Puede ser una simple contractura, una rotura de fibras, la fascitis plantar o la periostitis tibial. De esta última no escuchaste hablar nunca, pero es de las que más quebraderos de cabeza dan a los corredores. Una tortura más habitual de lo que parece. Pero ya hablaremos de ella más tarde. Primero vamos a analizarlas diversas causas por las que de producen las lesiones y cómo prevenirlas. Curiosamente, no hay grandes milagros, casi siempre son cuestiones simples.
- Condición física inapropiada. ¿Para que te metes? Aquí somos valientes, nos gusta correr. Pero hombre, si no lo haces nunca y te metes 15 kilómetros puede ser que termines con agujetas hasta en la pestañas, trescientras contracturas y, con un poco de mala suerte, alguna lesión mayor. No lo hagas todo en un día.
- Técnica de carrera deficiente. Un mal generalizado por un motivo simple. Casi nadie sabe correr y somos menos los que tenemos un entrenador. Ya lo escribimos en su día y es otra causa de lesiones. Se apoya mal, se cargan ciertas zonas y, si no se modifican las costumbres, llega la lesión.
- Calzado inadecuado y terreno duro. Seguro que al coche le pones los neumáticos que le corresponden, pero ¿por qué no lo haces con tus pies? Cada uno apoya de forma diferente y si estás todo el día corriendo por asfalto debes hacerlo de forma correcta. Si tienes un calzado con poca amortiguación o si necesitas unas determinadas plantillas por la pisada y no las tienes… Fascitis plantar, un clásico. Por cierto, correr sobre terreno blando limita mucho estos problemas. Eso sí, cuidado con los desniveles si corres por el campo, playa o monte, que los esguinces también existen.
- Calentamiento inapropiado. Todo el mundo es pesado con este aspecto, el calentamiento. Es fundamental por dos motivos. Mejora el rendimiento y sí, para prevenir lesiones. De hecho, un porcentaje muy alto de los problemas, especialmente musculares, llegan cuando el deportista está entrando en calor o cuando inicia el esfuerzo. La musculatura debe entrar en temperatura de forma correcta porque, de no hacerlo, puede contraerse de golpe (contractura) o incluso romper (rotura de fibras).
En cuanto a las lesiones más frecuentes, vamos a realizar una pequeña introducción a cuatro de ellas, de las más comunes y habrá otro capítulo para extenderse más.
- La contractura. Simple, pero que es necesario tratar porque puede ser casi crónica o derivar en cuestiones más graves. Es como un ‘apelotonamiento’ de la fibras musculares. El tratamiento fundamental es masaje y estiramientos. Un poco de calor tampoco viene mal.
- Rotura de fibras. Un ‘pinchazo’. El típico mordisco que te pega en competición y que, habitualmente, te obliga a parar. Si no lo haces, deberías porque continuar lo empeora. Los centímetros marcan la gravedad, puede ser micro (una parada de días) o dejarte un mes en casita. Frío en los primeros días con masaje periférico son las claves.
- Los calambres. Daría lugar a un artículo propio. Es una contraccón tetánica del músculo debido a la falta de oxígeno. Es decir, el músculo empieza a contraerse, duele mucho y no para. Las causas son diversas como la mala hidratación, la escasa ingesta de minerales o realizar posiciones anómalas durante un tiempo muy largo. Para y, a continuación, masaje y estiramientos para combatirlos.
- Periostitis tibial. Es la inflamación del periostio. Sí, yo tampoco sabía de su existencia. Es la zona entre gemelo, tibia y peroneos. Se inflama la unión y va a peor con los entrenamientos. Es decir, que te duele la ‘canilla’ y no tienes ni idea del motivo. El tratamiento es parar y tratar. Correr por superficies planas puede ser suficiente y, si estás muy apurado de tiempo, colocar una madera de médico (la que se usa para observar la garganta) en la zona cuando sales a correr. Puede ayudar y es un truco un poco profesional.
En próximos capítulos profundizaremos sobre algunas lesiones frecuentes o ampliaremos información sobre estas. Como deseo para el 2016 pedimos que «el trotar nos libre de toda lesión». Los objetivos, ya son cuestión de cada uno.