El recuerdo aún es nítido, eran mis primeros partidos en Balaídos con mi abuelo (temporada 65-66) y antes de comenzar el encuentro, allí en el centro del campo estaban el árbitro, el capitán visitante y Antón Las Heras.
Intercambiaba banderines con el rival, se sorteaba el campo y el capitán céltico volvía a su sitio que era el centro de la defensa. Las Heras era un central fornido a la vieja usanza, con 190 cm de defensor, en el campo ni una sonrisa, los delanteros rivales en Balaídos lo miraban con mucho respeto porque aquella zona del campo era suya y se lo hacía saber.
Antón en ese momento ya llevaba varias temporadas en el equipo, había llegado del Baskonia bilbaíno en 1958 (con una temporada por el medio en el Orense) y desde el principio fue el central que necesitaba el Celta. La alineación de mis primeros años en Balaídos siempre comenzaba con: Ibarreche, Pedrito, Las Heras y Herminio, eran todos de buena estatura menos Herminio que bajaba la media.
Las Heras era un seguro de garantía por ser un gran central, muy respetado en el vestuario, que nunca se arrugaba, y era el perfecto capitán porque si había algún altercado con los rivales allí se plantaba el vasco, porque tenía toda la autoridad del mundo.
Aquel Balaídos era un campo muy sencillo, con la cubierta con columnas de Tribuna que recordaba a los antiguos estadios ingleses, Gol y Marcador sin cubrir y la única nota de modernidad era la grada de Río, que había sido construida hacía no muchos años. Detrás de la grada de Gol recuerdo una serie de árboles a los que se subían chavales que querían ver el partido sin pasar por taquilla.

En la grada de Marcador había una pequeña torre con el resultado del partido, a la izquierda el escudo del Celta y la derecha la «V» de visitante sobre los carteles de los números. En el descanso se comprobaba con el periódico local los resultados de los otros encuentros que estaban en aquella torre con el Marcador Simultáneo Dardo.
En aquellas gradas, algo que se me quedó grabado, era el olor a cigarro puro que había en el ambiente de los aficionados de Tribuna. A nuestro lado se sentaba el excampeón ciclista Delio Rodríguez, a quien al comienzo del partido siempre le preguntaban los amigos si el balón era suyo, porque Delio poseía una tienda de bicicletas y material deportivo en la calle Colón.
Y cuando se producía una entrada fuerte (era lo normal) a algún delantero nuestro allí salía Alvarito con su toalla y su maletín con el «agua milagrosa» para recuperar al jugador.
Por lo demás recuerdo muchos partidos con lluvia que dejaba el césped totalmente encharcado, quedando a veces el balón clavado y los jugadores tenían que elevarlo para poder llegar a portería. Aquello se convertía en un fútbol/rugby donde no cabían las florituras y era cuestión de echarle «bemoles» al juego. Si sabría de esto Las Heras que en un partido de Copa jugó la segunda parte con el peroné roto, porque no se podían realizar cambios. Aquello le valió la insignia de oro y brillantes del club.
Bueno pues ese era el Celta de Antón Las Heras, un jugador muy querido en Vigo que se nos ha ido hace pocas fechas.
Su familia quiere que se le recuerde como «vasco de nacimiento, gallego de adopción y amante del fútbol». Yo añadiría…y además, una buena persona. D.E.P.