Al desplazarme a Santiago de Compostela el mismo día que iba a ver, otra vez, al ínclito Raphael, escuchaba en el coche a los abrasivos, chamánicos y salvajes Swans. ¿Qué hace una persona que acude interesado a un show del de “Como yo te amo” disfrutando música abismal, rock violento y salvaje del downtown neoyorkino? La respuesta es aquello del “solo hay buena y mala música”, aunque transmutado a: sólo hay música intensa y música pusilánime.
Atendiendo a este concepto, los rituales de rock volcánico de Michael Gira y su banda me gustan como me gusta la intensidad de tahúr sentimental de Raphael. Cada uno en su escala y universo, que son cosas muy distintas, claro. Y Raphael es, sí, intenso y desbordante. No desbordado: el artista y su larguísima carrera representan sobre las tablas un espectáculo controlado milimétricamente, que deviene una representación del “amour fou”, la desolación sentimental, la vida bohemia, la noche y sus placeres, los desamores y sus angustias. Raphael interpreta, es un mentiroso, no es Jacques Brel si no un intérprete, pero con esas cartas transparentes convierte la representación en tres horas de verdadero ímpetu. Inimitable, inaclanzable.
Además, en la capital de Galicia cantó acompañado de la orquesta sinfónica GAOS, lo que evidentemente le sienta como un traje de noche a canciones como “Yo soy Aquel”, “Escándalo”; “Digan lo que digan” o “Maravilloso corazón”. Lujazo que acentúa la capacidad dramática del artista. Por otra parte otras piezas, sobre todo las versiones (“Gracias a la vida” o “Cuando llora mi guitarra”, por ejemplo), las distingue con arreglos austeros (una guitarra a solas) sin que la velada pierda fuerza.
Por supuesto, el “rito Raphael” supone un show generoso, tres horas sin descanso ni interrupción donde las facultades vocales brillan, tanto como su estilo amanerado pero eficaz. La verdad es que ante Raphael estamos frente a uno de esos artistas que no se conoce realmente hasta que lo enfrentas en directo, sentado ante el escenario. Ni sus discos ni sus galas televisivas pueden reflejar lo que entrega en directo.