Es cierto que al Celta le faltó claridad. Elaboró en exceso en el centro del campo y le costó un mundo encontrar a sus hombres de ataque. No mostró la explosividad de hace una semana ante el Eibar. Pero el planteamiento de Marcelino también dificultó la tarea.
El Villarreal cuenta con una de las plantillas más talentosas y extensas de Primera División, con un arsenal en ataque envidiable. Pero los amarillos no mostraron sus virtudes en Balaídos, al menos las ofensivas. Fueron un equipo temeroso dispuesto a jugar a la contra y dejar el peso del partido a su rival. Marcelino y sus jugadores acudieron a Balaídos cargados de respeto e incluso miedo. Y es que el Celta ya atemoriza a sus rivales incluso antes de que los jugadores salten al terreno de juego.
Marcelino, de hecho, reconoció que su intención era esperar al Celta durante los primeros 60 minutos. Al final, esos 60 minutos fueron 90. El punto que hasta ese momento estaba consiguiendo era muy preciado como para perderlo por un ataque de valentía.
El Celta de Berizzo, por fortuna para sus aficionados, es un equipo muy distinto al Villarreal de Marcelino. Los celestes no especulan. O al menos no lo hacen desde el inicio del partido. Su respeto no se parece en nada al miedo. Para el Celta la mejor manera de respetar al rival es yéndolo a buscar, haciéndole la vida imposible.
Esta apuesta está sirviendo para ocupar puestos europeos. No sabemos si siendo más conservador el Celta podría estar incluso más arriba. Pero quizá tampoco lo queremos descubrir.