Imposible para una sola persona gestar todo lo que sucedió entre el 14 y el 17 de agosto en los dos escenarios del que, posiblemente, sea el mejor festival de rock del noroeste peninsular. Por organización y por el cartel selecto y de primerísimas figuras de la música alternativa. Según ha señalado la organización, cerca de 100.000 personas acudieron a esta cita.
Nosotros hemos disfrutado los tres últimos días, un contínuum de música non-stop que comienza a las 17:30 de cada jornada y concluye cada día pasadas las cinco de la mañana. Un desfile maratoniano de primeras figuras del rock alternativo y muchas emergentes en el que destacaron el post punk y el “shoegaze”, pero en el que brillaron diversos estilos en una propuesta heterogénea e internacional.
Lo hacen en un festival de proporciones acertadas (dos únicos escenarios, lo que permite que ni un solo concierto se solape con el de otro artista), cómodo (su escenario principal es una ladera y así es difícil no tener, desde cualquier lugar, una espléndida visión) y con varias zonas de comida: nada de sistemas “guays” ‘pero engorrosos’ para el cobro de los food trucks, nada de monedillas del festival a canjear en una interminable cola: con euros corrientes y molientes o con tu tarjeta de crédito/débito, en los puestos de alimentación recibías atención rápida. Organización perfecta (décadas de engrase dan este resultado) para un menú musical de órdago, del que destacamos los siguientes nombres.
El día 14 nos perdimos propuestas a priori tan interesantes como Shampa (compositor y productor con quien colaboró El Guincho, productor de “El mal querer” de Rosalía y autor capital del alternativo nacional), o Model/Actriz, joven formación de post punk.
Género que el jueves 15 gozó de nombres como los oscuros Deeper, que recuerdan vocalmente a The Cure (quizá haciendo covers de Joy Division u otro grupo más anguloso que el de mr. Robert Smith), o los ya consolidados Protomartyr con catorce años de intachable trayectoria.
Pero en principio la carta ganadora de la jornada podría haber sido el rock tenso, anguloso de Sleater-Kinney. Treinta años de carrera intachable avala a la banda de Corin Tucker y Carrie Brownstein. Su directo fue fibroso, pero también algo frío.
Quizá por ello la banda que realmente más asombró en la jornada fue, en el escenario Yorn, Wednesday. Melodías country rock empapadas en guitarras arrolladoras, terremotos sonoros (melodía y ruido: “shoegaze”) comandados por la voz frágil de Karly Hartzman, autora de letras confesionales, voz que ocasionalmente muta en aullidos asombrosamente salvajes. Que con risa de chica buena pidiera formar entre el público una zona para hacer “pogo” convirtió el show en una fiesta alocada de saltos, gente volando por los aires llevada hasta el escenario y emoción tangible. Ganadores del día. Quizá con permiso de Protomartyr, a los que no pudimos ver.
Si algún despistado no sabía que el viernes 16 era el día de Idles, le hubiera bastado fijarse en las camisetas de la gente. Antes del bolo de la banda bristoliana, disfrutamos de bandas como los galos Nouvelle Vague con graciosas versiones de temas pop, rock en clave lounge. O el bolo electro de Branko, el pop rock ensoñador de Beach Fossils o con la cantautora Cat Power (carismática, incluso en la zozobra de una manifiesta incomodidad ante problemas técnicos que constantemente pedía solucionar). Tras ese concierto la edad media del público descendió notablemente.
En el escenario Vodafone era el turno de girl in red, que para despistados podemos comparar con Olivia Rodrigo, en una versión deslenguada y queer (letras explícitas al respecto). El escenario propuesto por Marie Ulven (nombre real de “la chica de rojo”) fue propio de una estrella, con una escalinata, una enorme campana sobre sus cabezas, lenguas de fuego y artificios varios en el frente del escenario… para una actuación enérgica, algo lastrada por una gestualidad aparentemente entregada que olió a algo impostada.
Pero también sostenida en discos más que interesantes y una comunicación cercana entre la estrella y sus fans. A ella le siguieron los que serían dueños de la jornada, unos Idles poderosos, comunicativos, muy salvajes aunque porque no decirlo, también bastante “guionizados”: arengas sobre Palestina (que estuvo muy presente en varios conciertos, no solo en el de Idles), declaraciones de amor verdadero al público, los guitarristas lanzándose al público cada dos por cuatro para provocar la locura del “mosh” (gente nadando sobre la marea humana en las primeras filas).
Todo secundario frente a sus logros: un sonido de apisonadora punk y el liderazgo escénico brutal de Joe Talbot, uno de los más contundentes frontman del rock actual. Así pues, ¿guionizados o naturales? Da igual: arrasaron. Y dejaron un listón alto para la jornada del sábado.
Nada que temer, el día más concurrido era también el de nombres más potentes y reconocidos. Hasta históricos. Lo son Superchunk, juventud contundente a 35 años de sus primeros pasos. Lo son Slowdive que ofrecieron uno de los shows del festival: lección de música shoegaze, psicodélica y “transportadora” donde la delicadeza y la contundencia (sus muros de ruido blanco embriagadores) se dieron la mano, como lo hicieron temas cásicos de su repertorio (“Souvlaki Space Station”) con los de su trabajo de 2023.
Y si hablamos de clásicos, hay que citar a The Jesus and Mary Chain. En su obra de los años ochenta tuvo su inspiración la carrera de demasiadas bandas para hacer un censo: de nuestros Triángulo de Amor Bizarro a Garbage, los muros de distorsión y las melodías perfectas de los hermanos Reid han marcado el curso del rock alternativo de los últimos cuarenta años.
En su presentación en Paredes de Coura hicieron gala de su desidia escénica, y de una profesionalización que choca con la interpretación de los temas de sus inicios (esto es, los más anárquicos de su repertorio) pero que también elevó la intensidad de las piezas de su reciente “Glasgow Eyes”, disco de retorno de los escoceses en 2024 que sonó mucho más contundente en directo.
Uno de los grupos que algo les debe también es Fontaines D.C. Su post punk nervioso engrasa guitarras en la distorsión que tan bien manejan los escoceses, y cuando se ponen melódicos (como en su reciente “Favourite”) también pueden recordar lejanamente a piezas de los maestros.
En lo que no coinciden es en lo de la desidia: la banda liderada por Grian Chatten (un verdadero animal escénico capaz de embriagar sin apenas dirigir media frase al público en todo el concierto) demuestran una entrega visceral al nivel de las de Idles, pero enriquecida con tantos matices sonoros que su rock ‘ahora post punk, ahora indie, aquí con toques de música urbana, luego con guitarras acústicas’ no solo fue el que más público congregó en todo el festival: también fue el mejor concierto.
Fontaines D.C. son, sin duda, la mejor banda de rock del momento, y tocaron a 40 minutos de Vigo.
Como lo hicieron artistas y bandas sobresalientes y de estilos tan diversos como Baxter Dury, Hurray for the Riff Raff, Sprints o Andre 3000.
Privilegio.