Valentía y entereza de principio a fin
Hay días en los que el resultado no lo es todo. Hay días en los que una goleada escuece menos. Hay días en los que a pesar de la derrota la afición duerme orgullosa de su equipo. Por lo abultado del marcador, puede parecer que el Celta salió este sábado vapuleado del Bernabéu, pero no fue así. El equipo de Berizzo demostró una vez más que se crece en las grandes citas y que puede competir con cualquiera. En esta ocasión David no pudo con Goliat, pero Goliat, véase el Real Madrid, no se sintió a salvo en su propia casa durante los noventa minutos. El Celta fue fiel sus ideales. No se refugió en torno a Sergio esperando que pasase de largo el chaparrón. El cuadro vigués fue valiente, quiso la pelota, salió a presionar a campo contrario y generó peligro cerca del área de Casillas. De hecho, cuando todo estaba perdido tras el ‘hat-trick’ de Ronaldo, el Celta dominó a un Real Madrid que terminó con cuatro laterales sobre el césped.
El trabajo silencioso
De los 85.000 espectadores que abarrotaron en la tarde-noche del sábado las gradas del coliseo blanco pocos se dieron cuenta del trabajo silencioso que realizaron los futbolistas del Celta. Desde Larrivey hasta Sergio, el conjunto celeste funcionó como un único mecanismo para secar la potente línea ofensiva madridista. La presión sobre la salida del balón del Madrid se aplicó con mucho sentido, las líneas se coordinaron correctamente para no dejar espacios, la defensa estuvo siempre bien posicionada y Sergio sobresaliente, para variar. Ya empieza a ser habitual ver a Cristiano Ronaldo huyendo del perfil izquierdo de su ataque para no verse las caras con Hugo Mallo -que bastante tuvo con Bale-; pero es que en el otro costado se encontró con Jonny, que le cerró casi todos los caminos. Los celestes obligaron al Madrid a salirse de su guión. Esta vez no pudieron avasallar a su rival como vienen haciendo en los últimos fines de semana. Tuvieron que abrir la lata gracias al favor de un error arbitral y cerrar el partido al contragolpe cuando a los jugadores olívicos las piernas no les respondían igual.
Trece contra once
Si se suman a los jugadores que Carlo Ancelotti dispuso en su alineación y se comparan con los que saltaron al campo por parte del Celta la cuenta queda igualada. Once por cada lado -diferencias salariales aparte-. Pero si se suma la afición del Bernabéu -el conocido como jugador número doce- y también a Undiano Mallenco -que en el minuto 35 se vistió de blanco para inventarse un penalti tan inexistente como ridículo sobre Ronaldo-, la cuenta queda en trece contra once. Demasiadas desventajas.
La sequía, el que se ha ido y el que no ha llegado
Desde la victoria en el Camp Nou, el Celta ha entrado en una dinámica negativa. Cinco partidos sin ganar y 396 minutos sin marcar en Liga. Y aunque lo normal sería señalar a los responsables del gol: Nolito, Larrivey y Orellana, lo cierto es que el bajón de juego más alarmante lo ha sufrido Krohn-Dehli. El danés no se encuentra en su mejor momento de forma y el equipo lo nota. Lento e impreciso en el pase y a veces demasiado contemplativo en defensa. Por otra parte, el que sigue sin aportar el rendimiento esperado es Pablo Hernández. El protegido de Berizzo volvió a contra una vez más con la confianza de su técnico y una vez más hubo más sombras que luces.
La lesión de Cabral se quedó en un susto
El celtismo se echó las manos a la cabeza al ver a Gustavo Cabral abandonar el campo en la camilla. El central argentino, que lució el brazalete de capitán, cayó lesionado a falta de quince minutos cuando buscaba el gol de la honra. En un saque de esquina apoyó mal el tobillo tras una disputa con Sergio Ramos y no pudo continuar. Las asistencias médicas se lo llevaron en camilla. Por suerte el futbolista solo sufre un esguince y a falta de más pruebas, volverá a estar pronto a las órdenes de Berizzo.