tres, o cuatro) que puede ser agradable pero de poca enjundia. Tan solo la participación de Crystal Fighters en Castrelos el 3 de agosto puede señalarse como cita realmente interesante, que toma el pulso a la actualidad musical más viva. No aspiremos pues a ver en nuestros auditorios ni en Castrelos, en fin, a Rosalía, ni a Joe Crepúsculo, Enric Montefusco, Surin’ Bichos, Los Planetas. Ni a Kaiser Chiefs o Mäximo Park, ni mucho menos a Swans o The Jesus and Mary Chain.
Lo mejor del verano vigués se encuentra, en fin, en la oferta privada, en Sinsal (el festival de cartel secreto que se desarrolla en la Illa de San Simón) o en pequeños-grandes conciertos como la imlposión sonora que ayer desataron Linda Guilala.