Música, series, libros, juegos… ¿puede un verano aprovecharse desde la búsqueda del ocio y cultura personal, en tiempos de precaución y responsabilidad? Apostamos que sí
Es indudable que el Covid-19 ha trastocado nuestro modo de ver y entender el verano. Las aglomeraciones humanas y los grandes desplazamientos de temporada alta han dejado paso a programaciones estivales más selectas, a viajes menos tumultuosos, a potenciar, se dice, el turismo patrio o incluso el local. En este estío adaptado a la nueva normalidad el consumo de entretenimiento y cultura puede ser una propuesta no menos interesante: ¿por qué no cambiar (solo temporalmente) el viaje y las infinitas colas de museos de moda por tardes tranquilas y ociosas en una recoleta casa rural, por ejemplo? Propongamos algunas opciones de ocio personal ―quizá más interior― para nuevos contextos, con una serie de propuestas culturales y lúdicas para un veraneo necesariamente distinto a cualquier otro.
- Un ensayo pandémico: “El mapa fantasma. La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo moderno”, de Steven Johnson (Capitán Swing Libros)
Hay ya, por supuesto, mucha literatura y ensayos alrededor de la pandemia del coronavirus. Son necesarios pero quizá para un deleite veraniego prefiramos aproximaciones más tangenciales. Una forma es leer sobre pandemias pretéritas, aunque sea en un ensayo crudo como este “mapa fantasmal” altamente recomendable. El libro se fija en el insalubre Londres del verano de 1854. La ciudad, en un contexto 100% dickensiano, fue azotada entonces por el cólera. El divulgador científico Steven Johnson nos cuenta la terrible historia de la epidemia a través de dos personajes: el doctor John Snow y el reverendo Henry Whitehead. Juntos enfrentaron la enfermedad usando su conocimiento local y un primigenio método científico en sus investigaciones. El libro sabe combinar erudición y capacidad de enganchar al lector.
- Un disco intimista: “Punisher”, de Phoebe Bridgers (Dead Oceans / Popstock!).
Phoebe Bridgers es una veinteañera californiana autora de un debut emocionante y contenido, “Stranger in the Alps” (2017). Un disco que la ubicó rápidamente en el pelotón de nuevas autoras del indie-folk americano. Traspasó lo musical al acusar de toxicidad emocional y abuso (incluso a través de una canción, “Motion Sickness”) al famoso cantante Ryan Adams. Pero lo fundamental de Bridgers es su música exquisita y de poso melancólico, a veces agrio, a veces meloso. Y que ha retornado con un “Punisher” maduro, repleto de arreglos delicadísimos que saben mantener el equilibrio entre lo minimalista y lo suntuoso. Temas de corte autobiográfico y algún himno tan bonito como “Kyoto”. Para un verano emocional.
- Una serie sutil: “Normal People”, de Lenny Abrahamson y Hettie Macdonald (Starzplay).
La inesperada sensación internacional durante el confinamiento. Un drama de la BBC Three y Hulu, basado en la novela del mismo nombre de Sally Rooney. Una historia de descubrimiento del amor en el tránsito de la adolescencia a cierta primera madurez rodado con gusto exquisito, sin autocensuras y con un tratamiento de personajes enormemente cuidado. Un relato de matices sobrecargado de emoción cuyo estreno en España ha sido el pasado 16 de julio en la plataforma Starzplay. Quizá sea bueno plantearnos perdernos en una historia de amor e incomunicación en los tiempos (je) del cólera, o de la pandemia, vamos…
- Una novela gráfica/libro ilustrado: “Barrios, bloques y basura” de Julia Wertz (Errata Naturae)
Qué placentero es encontrarnos con obras que desafían las categorías. ¿Es “Barrios, bloques y basura” un libro de viajes, una novela gráfica, un libro ilustrado? ¿Un ensayo o un libro-objeto para el turista que vuelve encantado y quiere saber más? ¿Un libro de historia y geografía urbana…?
Pues al final lo que nos queda es una obra vibrante, de lenguaje directo y coloquial que detalla las investigaciones de su autora alrededor de la ciudad de Nueva York, su historia más íntima, la que va de la evolución de las calles de Manhattan a las pequeñas historias de librerías independientes o los problemas medioambientales que genera la capital del mundo.
- Flamenco del s. XXI: “Sanación” de María José Llergo (Sony).
Que el flamenco vive una edad dorada, o al menos fascinante y dinámica, está fuera de toda duda. Sus dominios han sido transitados por nombres de vanguardia como El Niño de Elche y han sido reformulados para la generación millenial con talento y éxito sin parangón por Rosalía. Y del manantial jondo aún manan joyas nuevas. La última, María José Llegro, que planta un pié en la ortodoxia (un cante casi mísitico) y otro en el presente (con puntuales aromas electrónicos) en “Sanación”. Un disco que además de breve es suculento y, por descontado, esconde entre sus surcos el gran éxito de la cantaora: “Niña de las dunas”.
- Un juego de mesa basado en un clásico: “Tiburón” de Prospero Hall (Ravensburger)
¿Nos jugamos una peli? ¿Una de veranos y situaciones de alarma? Pues ni pintado: “Tiburón” nos ubica (a dos, tres o cuatro jugadores) en la película de Steven Spielberg trasladada al tablero (a dos tableros, de hecho). Y como en aquella, el juego se divide en dos fases: primero el acoso del escualo a las playas y mares de Amity Island, y la segunda fase recreando la caza del tiburón en el barco del cazador Quint.
Con numerosas reseñas positivas de los divulgadores del sector más fiables, ante este “Tiburón” jugable descubriremos una oferta de entretenimiento familiar que nos hará recordar las más famosas escenas de la película de Spielberg. Así como disfrutar de un divertido juego de cazadores y cazados ideal para estas tardes que poco a poco ya se van acortando.