Este viernes, Borja ofrecerá una rueda de prensa en la que estará arropado por todos sus compañeros. Dirá adiós al Celta tras doce campañas en el primer equipo y, probablemente, anuncie que colgará las botas con 33 años recién cumplidos. La enésima lesión de rodilla le ha impedido despedirse como merece, sobre el césped, y le ha mantenido en el dique seco durante toda la temporada.
Pero volvamos a los inicios del joven Oubiña. Su primer equipo fue el Moledo donde, como él mismo reveló en 2006 en una entrevista concedida a El País, «jugaba camuflado, con la ficha de otro, porque para tener una necesitabas haber cumplido los siete años». Después pasó al Gran Peña. Allí ya se empezó a intuir lo que podría ser en el futuro. «Cuando estábamos entrenando con los benjamines, él siempre se fijaba en lo que hacían los alevines. Ya de pequeño era muy superior, un adelantado«, asegura Pablo González Pereira, ex futbolista de su quinta con el que coincidió en el club de Lavadores.
En estos primeros años de carrera, Oubiña ya empezaba a dominar en su posición natural, la de mediocentro, pero no se limitaba a maravillar en este puesto. «Jugaba de todo, abarcaba todo el campo», explica Pablo González. Y ya mostraba una de sus grandes virtudes: hacía jugar al resto del equipo. «Con él en el campo era muy fácil marcar goles como churros», bromea su ex compañero.
Borja era diferente dentro del campo y fuera de él. Y con los años se fue acentuando esta singularidad. Todos los tópicos que se suelen aplicar a los futbolistas no tienen nada que ver con él. «Siempre ha sido una persona muy seria, muy responsable, le gustaba cuidarse y estaba totalmente centrado en el fútbol. También tenía otras aficiones, pero mientras otros se iban de fiesta él se preocupaba por cuidarse. Siempre lo ha tenido todo muy claro», explica Jacobo Campos, con el que primero coincidió un par de años en el Gran Peña y más tarde en las categorías inferiores celestes, especialmente en el Celta B.
La marcada personalidad de Borja posiblemente le ha ayudado a sobrellevar todas las zancadillas que le ha puesto el fútbol. En cada entrevista, en cada rueda de prensa, siempre ha demostrado que tiene ideas propias, que no le gusta dejarse llevar por la corriente. Y a fuerza de trabajo y sacrificio, acabó haciéndose un hueco en el primer equipo. Fue un pionero en una época en la que la cantera estaba prácticamente de adorno.
Su debut en el Celta llegó a los 21 años, con una grave lesión de rodilla ya sus espaldas. El 29 de octubre de 2003, Miguel Ángel Lotina le dio sus primeros minutos en Primera en un partido en Mestalla ante el Valencia. Fue protagonista en la temporada más agridulce del Celta, en la que tocó el cielo al jugar por primera vez en su historia la Liga de Campeones y también probó el sabor del azufre del infierno, al descender a Segunda. En la categoría de plata, Borja se conviritó en el jefe de un equipo que ya bailaba a su compás. El conjunto celeste regresó a Primera, pero volvió a caer en el verano de 2007.
Oubiña ya era internacional por entonces y quería estar en la Eurocopa de 2008 -la Eurocopa que acabaría ganando la España de Luis Aragonés-, por lo que no se podía permitir jugar en Segunda. Se fue cedido al Birmingham City de la Premier League. Y el destino fue muy cruel con él. En su segundo partido, el primero como titular, sufrió una rotura de ligamentos en la rodilla izquierda tras chocar con el holandés del Liverpoool Dirk Kuyt. El sueño inglés se acabó y regresó al Celta.
La recuperación fue un calvario que duró tres años. Cualquier persona que no tuviese su fortaleza «y que no se hubiese cuidado como se cuidó él», como apunta Jacobo Campos, no lo hubiera soportado. De hecho, casi nadie contaba con que regresase, pero lo hizo. El capitán se volvió a convertir en un jugador clave en Segunda División. Obviamente, le faltaba frescura, sus condiciones físicas estaban mermadas, pero lo compensaba con veteranía y saber hacer.
Y regresamos a este año. En agosto pasó por el quirófano para someterse a una artroscopia que paliase sus problemas de artritis en su maltrecha rodilla izquierda. Pero esta vez, la recuperación no ha sido posible. Todo su esfuerzo no ha tenido la recompensa deseada y este sábado dirá adiós al Celta sin poder vestirse de corto por última vez. Una pena.