El fenómeno actual de Tanxugueiras, con su fusión de electrónica y ritmos tradicionales gallegos rumbo a Eurovisión, probablemente no se habría entendido igual si hace 25 años un disco no hubiese dejado marcado ya el camino hacia el firmamento, «A Irmandade Das Estrelas», de Carlos Núñez.
Aquel álbum, del que se despacharon 100.000 copias, fue emblemático para la música española porque volvió a poner en boga el folk tras años de destierro y sembró la semilla del sueño de su entonces joven autor: «Que algún día la gente del ‘mainstream’ de aquí se inspirase en la música tradicional igual que sucedía en América», afirma a Efe.
El contexto previo no hacía vaticinar ese resultado. Tras un primer momento en el tardofranquismo y primeros años de la Transición en los que se quisieron recuperar las raíces abandonadas, los años 80 llegaron para barrer con todo aquello «que pudiese oler a antiguo, a pasado», lamenta Núñez, enamorado de esta «música trascendental porque conecta con cosas muy grandes, como la naturaleza».
Nacido en 1971 en Vigo, tuvo la cuestionable suerte para un estudiante de música tradicional de iniciar su juventud en la ciudad que, tras Madrid, abanderó La Movida y que vio nacer a bandas míticas de rock como Golpes Bajos, Aerolíneas Federales, Os Resentidos o Siniestro Total.
«Se llegó a decir que ‘Vigo se escribía con ‘v’ de Madrid’. Vi a muchos gaiteros llorar por sentirse incomprendidos. Yo pasé aquella década confinado, como los alumnos de ‘En el nombre de la rosa’, porque la movida estaba fuera, también el éxito, y nosotros, adolescentes, andábamos estudiando gaitas y flautas», rememora este músico que se forjó entre el Conservatorio y la música tradicional.
De repente todo cambió en los 90. «Salió el sol, porque se puso de moda en todo el mundo la música celta», señala Núñez, que en ese tiempo previo de labor silenciosa había conocido al gaitero irlandés Paddy Moloney y su archiconocida formación, The Chieftains. Con 18 años, se lo llevaron a una de sus interminables giras mundiales con más de 100 conciertos, en los que un día igual recibían como invitado a Bob Dylan que a Sting.
«Recuerdo que mi primer concierto con ellos fue en el Carneggie Hall de Nueva York, compartiendo cartel con The Who, Pearl Jam, Alice Cooper, Spin Doctors y Lou Reed. Aquellos roqueros hablaban con un cariño y respeto hacia la música celta alucinante. No eran como los que yo había conocido en España», destaca.
Poco después llegó la oferta de su primer contrato discográfico con BMG Ariola y con solo 23 años grabó su álbum de debut, «A Irmandade Das Estrelas» (1996). «Fue alucinante. Invité a Luz Casal, que ya era una estrella, y aceptó aunque no me conocía nadie. La junté con Ry Cooder, que vino desde Los Ángeles y al que había conocido por The Chieftains, que también participaron, como Dulce Pontes», destaca.
Afirma que aquel disco fue «como una de esas conchas de los peregrinos que marcan muchos caminos diferentes» y abrió diversas vías que ha seguido explorando a lo largo de este cuarto de siglo, como conectar España con el Atlántico de Irlanda o Escocia y este, a su vez, con el Mediterráneo y el flamenco, «que es lo que es España».
Siguiendo el consejo de Jordi Savall, asumió también la pervivencia y dimensión histórica de esas músicas, «que existían hace 25 años y en los tiempos de Beethoven». El último peregrinaje propuesto fue la fusión con la música electrónica a través de músicos como Afro Celt Sound System, del sello de Peter Gabriel.
«Mi sueño era que algún día la gente del ‘mainstream’ español se inspirase en la música tradicional y lo más increíble es que 25 años después, ese sueño se ha hecho realidad. Existe una generación de artistas que se inspiran en ello para decir cosas nuevas», presume, antes de citar a Rozalén, Rosalía, Vetusta Morla (con su reciente disco «Cable a tierra»), Amaia (que ha lanzado la jota «Yamaguchi») o C. Tangana (con quien ha estado en contacto recientemente).
En ese grupo también están las jóvenes Tanxugueiras, con las que ha colaborado en el apéndice a «A Irmandade Das Estrelas» que acaba de editar, en el que también han participado la citada Rozalén, Iván Ferreiro, Glen Hansard o Andrés Suárez, entre otros.
«Lo más novedoso de la propuesta de Tanxugueiras no es que canten en gallego, sino que hayan colado una producción para Eurovisión que es una muñeira con música electrónica», celebra Núñez, para quien «España es el mejor país para este tipo de aventuras porque las tradiciones están vivas, como la gaita, que lleva al menos mil años en la península».
De gira para presentar sus clásicos y prodigarse en los temas de este disco emblemático, el próximo sábado llegará al ciclo madrileño Inverfest rodeado de invitados e invitadas sorpresa.
«Recuerdo ir a Madrid al Conservatorio con 16 años y entonces me parecía un país diferente. Me preguntaba si alguna vez les llegaría a gustar nuestra música a los madrileños y hoy puedo decir que Madrid, Valencia o Barcelona son también mi casa», celebra el gaitero.