A pesar de la última derrota, supongo que estará satisfecho con el rendimiento de su equipo.
Dentro de lo cabe, estoy muy contento por cómo están evolucionando los chicos. Están demostrando que son muy competitivos dentro de la categoría. No estoy contento con el último partido porque el Barakaldo nos obligó a jugar de una forma distinta y no se nos dio bien. Nos corta un poco la buena racha. Pero durante esta semana estuvimos buscando soluciones y preparando a conciencia el partido del sábado contra La Roca, que seguro que no nos lo pondrá fácil. Está en los puestos de abajo y para ellos es una oportunidad para salir de ahí.
¿Un equipo joven aprende de una derrota como la que sufrieron ante el Barakaldo el pasado domingo?
Este partido sirve de ejemplo porque en los últimos minutos hubo muchos errores que no nos permitieron llevarnos algún punto. Un lanzamiento que se tira al poste o que te para el portero son errores que no me preocupan tanto. Hay otros tipo de errores que estuvimos cometiendo en anteriores partidos aunque los ganásemos que sí me preocupan más. A ver si esta semana los limamos.
¿Cuál es la principal carencia del equipo?
Somos una plantilla corta y necesitamos del aporte de todos los miembros del equipo. Todos tienen que sumar. Desde el que juega más al que juega menos. No tenemos muchas rotaciones, por lo que si algunos tienen un mal día el equipo lo nota. Además, está la falta de experiencia. El 85% de los jugadores son debutantes en esta categoría. Estos partidos que están igualados y en los que cada balón es decisivo se gestionan mucho mejor desde la experiencia. Y eso nos falta. Luego tenemos otras cosas buenas, que son innegociables. Estoy contento con la pelea y el esfuerzo de mis jugadores.
¿Cómo marcha su adaptación al banquillo?
Venía entrenando en categorías inferiores, pero ahora tengo que preparar mucho más las sesiones y los partidos. Estoy contento de cómo me están yendo las cosas, de cómo está respondiendo el equipo. Llevo prácticamente los mismos puntos que los que llevaba a estas alturas la temporada pasada como jugador. Poco a poco, estamos dando guerra en todos los partidos.
¿Es complicado sustituir a Quique Domínguez, un entrenador que es toda una institución que llevaba tantos años en el Octavio?
Quique es un gran entrenador. Estuvo muchas temporadas en el Octavio y está claro que yo aprendí muchas cosas cuando coincidí con él en mi última etapa como jugador. Le estoy muy agradecido porque me permitió venir aquí, fue él quien me fichó. Pero es un entrenador diferente a mí y también trato que los entrenamientos sean diferentes. Compartimos muchas cosas, porque sigue siendo el mismo deporte, pero tenemos nuestras diferencias.
Usted parece un técnico más calmado…
En el trabajo de entrenador tienes que hacer un poco de todo. Tiene que ver un poco con el vestuario que tengas, si son jugadores jóvenes o más veteranos. No creo que todo se solucione con broncas, aunque yo también las echo. Tiene que ver mucho con la personalidad de cada uno. Quique es de una manera de ser y yo soy de otra. No es cuestión de decir cuál es mejor y cuál es peor. Somos distintos.
Teniendo una plantilla tan joven, ¿a su trabajo como entrenador le ayuda en el día a día y en los partidos contar con algunos jugadores experimentados como Cerillo o Lloria?
Sí. Los jugadores ya lo saben, son cosas que ni hay que decirlas, son rangos que se establecen dentro del vestuario. Muchos de los jugadores ya conocían a la gente veterana. Nos da un puntito más. Que haya algunas personas que han vivido situaciones complicadas a lo largo de su carrera, en momentos clave es fundamental. Si podemos aunar la pelea de los jóvenes con la experiencia que tienen Cerillo o Lloria, las cosas irán bien.
Es evidente que el balonmano español está en crisis. ¿Cómo cree que está afectando a la categoría?
La coyuntura económica es lo que es y a todo el mundo le ha afectado. Los niveles de los equipos tanto de Asobal como de nuestra categoría e inferiores han bajado. Pero la crisis propicia otras cosas, como la apuesta por la cantera. Los buenos jugadores españoles se marchan fuera, se van a equipos de otras ligas con mayores presupuestos, y los que nos quedamos tenemos que pelear por el producto nacional. Tenemos que trabajar la cantera. Es una situación mala, pero debemos seguir apostando por este modelo, el de sacar jugadores y formarlos.
De hecho, el Octavio dio este verano un giro radical a su política y se adaptó a las circunstancias. ¿Afrontan el futuro con ilusión pese a las limitaciones?
Esto es adaptarse o morir. Teníamos una situación económica complicada y había que apostar por un cambio por el bien del club. Necesitamos ser un club saneado y estamos trabajando mucho más la base. Esto no es como el fútbol, al que juegan muchos niños y hay hasta colas para entrar en los clubes. Nosotros tenemos que ir a buscarlos, sino es muy complica que un chaval juegue a balonmano. Estamos intentando cambiar todo eso y hacer que tanto los niños como los padres se sientan a gusto en el club.
Por Vigo han pasado algunos de los mejores clubes de balonmano del mundo. ¿Cree que habrá que esperar mucho para que eso vuelva a suceder?
Ahora mismo no me planteo como un reto subir al equipo a Asobal. Todavía hay muchas cosas por ordenar antes de pensar en ascender como objetivo prioritario. Está claro que a todo el mundo le gusta ver a los mejores jugadores del mundo, pero hay que saber vender el producto que tenemos y no lo que pueda pasar dentro de unos años. Ahora habrá que intentar que la gente que venga al pabellón se identifique con el equipo y vea que lucha, que hasta el último segundo se ha dejado todo. Habrá que venderlo de otra forma. La mayoría de los integrantes de la plantilla son de aquí de Vigo y es una forma de enganchar a la gente. Estamos intentado que cada vez venga más gente al pabellón de As Travesas, que es fundamental, y poquito a poco se va notando. Tenemos que lograr que no solo venga gente por los resultados, sino que también lo haga porque se identifique con el equipo.