Venís a ofrecer un concierto acústico. Entendemos entonces que no va a ser una presentación del último disco.
Será un concierto totalmente diferente, un paréntesis. Además, no vamos la banda completa [sólo acuden Juan Alberto y Andrés López, guitarra], por lo que no va a ser una presentación del disco. Nos pasearemos bastante por él pero repasaremos todo. El último es un álbum con mucha electricidad, con ruido, pero intentaremos que las canciones mantengan el vigor. Que haya desnudez pero también energía. Este tipo de citas son especiales, son algo maravilloso porque te permiten tocar con silencio de fondo y que se pueda escuchar como una púa roza con una cuerda. Buscaremos también la interactuación y alguna sorpresa con Annie B Sweet.
Ella es telonera pero entiendo entonces que también tocaréis juntos.
Habrá alguna sorpresa que el público no se espera. Ella toca antes pero haremos algo mezclado, cosas curiosas.
¿El que sea acústico y en una sala pequeña lo hará más apetecible para el público?
Yo creo que este tipo de conciertos son oportunidades únicas para el público. Y más ahora que los directos se concentran en festivales, que son brocha gorda, poco dados a sutilezas. Me encanta estar en una sala en distancias cortas. Los festivales son más eléctricos y las sensaciones llegan a través de brazos levantados y móviles encendidos. Pero en un concierto de este tipo puedes ver si a alguien se le ha puesto el vello de punta o si tiene los lagrimales húmedos. Y la gente también nos puede ver más de cerca, sin la distancia y la pirotécnica de los festivales.
¿Cuál es la mejor canción de Niños Mutantes para un acústico?
Eso es muy difícil. Hay una canción, ‘Las noches de insomnio’, que daba título al disco de 2010, que me gusta especialmente en acústico. De hecho, me gusta más que en eléctrico. Pero le tengo mucho cariño a todas nuestras canciones. Me cuesta trabajo decidir, disfruto de todo nuestro repertorio.
Hay una iniciativa que es ‘La canción del público’, un tema que los asistentes eligen para que luego lo toquéis. ¿Esto os influye de alguna manera al no saber qué canción saldrá elegida, os da igual o ya conocéis los gustos de la gente?
Pues no tenemos ni idea, porque entre los cinco temas posibles que nosotros proponemos no hemos puesto canciones habituales. Hemos hecho propuestas extrañas y en ese sentido será un desafío. Siempre es emocionante rescatar una canción cuando lleva tiempo en el baúl. Siempre aprecias matices nuevos y para el público es un regalo.
Todo parecen atractivos. Por si alguien aún tuviera dudas, ¿con qué frase intentarías convencerlo para que no se pierda el concierto?
En las distancias cortas es donde se ve la música de verdad.
Al público de Vigo lo conocéis bien.
Tenemos manager gallego desde hace casi diez años, hemos producido con productores gallegos, hemos grabado en Vigo… Más que amigos, casi tenemos familia en Vigo. Es un poco como volver a casa, nos sentimos muy a gusto con la gente, el paisaje, la comida… Es un lujo. Estamos encantados siempre que vamos.
¿Qué tal la experiencia reciente en el pasado Portamérica, que cambió de ubicación?
Nos encantó. Es espectacular. La Carballeda de Caldas es un sitio maravilloso, nos dejó flipados. La combinación de música con las maravillas que preparan los cocineros nos fascina.
Sobre el disco nuevo y vuestros últimos años de carrera… Escuchaba deciros que era un riesgo hacer este disco por las tensiones que había habido en el grupo. Al menos por lo que dicen las críticas parece que ha valido la pena arriesgarse.
Claro que ha valido la pena. En general, arriesgarse en la vida suele merecer la pena. La rutina es el camino fácil. En el riesgo puede haber golpes pero también recompensas. Era una cita importante y hacía falta que nuestros cimientos se movieran. Estamos muy contentos. El resultado artístico es bueno, estamos muy orgullosos y felices. Además, ha tenido buena acogida. Probablemente hemos tenido las mejores críticas que nunca hayamos recibido, algo que en una carrera tan larga como la vuestra es casi milagroso. La música ha ayudado a cerrar las heridas que se nos habían abierto. Soy muy afortunado por tocar con mis compañeros.
Da la sensación de que el disco tiene dos vertientes contrarias, una con ese toque crítico y rabioso, o al menos algo más rabioso que los últimos con canciones como ‘Menú del día’. ¿A qué se debe?
Al cambio hacia la electricidad. Todos nos vamos moviendo. Antes hacíamos un pop más amble y nos apetecía meter los dedos en el enchufe.
En el otro lado destacan canciones alegres como ‘NM’, en la que habláis de vosotros, o incluso ‘Pura vida’. ¿Ese contraste es intencionado o salió así?
Me cuesta encontrar canciones alegres, incluso canciones autobiográficas como ‘NM’ tienen un poso agridulce. Hablamos de cosas con bastante crudeza, ofrecemos una visión crítica del mundo que nos rodea. No sólo de la política, que es tan evidente que chirría y no sé si merece la pena pararse. Pero sí hablamos de una sociedad algo absurda y automatizada, en la que nos limitamos a vivir mirando a unos centímetros de distancia de una pantalla.
Pocas bandas tienen la posibilidad de seguir en la música después de 20 años y 10 discos. ¿Cómo evoluciona un grupo tras ese bagaje y cómo veis vosotros desde vuestra experiencia la propia evolución de la música?
Nosotros hemos conocido la independencia española cuando era absolutamente algo al margen de los canales comerciales y masivos. Era una pequeña iglesia de feligreses con sus puntos esnob y radicales pero con un amor y una pasión por la música absolutamente vocacionales. Y un público que iba de romería en romería. Todo eso ha ido cambiando y ahora las fronteras de la independencia se han difuminado. Parece que la música es algo más dentro de una fiesta, no es lo primordial. Lo mejor es que te puedes profesionalizar y vivir de ello pero también existe esa parte de superficialidad y banalización. Luego, en nuestra música, hemos vivido un camino de aprendizaje en el que hemos intentado aumentar la paleta de recursos. Hemos hecho una carrera de fondo, de pasito a pasito, nunca hemos tenido ese pelotazo que te sube de repente. Y hasta es bueno. Tenemos suerte de haber ido creciendo y es muy bonito no tener un momento pasado que fue mejor.