Para explicar la dimensión que tiene en China Citic, conviene glosar la figura de su fundador, Rong Yiren, al que la propia empresa define como «legendario hombre de negocios y hombre de Estado». Yiren, que falleció en 2005, también era conocido como el «capitalista rojo» y es una figura peculiar en el convulso siglo XX chino. De familia adinerada, fue uno de los pocos magnates que decidió no exiliarse a Taiwan o Hong-Kong tras la Guerra Civil que dio paso al régimen comunista. Vivió en un frágil equilibrio con el nuevo orden hasta el comienzo de la Revolución Cultural, cuando fue desposeído de sus bienes e incluso obligado a ejercer trabajos ‘humillantes’. Pero Yiren era un superviviente nato y estaba muy bien relacionado. Mao Zedong murió en 1976 y Den Xiaoping se hizo con el poder en diciembre de 1978. El nuevo líder supremo le encargó a Rong Yiren que capitanease la apertura de China al mundo exterior. La economía socialista pasaría a mejor vida y Yiren y Citic serían los encargados de enterrarla.
Los servicios de Yiren al nuevo régimen le sirvieron también para que en los noventa fuera nombrado vicepresidente del país. Citic tenía vía libre para convertirse en un monstruo empresarial de dimensiones gigantescas. Tras la retirada de su fundador en 1998, el grupo siguió creciendo y, hoy en día, se vanagloria de ser «el mayor conglomerado empresarial» de China. Citic Group, ahora liderada por Chang Zhenming, cuenta con casi 200.000 empleados y una multitud de filiales. Sus vínculos con el gobierno chino siguen siendo robustos. Es prácticamente una empresa pública.
¿A qué se dedica Citic Group? A prácticamente todo. Sus actividades van desde la sanidad hasta la minería, desde la construcción de obras públicas hasta la alimentación, desde la energía hasta el mundo del fútbol, desde la gestión de datos en la nube hasta el mercado inmobiliario.
Por poner unos ejemplos, es propietaria de una extensa red de hospitales en China. El gobierno del país, además, le ha encargado que junto a otra empresa japonesa se encargue de la privatización y modernización del vetusto sistema sanitario del país asiático. En los últimos días, también se ha conocido que Citic puja por hacerse con los restaurantes que la multinacional de comida rápida McDonald’s tiene en China. El gigante americano, tras años perdiendo cuota de mercado, ha optado por dejar la gestión en manos locales.
Pero sus actividades no se limitan a China. Sus tentáculos se extienden por todo el mundo. Citic lidera la expansión de China en Latinoamérica. Esta empresa está detrás de grandes proyectos en distintos países. Así, está pujando para explotar el litio de las reservas del Salar de Uyuni en Bolivia (creando una gran controversia en el país por los vínculos entre Citic y la expareja del presidente Evo Morales), se propone financiar con 1.000 millones de dólares la construcción de un puente sobre el río Paraná en Argentina (tiene buenas relaciones con el ejecutivo de Mauricio Macri), costea la reforma de un puerto y un aeropuerto militar en El Salvador y proyecta construir un complejo de edificios ‘inteligentes’ en Caracas para el ejército de Venezuela.
Citic, por tanto, es la punta de lanza para la expansión de China por el mundo. Y es que esta empresa no actúa solo movida por sus propios intereses, también trabaja para su país. De hecho, ha sido clave para que el gobierno chino llegue a un acuerdo con el de Kazajstán para gestionar sus minas de uranio y construir una central nuclear en esta ex república soviética de Asia Central.
Esta posible compra del Celta no sería la primera incursión de Citic en el mundo del fútbol. El pasado año, a través de una filial (Citic Capital), formó parte del consorcio chino que se hizo con el 13% de las acciones del grupo City Football Group, que posee el Manchester City, el New York City, el Melbourne City y el Yokohama Marinos.
Citic y Mouriño
Esta no es la primera ocasión en la que Carlos Mouriño hace negocios con el grupo Citic. En 2011, el todavía presidente del Celta vendió el 65% de sus acciones en la empresa calderera Gándara Censa, radicada en O Porriño, al conglomerado chino por 43 millones de euros, operación que le reportó unos beneficios de 29 millones. Tras la venta, la actividad de la empresa se vio reducida en un 90% y el pasado 1 de septiembre entró en vigor un ERTE (expediente de regulación temporal de empleo) que afecta a 138 trabajadores.
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