Pero lo cierto es que Silvia decidió acudir al coliseo vigués metida entre unos cuantos celestes. Infiltrada, con el corazón blanquiazul, entró en Balaídos con la idea de ver ganar a su equipo… y lo hizo. Aquel gol de Borja Fernández en el descuento. Dolió a todos tras muchos años sin ver sobre el césped vigués el encuentro de rivalidad. Una auténtica fiesta del futbol, tanto en el campo como en la grada.
Por allí arriba, en Marcador, el peñista céltico llamado Iván todavía no sabe si celebró el gol o llegó a llorar. Si lo hacía, aún no sabe el sentimiento que tuvo y menos lo recordará dentro de unos cuantos años más. Sí, el Celta pudo perder aquel partido, pero allí comenzó una parte de su vida, probablemente, más importante que cualquier partido de fútbol. El aficionado al Celta buscó venganza un año más tarde en la grada de Pabellón, territorio coruñes. Creía que que ir de incógnito igual era la solución, pero Iago Aspas y su cabezazo a Marchena fustraron sus esperanzas y alegraron el cumpleaños de mi amiga Silvia.
Desde aquel partido no volvieron a repetir derbi juntos en la grada. Sin embargo, la gestión de entradas impide al ‘celtarrilla’ acudir este año con Nós al territorio hostil y se mezclará en la grada con su enemiga coruñesa más íntima. Mientras, estos últimos días los móviles arden y la batería baja como la cerveza lo hará mañana en la Rúa Manuel Murguía de A Coruña. «Discutimos mucho… y siempre gano yo», asegura mi amiga y es que el peñista céltico Iván, que está todo el día pendiente de su equipo, mantiene la esperanza de poder ver una particular victoria en la grada. En casa, ya se sabe quién manda…