Tenía clase y magia en su fútbol, pero terminó su carrera en Vigo hace ahora cuatro décadas de mala manera. Porque Ademir Vieira, que firmó con el “Pichi” Lucas una pareja letal en el Celta, había llegado en 1978, procedente del Oporto como una estrella, tras abonar un traspaso de entre 12 y 14 millones de pesetas. El 19 de junio de aquel año firmaba su contrato en Balaídos y El Pueblo Gallego lo entrevistaba en un restaurante: “Soy un ‘hombre gol’, conjugando técnica y fuerza”.
Nacido en Sao Paulo el 21 de octubre de 1951, Ademir Vieira comenzó a jugar en el pequeño Santo André, desde el que despertaría el interés de un modesto equipo portugués, el Olhanense, que se hizo con sus servicios. Su evidente clase en el medio del campo llamó la atención del Oporto, que lo fichó en 1975 con una importante ficha de 22.500 escudos al mes. Con los blanquiazules, ganó la Copa de Portugal y, al año siguiente, la liga lusa, en la que marcó el gol decisivo en el último partido de la temporada ante el Benfica.
Primer gol ante el Madrid
Ademir ilusionó al celtismo desde su llegada a Vigo y las crónicas de los diarios fueron muy favorables al brasileño desde su debut con el Celta el 15 de octubre de 1978 en El Sardinero, en la sexta jornada de Liga. Tres fechas después, marcaba su primer tanto como celeste, en el partido ante el Real Madrid en Balaídos que se saldó con un empate a dos goles entre vigueses y madrileños. Pero en diciembre llegó una lesión de menisco de la que tuvo que ser operado por el doctor Genaro Borrás, lo que lo dejó fuera de combate casi para el resto de la competición, salvo los partidos finales, cuando el equipo se vio ya abocado al descenso a Segunda División.
En la siguiente temporada, Ademir ya pudo desplegar todo su potencial, jugando treinta partidos y marcando diez tantos, para convertirse en el máximo goleador del equipo, aunque ello no evitó el drama del descenso a la Segunda División B.
Mago de la asistencia
Fue entonces cuando, a las órdenes de Mirolad Pavic, el brasileño se convirtió en un mago del centro del campo, que guió al Celta en aquella campaña en la que sólo perdió tres partidos en la tercera categoría del fútbol español. En la temporada 1981-82, el jugador formó un dúo letal con Lucas, que se convirtió en el ‘pichichi’ de Segunda, mientras que el brasileño encabezaba la lista de asistentes.
Fue entonces cuando estalló el escándalo, justo en el momento en que se esperaba al mejor Ademir, con el regreso del Celta a Primera División en la temporada siguiente, la 1982-83. El jugador llegó a la concentración de verano del Celta lesionado, con una fractura del talón de Aquiles. Según su versión, se había caído por las escaleras pero la directiva celeste desconfió porque le llegaron unos extraños rumores. Desde Balaídos, se contrató a una agencia de detectives que aportaron pruebas contundentes: el brasileño se había lesionado jugando un partido en Boston junto a su viejo equipo, el Olhanense. Y no tenía permiso para disputar aquel encuentro, que mantuvo en secreto, durante sus vacaciones.
Huida
Al conocer que estaba siendo investigado, Ademir decidió huir. Primero envió a su suegro a recoger a sus nietos y más tarde se fue con su esposa, después de darse de baja en el garaje y en el edificio donde vivía, y que pagaba el club. “Desde el 17 de marzo que abandonó Vigo, Ademir sólo dio señales cinco días después para comunicar que se hallaba en Portugal porque su mujer se encontraba enferma. Desde entonces nada más se supo del jugador”, escribía en su crónica El Pueblo Gallego.
Y es que Ademir sabía que había traicionado al club que le pagaba. “Tenemos resultados de todos los partidos celebrados por el Ollanense en esa gira, alineaciones, árbitros…”, explicó el presidente, José Luis Rivadulla: “Pienso que Ademir obró mal, tratando de engañarnos. No ha percibido cantidad alguna de los cinco millones de pesetas que tenía de contrato”, concluyó el dirigente, que anunció que emprendían acciones legales contra el brasileño por daños y perjuicios a la entidad.
Escola Luso-Brasileira
Fue un final conflictivo en la carrera de un jugador que hizo historia en el Celta y que dejó un gran recuerdo entre todos los que disfrutaron de su inmensa clase en Balaídos. Ademir aún jugaría dos años más en el Olhanense y, tras un año en el Louletano, colgaría las botas en el Imortal de Albufeira, con 37 años, en 1987. En los siguientes años dirigió la Escola Luso-brasileira, una institución dedicada a la formación de jóvenes jugadores.