En el concierto de Sting en Castrelos la noche de ayer servidor asistió sin acreditación, mezclado en la abundante masa de fans que abarrotaron el teatro al aire libre y toda zona colindante desde la que se pudiera ver algo ―o escuchar, cuanto menos al ex Police―. En esa localización un chaval, detrás de mí, le lanzó cual navajazo inmisericorde a su padre la frase lapidaria “yo quería ver a Nathy Peluso”. Ese momento me dio la mejor pauta para entender lo que estaba sucediendo allí mismo, en una comunión casi eucarística entre el autor de “Roxanne” y las presuntas (a decir de un exultante Abel Caballero telonero) 80.000 asistentes.
No vamos a detenernos demasiado en describir un concierto que ya ha sido fielmente retratado por Raquel F. Novoa esta misma noche. A mi juicio un espectáculo absolutamente profesional (solo faltaría, hablando de uno de los cantantes pop más famosos y longevos del planeta), con un Sting pletórico (ya investigaré que yoga practica el bajista y cantante para mantenerse así con setenta primaveras) y donde el respetable se entregó rotundamente a los clásicos: el público coreaba con fervor y sentido de la trascendencia “Message In A Bottle”, Englishman In New York” o “Every Little Thing She Does Is Magic” (por cierto, menudo triple ganador para comenzar su show… clásicos del pop) y desconectaba más (charlaba, miraba el móvil…) cuanto sonaban, por ejemplo, “Desert Rose” o “If It’s Love”.
The Police
¿Concierto memorable? Para el crío que pedía a la Peluso, no. Para el señor y la señora de cincuenta y pocos, sin duda. Porque es su “beat” generacional. Yo mismo acudí interesado al concierto porque The Police son mi banda sonora preadolescente. Empecé a escuchar música activamente (no los discos que había por la casa familiar) cuando The Police inundaron las radio fórmulas con ese cénit de la pirámide del Adult Oriented (Pop) Rock que es “Every Breath You Take”, aprendí lo que era el punk (con mucha sordina, suavecito, edulcorado para la radio fórmula) con el estribillo-cabalgada de “So Lonely”, y deseé ver en directo a un grupo por primera vez escuchando a The Police, a Sting.
Hubo una parte de mí ayer que, desde el presente y la experiencia (y la cruel frialdad) notó que estaba ante un concierto más de Sting, seguramente muy parecido al ofrecido pocos días antes en Murcia. Profesional, pero sin magia ni espacio para la sorpresa. Pero otra parte de mí se identificaba con ese niño que reclamaba a Nathy Peluso: el poder de la música popular es su potencia generacional. Al escuchar “Every Breath You Take” o “Walking On The Moon” pensé que me habría gustado viajar en el tiempo, a los primeros ochenta y decirle a mi yo casi imberbe que en un futuro (lejano) vería a Sting cantar esas canciones.
The Police, Sting, fueron mis Nathy Peluso, y recuperarlo (en buena forma, energético, con una voz estupenda) tiene algo de ritual mágico, ese que puede hacer del rock algo más que músicas de fondo. A determinadas edades nos transforma, y esa poderosa influencia nos abriga años, lustros, décadas. La música pop, rock, nos alimenta. Y no nos falla. Por eso ochenta mil personas vieron ayer el concierto de su vida.
C. Tangana
Pocos irán o valorarán así el venidero directo de C Tangana, pero creedme, cuando dentro de cuarenta años el Madrileño venga a Vigo como adusto dinosaurio y recupere en Castrelos “Tú Me Dejaste de Querer” o “Ateo” (sí, la que canta con Peluso), miles de cincuentones que hoy tienen doce o trece años lo vivirán como ayer nosotros disfrutamos a Sting. Es el poder de la música.