Fue un grupo espontáneo entre el público quien abrió el concierto. Cantaban el “Cumpleaños feliz” al músico, que el pasado 23 de febrero cumplió 57 años en plena gira de “Amigos de guardia”, el proyecto musical con el que celebra su 35 aniversario sobre los escenarios.
“Gracias, Vigo, esta canción os la dedico a todos vosotros porque, en esta situación tan difícil, estáis aquí”, entonces Mikel Erentxun entonó “A tientas” ante las más de 800 personas que lo acompañaron en el auditorio Mar de Vigo.
Mikel Erentxun tomó posesión del espacio entre los acordes de “Cicatrices” mientras sus seguidores acompañaron a los músicos con la energía de sus palmas. A su paso sonó una intensa ovación. Vestía de negro y emitía notas de colores al entonar sus temas legendarios.
Regreso a los 80
El proyecto recopila la banda sonora de una generación. Esa generación lo estaba esperando impaciente, él superó sus expectativas: los devolvió a los 80 para congelarlos durante casi dos horas en la época dorada del pop español.
El público se entregó en la tercera canción, “Mañana”, pero todavía con cierta timidez. Volvió a responder cuando el cantante les dedicó una nueva versión de “Esos ojos negros”, más reposada que la original e incluso hasta más melancólica, tanto que emocionó a un fan de 8 años que cantaba junto a sus padres en la octava fila. Era la canción favorita del niño.
“Cien gaviotas” también acarició la nostalgia de los espectadores pero sus acordes, como ocurrió con “Una calle de París” se sucedieron más lentos y con más instrumentalización que antaño. El público respondió con fuerza a una rabiosa interpretación de “Cartas de amor”, en la que la banda rindió el despliegue de energía de un reproche contenido. La sala movía su clavícula en las butacas a ritmo implacable, como si estuviese empujando con desdén a aquella persona de la que todavía se duda si en algún momento nos llegó a querer.
Temas icónicos
La entonación particular de Mikel Erentxun subía y bajaba las diferentes alturas del pentagrama mientras saboreaba cada sílaba y consolidaba el sonido nítido y limpio que lo caracteriza. Su banda también brillaba, lo acompañaban tres guitarras, un teclado y una segunda voz femenina, la de la cántabra Marina Iñesta, muy bien acogida por el público cuando lo acompañó en sus temas icónicos.
Cuando llegaron a “Rozando la eternidad” y “A un minuto de tí” el público ya se había liberado y con el primero de los tres bises no pudo reprimirse: la multitud se levantó de la butaca y alzó, ahora sí, la voz sobre la del cantante. Parecía haber echado de menos la canción “En algún lugar” no solo durante la hora precedente sino desde hace décadas, o mucho tiempo antes de nacer.
El artista ya se había venido arriba con varios solos de guitarra, pero al notar el fervor de sus seguidores se plegó ante ellos en una agradecida reverencia. Erentxun fue parco en palabras pero lo compensó con una puesta en escena impecable, en el fondo y en la forma, que satisfizo tanto a los nostálgicos de Duncan Dhu como a los melómanos contemporáneos: un espectáculo transversal y rotundo.