Maria Arnal i Marcel Bagés no deberían ser tratados como el secreto mejor guardado, sino como lo que hoy, en 2021, son: una de las exploraciones de la música popular más excitantes de la piel de toro. Su presencia ayer en el ecléctico y excelente Underfest vigués supuso una cita de esas que los melómanos dicen “de obligado cumplimiento”. Lo fue y así lo entendió la gente, pues el Teatro Salesianos estaba a rebosar (dentro de lo que permiten los aforos COVID).
Y el dúo, que sobre el escenario son quinteto, demostró que se merecen todos los calificativos laudatorios, por exagerados que sobre el papel nos parezcan. Su disco “Clamor”, segundo LP en su carrera, es un combinado de sonidos tradicionales y electrónica, pero en ambos casos contemplados desde el ánimo más experimentador. Músicas populares y sonidos lunares, como quien mezcla aires de cançó catalana con Arca (o con los sonidos de la Björk más radical), en una propuesta incomparable. No, Maria Arnal i Marcel Bagés no se parecen a la amabilidad de Baiuca (otra mezcla de tradición y electrónica, desde Galicia), sino que se acercan a la osadía de cualquier sonido de vanguardia que el lector quiera imaginar. Sin perder pie en el pop, la melodía, y un contenido lírico ambicioso.
Esa es la palabra. Y la ambición de Arnal y Bagés tenía que traducirse en otra ambición, la escénica. Y así el directo de ayer demostró que de osadía y talento están hoy sobrados. Les basta un escenario minimalista (una plataforma de tres escalones sobre los que Arnal y sus dos coristas evolucionan con un sentido teatral. Un juego de luces impactante pero sencillo, buscando contrastes, sombras, ocultar o llevar a primer término. Bagés y David Soler ubicados a ambos extremos de la plataforma forjaban sonidos electrónicos o de guitarra, mientras Arnal y su coro (Mireia Vilar y Júlia Colom, otro “secreto” a descubrir) desgranaban un cancionero inmaculado.
Arrancaron con el tema que abre su último disco, “Milagro”, y a partir de ahí la banda montó un directo trascendente que solo puedo comparar a un grupo opuesto en muchas cosas al dúo catalán, pero no en la capacidad de ir más allá sobre las tablas para entregar no solo una representación de temas en vivo, sino algo más parecido a una comunión colectiva: Swans. Convencen como la feroz banda estadounidense, pero con un registro opuesto: Maria Arnal i Marcel Bagés no son apocalípticos y atronadores, sino cómplices y cálidos, no son rock, sino pop. Su directo, con aires de teatro griego (los vestidos, la gestualidad), con su impronta telúrica (Arnal canta descalza y esta anécdota parece, más bien, una necesidad) y su cercanía al público para transmitir una idea de música del presente y del futuro que estudia y se empapa de músicas muy antiguas, ha sido, sí, toda una experiencia.
A mayores, disfrutar en directo de canciones tan enormes como “Tú que vienes a rondarme”, “Cant de la Sibil·la” (tema litúrgico medieval prohibido en el siglo XVI por el Concilio de Trento) o la catártica “La gent” supone un premio para el espectador.
¿Concierto del año en Vigo? Muy posible, y en todo caso, el más especial.