Fiel a su espíritu, Sinsal SON Estrella Galicia volvió a ofrecer en el último fin de semana de julio un viaje por el mundo sin abandonar la Illa de San Simón, enclave histórico y privilegiado que acoge desde hace más de una década una de las citas más singulares del verano gallego y sobre la que recaen, cada año, más miradas de reconocimiento y admiración hacia un formato que, en pleno ‘boom’ del calendario festivalero, se aparta de los códigos para entregar a su reducido grupo de asistentes una experiencia con mayúsculas.
En un año en el que la organización redobló su apuesta por reducir su impacto (se eliminaron papeleras para obligar a que cada uno se responsabilizase de sus residuos), el Sinsal encaraba el domingo tras dos jornadas en las que pasaron por los escenarios pequeño archipiélago de la ría de Vigo (al que el público llega sin saber qué es lo que se va encontrar) bandas como Goat, Isius o Mestizo.
La última jornada cayó en un tórrido domingo que sólo sofocó, en parte, el viento nordés que hizo que la sensación térmica un lado y otro de la isla pareciese oscilar unos 10 grados.
A partir del mediodía, el público empezó a desembarcar en San Simón, donde se desvela el secreto mejor guardado del festival: su cartel. Como de costumbre, las propuestas del festival constituyeron un viaje por el mundo. De Palestina a Uganda; de Ciudad Real a Escocia; de Kenia a Murcia.
La primera decisión (la única en realidad, porque sólo se solapaban conciertos en la primera franja de la jornada dominical) era elegir entre la reinterpretación de la música escocesa de la mano de Brïdghe Chaimbeul o dejarse guiar por los ritmos de la palestina Haya Zaatri, que viajó desde el escenario Buxos por la psicodelia, el triphop y el bedroom pop en un concierto dedicado a los suyos que terminó con el público coreando ‘Free, free Palestine’.
Maestro Espada tomó el relevo pisando el escenario San Simón SON Estrella Galicia. Los murcianos fueron uno de los nombres del día, con su sonido que bebe de la tradición oral y musical de su tierra para llevarla a una nueva dimensión al ritmo de la castañeta, las guitarras distorsionadas, los ‘sintes’ oxidados y las baterías pesadas. Incluso, para revisitar el ‘No me mires’ de Mecano y dirigirlo a un final ‘trash’.
De allí, la música volvió al Buxos con la lisboeta María Reis, que puso el punto guitarrero del día en San Simón transitando por las distintas evoluciones del rock y el post punk. Desde luego, no se puede atribuir a la portuguesa que su concierto coincidiese, para muchos, con el momento de la siesta, a la que invitaba la potente brisa que refrescaba el flanco del archipiélago orientado hacia la salida de la ría durante las primeras horas de la tarde.
Con la que no cabía opción al sesteo fue con la siguiente actuación del día. Llegó al escenario San Simón Lapili (que no ‘la poli’, aunque muchos se llevaron de ‘souvenir’ del festival ese estribillo en su cabeza) y lo puso patas arriba para subir un par de grados más la temperatura (si es que era posible en ese momento). Flanqueada por sus ‘Piligrosas’, la de Ciudad Real llevó a la ebullición la pista con su reguetón feminista y combativo.
Afrorrack devolvió la acción al Buxos con una sesión cargada de ritmos y distorsiones que dirigieron al público al trance. El artista ugandés puso sobre la mesa su arriesgada apuesta por la reconcepción del techno a través de sus equipos modulares construidos por él mismo, una suerte de ‘luthier’ del siglo XXI capaz de crear máquinas de sonido siguiendo tutoriales por Internet.
La última cita en el escenario principal (y la antepenúltima de la jornada) era, para muchos, la marcada en rojo desde el momento en que conocieron el cartel del festival a su llegada a la isla. Wil Butler, exmiembro de Arcade Fire, desembarcó en San Simón con su proyecto en solitario, en el que lo acompañan las Sister Squares, y que ofreció al público una experiencia próxima a los sonidos de la banda canadiense de la que se desvinculó hace ya tres años. Wil sudó la camiseta y volcó toda su energía para hacer botar a un público que empezaba a sentir la melancolía de saber que la hora de zarpar de vuelta al continente se aproximaba.
Pero para el final, el Sinsal se reservaba a Kabeaushé, todo un derroche de poderío sonoro e intensidad que provocó en Buxos una catarsis colectiva guiada por el poderío del keniata, que puso un broche dorado al festival con su magnético hip hop electrónico.
La música continuó de la mano de Photoner DJ en el escenario Malmequeres para los asistentes que tenían como puerto de destino el de Vigo, mientras que los que se dirigían a Meirande ya enfilaban el barco de regreso a tierra.
Como último regalo para todos ellos, un paseo por la ría de Vigo mientras el sol se esconde por los montes de O Morrazo, epílogo de una experiencia al alcance de muy pocas en Galicia.