La visita del cantante hay que ponerla en su justo lugar. Raphael sigue siendo una de las figuras de la música española más importantes en activo, y su naturaleza es la de verdadero clásico. No confundir con viejas glorias. Una cosa es un artista del pasado obstinándose en reverdecer laureles (los hay, a puños llenos) y otra una estrella perenne, y eso es Raphael. La carrera del cantante se ha mantenido superando baches y manteniendo su legado artístico siempre vivo, vía duetos con nuevas generaciones, participando en festivales “indies” como el Sonorama en 2014, o lo dicho, remozando sus éxitos en el disco que generó esta gira. Gira que nos lo acerca en un concierto en el que demostrará, podemos apostarlo, que sus cualidades vocales no están mermadas, como podría decirse de otros históricos de la música popular española. Y que si Raphael pisa un escenario su arrolladora personalidad lo hace suyo al primer paso.
Pero sobre todo esta nueva oportunidad de ver al de Linares es también una ocasión para reivindicar su figura una vez más, y por si alguien no se cae del guindo. Comparar a Raphael con cualquier cantante de su generación y escuela es ocioso, tan solo la figura de un Nino Bravo se le puede equiparar. La música, la interpretación de cada canción por Raphael es un cruce equilibrado de influencias en principio antagónicas. En su figura se mezclan el blue-eyed soul más tórrido depurado por estrellas blancas como Tom Jones, con el drama desesperado de Jacques Brel. Chanson y pop, lujo y arrabal, cóctel y absenta aglutinados en un intérprete al que la palabra arrebato se le queda corta. Histriónico y desgarrado, entregado, extremo y pasional, refinado y tosco al tiempo, Raphael sobre un escenario es cualquier cosa menos un “cantante ligero”. Capaz de cruzar influencias latinoamericanas con la chanson, el pop con el arrebato coplero, el grito desgarrado con la melodía beat, en los años sesenta nadie, hasta el advenimiento de aires de nova cançó, pudo hacerle sombra. Y reinó. Su legado en decenas de discos, películas y sobre todo en actuaciones memorables se perpetua a sus 55 años de carrera sin rastro de esclerosis artística. Y hoy sigue arrastrando a nuevas generaciones, después de todo sus interpretaciones al filo pueden combinar sin problema con las de Marc Almond, Tinderstiks, The Divine Comedy o la nueva sensación del pop alternativo, Future Islands.
Quedan avisados: el viernes tenemos otra ocasión de ver una estrella de la música, una que, podemos apostarlo, llenara las mil cuatrocientas (y pico) plazas del Auditorio Mar de Vigo, otra vez. Y se demostrará que como Raphael no hay dos.