Yo no le echo en cara a Berizzo nada de eso. Entiendo que el Celta no puede tener a Guardiola en el banquillo, quien también erraba. Entiéndaseme bien: apruebo y considero necesario que los errores de un técnico salgan a la luz, se analicen y se debatan. Todos lo hacemos durante y después de cada partido. Hay quien incluso antes. No pretendo sacar el libro de faltas, pero ya que últimamente le llueven las recriminaciones a Berizzo, me uno –con permiso y pretensión constructiva- con dos aportaciones: que no apostara firmemente por la Copa y que al empezar la temporada el ‘Toto’ me diera una invitación al gran espectáculo del fútbol y un buen día me la quitara sin previo aviso y sin motivo aparente.
La primera espina que tengo clavada ya no se puede quitar. Seguirá ahí hasta el final del curso y veremos cuánto tarda en desaparecer. Una Copa del Rey que, dicho sea de paso, ahora mismo le vendría de perlas a Berizzo para que la afición tuviera un gran foco de ilusión y sirviera de contrapeso a la situación actual en la Liga. Para la segunda espinita todavía hay remedio, aunque tengo serias dudas de que entre en los planes del míster recuperar aquellos partidos de vino y rosas. Se me escaparan las razones por las que Berizzo dejó de aplicar esa presión asfixiante sobre el rival, ese juego que encandiló al celtismo las primeras jornadas y que tan buenos resultados aportó. El factor físico es el cómplice perfecto en estos casos pero, sinceramente, no satisface mi sinsabor. Esa excelencia se ha ido diluyendo poco a poco. La imagen ha sido buena en líneas generales pero el desastre de Cornellà ha puesto al ‘Toto’ en la cuerda floja.
Cabría preguntarse si la preocupación que castiga al celtismo es por ese balance es de dos puntos de 27 y ese gol en nueve partidos de Liga o es por la imagen transmitida. Los datos desatarían el delirio en el más calmado. Y sin embargo, el debate en el celtismo es si el vaso está medio lleno o medio vacío. Probablemente en cualquier otra plaza el vaso ya estaría roto. Me imagino qué estaría ocurriendo en Valencia o en Sevilla, qué se estaría diciendo de un presidente que mantiene a su entrenador con tal bagaje.
Posiblemente todo eso sea lo más sorprendente de todo. A pesar de la dictadura de los números, el gran detonante de la incertidumbre actual ha sido la imagen rácana mostrada en Barcelona, prueba de que en Vigo todavía se prioriza el estilo; el resultado importa pero se perdona la derrota en función de los argumentos mostrados.
Parece que el celtismo es diferente. Tiene callo. Así lo ha demostrado a lo largo de estos años, aguantando lo que otros no saben soportar. Aquí se convocan recibimientos en Balaídos y se organizan quedadas en A Madroa. En Vigo ha habido que esperar a un partido gris y con una mala gestión de Berizzo para enfriar las tesis de sus más acérrimos defensores. Porque últimamente, por desgracia, en el celtismo también han tomado posiciones los radicalismos. O se está a favor o se está en contra; el término medio ha perdido su sitio. Aunque ese sería otro debate.
De esos dos puntos y de ese gol en nueve partidos no queda una sensación de completo desastre como cabría pensar viendo sólo las cifras. El Celta ha propuesto más de lo que ha recibido. El mal sabor de boca de un postre amargo no puede estropear una buena comida, por mucho que cueste digerirla. Pero si este lunes el equipo vuelve a renunciar al fútbol, Berizzo se quedará solo definitivamente y estará prácticamente sentenciado. Por lo general, en momentos como este sólo cuenta el resultado pero sospecho que las formas también importarán. De ellas dependerá que una derrota condene al Toto o no.
Por ello, y aunque no esté en el orden del día, esta sería la ocasión perfecta para recuperar la mejor versión del Celta. Esa de agosto, septiembre, octubre… La que nos sedujo a todos. La que ponía el resultado en segundo plano porque el equipo hacía disfrutar, que es lo único que pide el celtismo, dado a requerimientos humildes. Cuando más relevancia parece cobrar el marcador, más necesaria me parece la apuesta por la imagen. No hay mejor momento para dejarse el físico en el intento.