Posiblemente se trató de uno de los más apetecibles conciertos del verano vigués, un verano que se va a jalonar de eventos marcianos como una reunión de extravagantes supervivientes de los años ochenta (Pablo Carbonell, Nacho García Vega, Jaime Urrutia, Javier Gurruchaga) y otras fruslerías de interés más que escaso. Toquinho y Maria Creuza sí que suponen fundamento para el melómano, una oportunidad de revivir una grabación histórica, una música empapada de belleza interpretada con júbilo por sus autores.
Con la memoria de Vinicius de Moraes presente durante todo el concierto, Toquihno, tan solo acompañado por un bajo y batería, se entregó a una comunicación fluida con la audiencia desde el primer momento, cuando desde la grada se le avisó de que no se escuchaba bien. También en ese arranque se le dijo que podía hablarnos en portugués, lo cual recibió con júbilo y aseguró que nunca había comenzado un concierto así, con semejante grado de “intercomunicación”.
El concierto discurrió sencillo, inició la gala el cantante, interpretando temas de “La Fusa”, y al escenario se subió al poco rato Maria Creuza, elegantemente, abanico en mano. Entre el cantante y ella fluía una evidente química y la amistad de muchos años. Simpatía y compadreo picaresco con la participación, como invitado, del argentino Víctor Díaz Vélez, el marido de Creuza, que se incorporó al grupo para acompañar al piano un par de temas.
Y cuando hablamos de temas lo hacemos de maravillas impepinables, de “Eu sei que vou te amar”, de “A felicidade” o “Minha namorada”, “Canto de Osanha”, “Aquarela” o “La garota de Ipanema”. Bossas sedosas interpretadas por maestros del género. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, el acceso al recinto fue una experiencia amarga, a reconsiderar. No parece digno que ante la visita de un mito de la música la entrada al Auditorio Mar de Vigo haya sigo gestionada (con colas inaceptables) por la salida de emergencia a causa de que el hall del recinto estaba ocupado por un torneo de billar. Con todo el respeto por el billar, hay que tenerlo también hacia un grande de la música, y sobre todo, hacia su público.