¿Se puede decir que es un ex-atleta?
Al menos, ex-atleta de élite. Sigo con el grupo de entrenamiento y el año pasado competí para ayudar al club en ligas, pero nada más. Mi intención era llegar a Río, pero entre lesiones, falta de ayudas y la apertura del mundo laboral, opté por cambiar. Llevo dos años con un trabajo, me surgió la posibilidadad y tal como estaba la situación, opté por tomar este camino. Hace diez años, antes de la crisis era asequible ser atleta profesional. Ahora es más complicado y, además, los jóvenes lo tienen más díficil que antes. Cuando empecé, si era campeón de España, recibías una buena beca, pero ahora, si pasas lo 26 años, no tienes derecho a ella. Económicamente es inviable.
¿Hacia dónde orienta su futuro?
Puedo decir que yo cumplí el sueño americano. Desde pequeño dije que quería ser un deportista olímpico, y lo conseguí por partida doble. También dije que quería ser entrenador y también lo he conseguido. Es lo que soy ahora y, además, trabajo en un gimnasio. Tuve la suerte que el que fue mi preparador físico y entrenador en los últimos años tenía un negocio y ejerció de mecenas. Me aseguró que al terminar la carrera, tendría trabajo y en 2012 surgió la oportunidad. Hacer lo que quieres en la vida no le pasa a todo el mundo y yo puedo decir que lo alcancé. Aproveché mi nombre para hacerme entrenador, pero después también tienes que demostrarlo. Esta es la quinta temporada en la que dirijo a un grupo de atletas y llevo dos años en el gimnasio en el que también tenemos un grupo de running. Cuando llegué a Vigo tuve la suerte de tener un entrenador como Antonio Fernández, que estaba jubilado y se dedicó siempre a mí. También tuve suerte de que le gustaba explicar y, desde el principio, le preguntaba el por qué de todo. Teníamos charlas muy largas sobre las causas de las cosas. Siempre tuve esa inquietud y, además, ahora tengo un bagaje de más de quince años como atleta de élite. Cuando viajaba a una competición, me encantaba ir los días previos a observar a la gente para analizar sus métodos de trabajo y también intentaba hablar con ellos y con los entrenadores.
«En 2012 estaba en el mejor momento de mi carrera para intentar ir a mis terceros Juegos. Sin embargo, en abril caí mal en la colchoneta, que estaba rota, de salto de altura y me hice un esguince cervical. En pleno abril tuve que parar un mes. Resultó imposible»
¿Ser decatleta es lo más díficil en el atletismo?
Es muy complejo. Preparar a un atleta de pruebas combinadas es difícilisimo. Tuve la suerte y también la dificultad de que, desde pequeño, ya fui atleta de élite con buenos resultados. De júnior ya comencé a entrenar en doble sesión mañana y tarde y ahí divides al trabajo. El problema que existe con un decatetla es cuando te encuentras a uno que no puede ser de élite o no lo va a ser. Sólo puede entrenar cinco o seis días por semana. ¿Cómo comprimes todo el entrenamiento de diez pruebas en una sesión diaria? Se hace muy complejo. Cuando me apareció trabajo, en 2012, intenté seguir, pero resultó imposible. No tienes tiempo a entrenar todo, a descansar y a dedicarle a la actividad profesional. Ahora, tengo más heptatletas (mujeres) que decatletas (hombres) y quitar tres pruebas, entre ellas la pértiga, facilita mucho los entrenamientos. Un cambio muy grande. También tengo un grupo de pértiga.
¿Un decatleta cuántas veces más que el resto trabaja?
No es que trabaje más. Es más complejo. Mucha gente dice que ha sufrido en el entrenamiento, que es sacrificado. Puede ser que en mi carrera sacrificara cosas por el atletismo, pero nunca he sufrido, disfrutaba en el entrenamiento. He vomitado al terminar de entrenar, pero no he sufrido. Lleva más horas, pero las distribuyes de otra manera. Un corredor de fondo es lo más simple, no te exige tanta intensidad y, por este motivo, hay tanta afición al ‘running’. También es cierto que cuanto mayor es el nivel, mayor es la dedicación. También depende mucho del planteamiento. Hay atletas que se lo toman en serio y tienen que trabajar mucho, hay otros que vienen a las pistas para apartar el estres y el trabajo es mucho más lúdico.
«Con el paso del tiempo, veo que mi método de entrenamiento igual no era el mejor. Me gustaría volver a hacer todo lo que hice mal, pero eso pasa en todas las facetas de la vida»
Subcampeón del Mundo júnior. ¿Qué le faltó para estar en la primera línea mundial?
Mi gran batalla fueron siempre las lesiones. Ahora, con el paso del tiempo, veo que mi método de entrenamiento igual no era el mejor, pero es fácil decirlo cuando todo pasó. Me encantaría volver a tener diecinueve años y volver hacer todo lo que hice mal. Pero eso pasa con todas las facetas de la vida. No puedes decir nada, un atleta está asesorado y hace lo que puede. Tampoco hay que echarle la culpa a mi entrenador y decir que es un paquete. No es cierto, mis entrenadores se desvivieron por mí e hicieron todo lo que sabían. En cuanto a las lesiones, igual si llego a tener unas instalaciones de verdad no hubiera tenido tantas. No pasar tanto frío, ni estar a la lluvia, ni con tanta humedad… Yo me iba casi todos los años durante una etapa fuera, en invierno. Si hubiera vivido en Canarias igual hubiera tenido mejores resultados. Es una opción. Aquí hay pocas alternativas, pero no podía marcharme. No podía pedirle a mi entrenador que se fuera conmigo un mes y estar alejado de la familia. Bastante me dedicaba, que estaba jubilado y pasaba muchísimas horas conmigo. Me acuerdo un año, en 2001, que terminé la termporada con diez sesiones de pértiga y cinco de ellas en Madrid. Fue un año que llovío sin parar y las marcas se resienten. Si analizas los mejores años, que fueron los que se disputaron Juegos, fueron inviernos poco lluviosos. En ellos, pude entrenar.
¿Cómo le afectaron las lesiones?
Fue otra lucha y también tiene su historia. Me rompí el astrágalo en el 2000 y estuve un mes parado. Se recuperó, pero nunca llegó a soldar. Quedó ahí, en la articulación hasta 2008 que, en el Campeonato de España, intentando hacer la mínima para Pekín, apoyé mal en la novena prueba (jabalina) y se movió. A los Juegos fui cojo y cumplí lo que pude. Es otro aspecto que aún me da mucha rabia porque no pude dar mi mejor nivel. Es cierto que, en aquella época, estaba con entrenador y preparador físico y las lesiones, especialmente las musculares, me habían bajado. Lo del tobillo fue un accidente. Aún así, opté por irme a Madrid a buscar un método diferente, pero ya llegué con esa lesión. Además, en el otro pie tenía otro problema, que desde 2004 que conseguía retener con tratamiento de fisioterapia. En Vigo, si me empezaba a doler, iba a la clínica y fuera. En la residencia Blume… una cita con los fisios tardaba una semana. Vas a un centro de alto rendimiento y el mejor tratamiento estaba en casa. Probé muchos métodos, pero al final pasé por el quirófano con 28 años y mucha gente me decía que lo dejara. Quise hacerlo, me recuperé y conseguí tres títulos de campeón de España consecutivos. Llegué a 2012 y estaba en el mejor momento de mi carrera. Es cuando más fuerte estaba. En un entrenamiento, caí mal en una colchoneta de salto de altura, por supuesto, una colchoneta de hace veinte años que estaba rota, y me hice un esguince cervical. Quince días con el brazo sin mover y un mes para empezar a correr. Me pasó en abril, en plena preparación. Hice un intento de mínima para ir a los Juegos y no llegué por poco. Las marcas fueron buenas, pero en los lanzamientos no podía, sufría dolores de cabeza constantes por las cervicales. Ahí se fue al garete y estaba muy en forma. Fue también gracias a la experiencia, ya sabía muchas cosas que me iban bien.
Las pértigas, una fuente inagotable de anécdotas.
Otra más. En los dos últimos años fui al mitín de Tenerife de pruebas combinadas. Si siguiera en activo, no podría ir porque llevar las pértigas suponía 800 euros desde el Aeropuerto de Vigo. Sólo las pértigas y no te lo puedes permitir. En 2013 fui a Burdeos, que está ahí al lado, me quedé un mes sin pértigas y es un lugar que está al lado. Pero tengo muchas anécdotas. Un año tuve que ir corriendo por Barajas con las pértigas porque no entraban en el avión. Otro año llamé a Iberia, le especifique la altura y el peso de las pértigas. Me buscaron el avión, el día y la hora y al llegar allí, se había cambiado el vuelo y no entraban. A esperar otro día, si es que había. Me acuerdo en 2011 que los pertiguistas de la selección española y los decatletas se quedaron en Madrid sin ir a un Campeonato Iberoamericano porque no entraban las pértigas en el avión. Era un vuelo transoceánico. Soy entrenador de pértiga, pero creo que incluso debería quitarse del calendario porque no existe una igualdad de condiciones. Una anécdota muy buena me pasó en Vigo. Tenía que volar a Madrid con las pértigas a las 8 de la mañana. Llamé al taxi, avisé de que tenían que llevarlas al aeropuerto y claro, especifiqué que tenía que ser grande. La empresa buscó y me dijeron que no había problema. El conductor, al llegar, me dijo que se negaba a llevarlas, que eran muy grandes y que era ilegal, que él no sabía que eran tan grandes. Al final, terminamos yendo por caminos de cabras hasta Peinador para que no nos pillara la policía…