Se me apareció, obviamente, en papel, en páginas en blanco y negro y un alargado formato de revista que posteriormente pasaría al más manejable A4. Sin embargo, aún conservo aquellos primeros números (nunca conseguí todos) con más cariño que el resto de formatos que la dirección de aquella revista publicó. Empezaba a gustarme el baloncesto, si acaso porque el amigo que me lo inyectó en vena supo venderme bien el producto. Siempre se lo agradeceré.
Tres años después, su imagen acabó por agigantarse. ¿Que Quino solo sabía secar a los rivales? Absolutamente falso. Salvo era el gran jugador de equipo que un entrenador desea, capaz de rebajar su rol a experto defensor sabiendo seleccionar al tiempo un mínimo de tiros para rondar siempre los 8-10 puntos. Era estrella sin focos, no los necesitaba, y de esas nacen muy pocas.
Aquel día en As Travesas creí en la selección gallega. Sin Romay, el juego de Salvo en el perímetro y el de Alberto Abalde en el poste, los dos vigueses de ACB en los 80, llevó a Galicia a rozar un histórico triunfo frente al Fórum Filatélico de Valladolid, ya equipo de Quino y con extranjeros de nivel. Ni Salvo ni Abalde se jugaban nada, pero nacieron odiando perder o reservarse.
Ya en 1986 aquella enorme humanidad demostraba el carácter que le hizo ser tan querido. Se presentaba en el “Fórum”, como así llamábamos a la pista central existente entre las dos piscinas públicas de Samil, y apagaba el sol. Porque era inmenso para aquella pista de cortas dimensiones. No fui uno de los afortunados que jugaban en aquel momento, pero sí tuve tiempo a disfrutar de un ACB bajando a la arena con comunes mortales… y para perder.
Años más tarde, Julio Bernárdez, su íntimo amigo, me lo presentaría. Tan próximo, tan cercano… tan excelente persona como siempre me lo había imaginado. El hombre era idéntico al mito.
En 2014 Quino Salvo iba a ser uno de los seis deportistas locales de relevancia elegidos para entregar premios en la Gala del Deporte de Vigo y su comarca. Era de justicia. Sin embargo esa misma mañana un problema personal de última hora le impedía acudir, quedándose sin el pequeño homenaje que en ocasiones como esa el público tributa a sus héroes. Este año, por desgracia ya enfermo, Vigo y el Concello no se olvidaron de su figura y este escolta de físico atípico recibió el homenaje que se merecía en la nueva edición de la Gala del Deporte.
Sí, una vez más Quino pudo constatar que ha sido y es un deportista querido. A partir de ahora también lo será. Nadie se olvida de un trotamundos de gigantesca trayectoria. Porque nadie olvida al mejor.