Antes de la gala final de ayer sábado 29 de enero había un run run. Bandini ganadora, Tanxugueiras, quizá, por la movilización del espectador gallego. Pero el poder decisorio del jurado (un pequeño club privado puesto por RTVE ahí, a decidir el 50% del resultado) no dio opción, arrastró hacia abajo a las favoritas del público y elevó al cielo (euro kitch) a Chanel con «SloMo». La artista ha obtenido 96 puntos frente a los 91 que ha logrado la catalana Rigoberta Bandini y los 90 de nuestras Tanxugueiras (con un masivo voto popular, por otro lado). La indignación del espectador fue palpable en redes sociales, a través de hastags tan directos como #eurotongazo (66,3 mil Tweets en el momento de escribir estas líneas). Volveremos al sentir popular en un rato, pero la cuestión excede gustos divergentes. Porque las explicaciones a lo sucedido son… interesantes.
Para empezar analicemos las características de las dos opciones «perdedoras» y la que se llevó los votos del jurado: frente a una actitud moderna, #metoo, feminista, universalista (hablemos de la oportunidad perdida por llevar una lengua digamos local a un entorno europeísta) y musicalmente plena de personalidad (ambos temas se incrustan en el libro de estilo de sus autoras), ‘SloMo’ no trasciende, es un reggaetón bajo en calorías y con poco pincantón, anodino y que no transmite autoría o personalidad. Y esto está en el rugir de internet: lo bueno ha caído ante lo malo. Pero el problema tiene otro calado más profundo y… feo, que el gusto de cada quien. Si aquí estuviésemos hablando de lo que le gusta a unos o a otros, no hay debate. Constata una divergencia, nada más. Pero ya han salido noticias que apuntan a asuntos turbios, a que Chanel, mira qué cosas, arrieros somos en el camino nos encontraremos, es/fue bailarina de Miryam Benedited, o al menos ha bailado bajo sus órdenes en el programa de A3 «Tu cara me suena», como ha revelado La Voz de Galicia. Benedited es miembro del jurado, sí… Con todo esto no es lo peor a mi juicio. Lo más grave es entender el espíritu, retorcido, que anima todo el Europroceso, la selección y los votos.
Cuando hace años (2008) «la Gran Broma» de El Terrat barrió en votos populares y hubo que llevar a Eurovisión al actor español David Fernández en su performance de Rodolfo Chikilicuatre, a alguien le quedó clara una cosa: nunca máis. Control sobre el proceso. Pero perder el voto popular, al tiempo, suponía perder un importante arma para «enganchar» al espectador, en la era de la tele realidad y los talent shows donde «tu voto lo decide todo». Así llegamos al punto Benidorm, un equilibrio ¿perfecto? Parece que no tanto. Y aquí entramos en el necesario desentrañamiento del alcantarillado del asunto. Como ha comentado en redes sociales el periodista Josep Manuel Silva, en esta edición del concurso de candidatos para Eurovisión teníamos a dos muy posibles ganadoras, Tanxugueiras y Rigoberta Bandini, que, desde el pop y del folk digamos indies, presentaron sendas composiciones propias. Son sus temas y por tanto a ellas pertenecen los derechos de esas canciones (ya famosas sin pasar el recorrido publicitario del concurso euro televisivo de aquí a mayo). Esto es, la pasta generada revertirá, en la proporción que toque, en ellas mismas.
Chanel canta y baila, sexualiza su cuerpo en una coreografía donde le arrancan partes de su vestuario unos varones musculosos, y todo esto, que no es fácil de hacer, lo hace muy bien. Pero no ha compuesto «SloMo». Detrás del tema y de la propuesta está, y vuelvo a las palabras de Silva en Twitter, un productor americano que ha trabajado con Madonna, Black Eyed Peas o Britney Speas. También Leroy Sánchez que compuso «Voy a quedarme», canción que representó a España en Eurovisión con Blas Cantó. De modo que los derechos que cobre el tema eurovisivo pertenecen a un equipo externo, no a la intérprete. Lo importante es generar derechos para los autores, y que esos derechos recaigan en artistas-autoras independientes no es el objetivo del Benidorm Fest, ni de Eurovisión ni de nadie en este enorme chiringo.
No llamaremos tongo a esto, porque hay unas bases y quien se apunta a este juego del calamar musical ya sabe a qué debe atenerse, y qué peso tiene el voto de un jurado, pero me parece pertinente que se sepa cómo son las cosas, o cómo algunos las ven (me remito a los interesantísimos tuitts de Silva una vez más).
Pero Tanxugueiras han ganado
No sé si afectará todo esto en la carrera de Rigoberta Bandini. Su proyección ya era meteórica, desde que deslumbró hace dos temporadas con «In Spain we call it Soledad», y aquí pudo tener un trampolín vertiginoso. O quizá con lo servido ya tiene plataforma para seguir creciendo (quizá menos mainstream de lo que hubiera deseado). Pero Tanxugueiras ya han ganado. Basta acercarse a cualquier # que las perfile en una red social para entender el símbolo de galleguismo moderno, orgulloso, transfronterizo, inclusivo y feminista en que se han convertido en Galicia. El aroma evidente de «tongo» en lo sucedido ayer no hunde sino que reflota su imagen de «guerrilleiras vogando contra a marea», instaladas en una respetabilidad que uno no sabe si merecen (¿por qué ellas y no Mercedes Peón, Trilitrate o Aliboria? Momento y lugar adecuado, inteligencia en lo oportuno…) pero que es innegable.
Tanxugueiras aquí (Galicia) y ahora (derrota-fake en Benidorm) son un símbolo. También una nota de orgullo patrio, nacionalista incluso, acostumbrados a que nos hagan estas cosas (aquí estamos, 2022, estrenando a medias un AVE que se nos antojaba más mito que el unicornio ya). Y si Bandini ya estaba claramente encaramada en las cumbres del indie, Tanxugueiras están empezando sus propios ascensos. Lo hacen con un amor desmedido del país (créanme si me leen desde fuera de Galicia: no recuerdo algo así desde, quizá, el éxito de «O que arde» ―la famosa cinta de Oliver Laxe de 2019―, pero ahora amplificadísimo).
La pregunta ahora sería, pues: vale, chao a este festival euro boom boom, eiche o que hai, pero cando eran los Premios Grammy ao mellor álbum de world music?