La de esta noche en Madrid debiera haber sido una celebración de 40 años de Siniestro Total. «Pero con el parón por la pandemia se pierde la inercia y, viendo las fuerzas, retomar la carrera estaba complicado», señaló el grupo al explicar cómo este concierto terminó convertido de repente en su adiós de los escenarios.
Por si el doble motivo que ha hecho de esta una cita histórica no fuese suficiente, la que ha sido una de las bandas españolas más emblemáticas reclutó de nuevo a algunos de sus exintegrantes más importantes, especialmente a Miguel Costas, quien abandonó sus filas en 1994 tras haber puesto voz a su producción más significativa.
Además de él, por el Wizink Center de la capital y ante los 16.000 espectadores que agotaron todo el aforo en una semana han desfilado este viernes Segundo Grandío (vais a escuchar «Chusma» con dos bajistas», han celebrado) y Alberto Torrado (para su tema «Tumbado a la bartola»).
Con 14 discos de estudio en el mercado desde el inicial «¿Cuándo se come aquí?» (1982), uno de los principales retos de este punto y final era reducir ese enorme repertorio cargado de subversión, retranca y cachondeo a un «setlist» asumible «para todas las sensibilidades».
Sus «40 años sin pisar la Audiencia Nacional», como dieron en llamar a esta minigira de dos conciertos (mañana volverán a este espacio), se ha sintetizado finalmente en cerca de dos horas y media de concierto y más de 40 cortes, sobre todo de su primera época, hasta «Made in Japan» (1993), tras el que se produjo la salida de Costas.
No han faltado ni temas seminales como «Ayatolah!», con el que todo comenzó, ni algún guiño a su etapa más reciente, como «La paz mundial», ni por supuesto imprescindibles como «Bailaré sobre tu tumba», «Assumpta» o el himno «¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?» como broche a la celebración.
Porque no ha sido una noche para llorar, sino para izar los puños y los vasos de cerveza, colgar los brazos del hombro del amigo más cercano y revivir tantas buenas farras que en la memoria de varias generaciones llevarán como banda sonora las canciones del «grupo de rock que nació para acabar con el rock» en el Vigo de la reconversión industrial.
Así se ha percibido desde que a las 21:45 horas Julián Hernández y compañía han irrumpido bajo la sintonía de la serie de TV «Corrupción en Miami» y, al grito de «Buenas noches, Santander!» (sic), han arrancado la música con «Tan hermoso» y, sin descanso, «Rock en Samil».
«Estamos aquí para pasar una fiesta», ha proclamado el líder de «Siniestro» antes de legarle el micrófono oficialmente a Miguel Costas para cantarle primero a «Assumpta» (esa «chica tan mona que vivía en Barcelona») y, después, a «Ay Dolores».
Lo que al inicio hurtaba la calidad del sonido, emborronado y sucio, lo suplía la entrega tanto del grupo en formación de sexteto como la del público ante cortes icónicos que pasaban fugaces y coreados por miles: «Opera tu fimosis», «España se droga», «Camino de la cama», «Pueblos del mundo, extinguíos»… «Es increíble que paguéis por cantar», ha bromeado Hernández al respecto.
Cabía el riesgo de que la velocidad y ese constante estado álgido llevara la velada a cierta atonía por homogeneidad de los momentos, sin una foto nítida de los hitos. Pero entonces llegaban cosas como el desarrollo a las guitarras entre «Cultura popular» y «Yo dije yeah» o, claro, canciones como «Diga qué le debo» que redoblaban los saltos como si no hubiese pasado ya una hora de actividad aeróbica.
En la hora siguiente se ha visto a Javier Soto asumir el papel de vocalista en «Fuimos un grupo vigués» y a Óscar Avendaño «Sobre ti», ventilarse en un suspiro temas de sus primeros discos como «Todos los ahorcados mueren empalmados» y hasta reventar una guitarra contra el suelo como prolegómeno a «Joder Cristina».
La velocidad en potencia hiperespacial a estas alturas les ha llevado a «Matar jipis en las Cíes», a «Bésame, soy gallego» o a «Ponte en mi lugar», con letra de Germán Coppini, al que han dedicado un recuerdo especial, igual que al resto de aliados desaparecidos en estas cuatro décadas, véase el productor de ZZ Top Joe Hardy, que también trabajó con ellos.
Para el tramo final han quedado temas inasumibles por la sensibilidad actual como «Cuánta puta y yo tan viejo» o el citado «Ayatolah!», también su versión de «Sweet Home Alabama» retitulada «Miña terra galega» (celebrada como si Madrid fuese Vigo) y, cómo no, un órdago final con «Bailaré sobre tu tumba», «¿Quiénes somos?…» y, como colofón, su remedo de «Highway to hell»: «Somos Siniestro Total».
En el aire queda ahora lo que respondieron al ser preguntados, con el recelo que persigue a cualquier banda que a día de hoy anuncia a bombo y platillo una gira de despedida, si esta será realmente la última vez: «Podemos mentir, pero tendrán ustedes que creernos».