Es indiscutible que Trashorras tiene talante de artista y madera de genio, pero hasta su llegada a Vallecas fue un genio incomprendido o, al menos, no entendido del todo por sus entrenadores. Era considerado un factor desequilibrante, para lo bueno, pero también para lo malo. En el Celta sufrió está incomprensión. Pepe Murcia, Eusebio y Paco Herrera perdieron en algún momento la fe en el que, en teoría, debía ser el líder del centro del campo en particular y del equipo en general. Solo Paco Jémez, su actual técnico, ha sabido entender del todo su fútbol, obviando sus carencias y potenciando sus virtudes. La pareja Trashorras-Jémez lleva ya tres temporadas perfeccionando un modelo de fútbol exquisito y sin complejos en el que el lucense puede enfrascarse en el manejo de la escuadra y el cartabón sin temor a recibir una reprimenda desde el banquillo por desatender otras tareas.
Para entender la personalidad de Trashorras hay que ir a sus orígenes. Siendo todavía un chaval, con apenas 15 años, sus condiciones no pasaron desapercibidas y fue reclutado por el Barcelona para formar parte de esa academia de niños prodigio llamada La Masía. Allí compartió entrenamientos y aprendizaje con futuras estrellas del mejor Barça de la historia. Se crió junto a Xavi, Puyol, Víctor Valdés o Iniesta («Todo lo que saben lo aprendieron de mí», solía bromear Trashorras cuando, durante su estancia en el Celta, se le preguntaba sobre los éxitos del Barcelona). Como tantos otros, no pudo hacer carrera en el club que lo moldeó, pero ese gen culé se le quedó impregnó en sus botas y no le ha abandonado en toda su carrera.
Tras dos temporadas en la cantera del Real Madrid (despechado, fichó por el eterno rival cuando se le cerraron las puertas del Barcelona) en las que no llegó a debutar con el primer equipo, se marchó primero al Numancia y luego al Las Palmas. El calor canario le sentó bastante mejor que el frío soriano. Dos buenas campañas en el conjunto amarillo le convirtieron en un futbolista llamado a liderar a un equipo de Segunda con aspiraciones de ascenso. Fue entonces cuando Carlos Mouriño y Ramón Martínez, por aquel entonces todavía director deportivo celeste, lo eligieron en verano de 2008 para que, mano a mano con Pepe Murcia, reflotase un proyecto que hacía aguas.
Trashorras comenzó pronto a mostrar a Balaídos sus cualidades, pero también sus puntos débiles. Su innata visión de juego, sus pases milimetrados o su capacidad para mover el equipo contrastaban con su casi nulo espíritu defensivo. Pepe Murcia, conservador por naturaleza, no tardó mucho en penalizar lo que parecía una falta de compromiso. En la sexta jornada, en un partido en Huesca, fue suplente por primera vez. Fue el punto de arranque de un debate que jamás se zanjó y que enfrentó a dos bandos irreconciliables: ¿Lo que ofrecía Trashorras al equipo era más o menos valioso de lo que el equipo perdía con la presencia de Trashorras?. Con el avance de la temporada, todo fue a peor para el Celta y para Trashorras. Perdió definitivamente su puesto en el once. Pero Pepe Murcia no tardó en caer. El técnico andaluz fue destituido y en su lugar llegó Eusebio Sacristán, un entrenador con una filosofía de juego que casaba a la perfección con la del lucense. Borrón y cuenta nueva.
El Celta logró salvarse por los pelos en la 2008/09, con el partido ante el Alavés como momento álgido de esta tragedia. La siguiente temporada, con Eusebio al mando desde pretemporada, debía ser mejor. Y también debía ser mejor para Trashorras. Se le asignó el papel de tutor de una joven generación de canteranos talentosos. El horizonte era ilusionante. Pero la lógica había abandonado al Celta. El equipo, con un juego previsible y aburrido, nunca llegó a carburar a excepción de un par de exhibiciones en Copa del Rey. Eusebio fue mucho más paciente que Murcia, pero su fe tampoco era infinita. Su compromiso defensivo fue puesto en entredicho una vez más, incluso por sus compañeros, llegando a vivirse una escena tan bochornosa como la que sucedió en un partido ante el Villarreal B, en el que Yoel corrió desde la portería hasta el centro del campo para increpar y zarandear al lucense por considerar que era el culpable de un gol encajado. Fue otra temporada perdida para el Celta y para Trashorras.
En la 2010/11, con Paco Herrera en el banquillo, se inició una nueva era. Los fichajes de David Rodríguez y Quique de Lucas propiciaron que el Celta cambiase de estilo. Se convirtió en un equipo más vertical e incisivo, en el que Trashorras comenzó a funcionar como un estupendo canalizador de contragolpes. Proveía de balones a De Lucas y David, dos galgos con hambre y con gol. Pero la crisis volvió a llegar. El Celta, que parecía lanzado hacia el ascenso directo. perdió fuelle en la segunda vuelta. Paco Herrera buscó soluciones y optó por una ya conocida: sentar a Trashorras. La temporada tuvo un final doloroso con la eliminación ante el Granada en el ‘play-off’. Se escapó el tren de Primera. Tras esta decepción, el lucense comenzó a expresar de viva voz su deseo de cambiar de aires, de buscar un hueco en la máxima categoría, a pesar de que aún tenía contrato en vigor. Inició la pretemporada, pero pronto Herrera le comunicaría al club su deseo de que lo dejase marchar. El enfretamiento cada vez menos soterrado entre López Garai y Trashorras aceleró este cambio de planes. El técnico quería paz en el vestuario y consideró que la marcha de estos dos jugadores también sería beneficiosa para implantar una nueva vuelta de tuerca al estilo de juego que estaba ideando y que convertiría a Iago Aspas en el ‘jugador franquicia’. El club lo puso en el mercado y el Rayo Vallecano mordió el anzuelo.
Tras una primera temporada difícil a las órdenes de Sandoval, su consolidación definitiva en la élite del fútbol español llegó bajo el paraguas de Paco Jémez. Trashorras es un líder, el líder indiscutible que no consiguió ser en Vigo, y casi todo el juego vallecano pasa por sus botas. Su importancia es tal que le está discutiendo al campeón del mundo Toni Kross la condición de ser el jugador que más pase da de toda Primera División. El Celta, que ya lo sufrió en las dos últimas temporadas, se vuelve a encontrar este domingo con el otro protagonista de este romance que prometía mucho y que acabó en ruptura poco apasionada. Y mucho ojo, que Trashorras ya tiene quien le comprenda.