Seguramente tu estancia en Kenia te ha ayudado a forjar un carácter por otra parte imposible de modelar del mismo modo en la comodidad de un colegio de tu Estocolmo natal. Mejor: las lecciones de la vida suelen permanecer ocultas a los ojos de la comunidad escolar. Has crecido alejado de las comodidades, al menos unos años, y eso ha robustecido tu forma de ser, que quizás a algunos les parezca algo ‘loca’ desde una perspectiva externa, o con demasiada carga de autoconfianza, tal vez rayana en la soberbia. No me lo parece, aunque tiendo a relativizar acciones y comportamientos que otros prefieren tomar por declaraciones de guerra.
El Celta ha fichado a una joya que el Celtic quiso convencer durante meses para mantener en el “Paraíso”, y ese también es otro punto a favor de tu llegada. Tienes, John, unos objetivos claros que no pasaban por seguir en una liga menor aunque Glasgow te ofreciese la oportunidad de la Liga de Campeones. No, has ido un paso más allá. La Liga es un escaparate superior y quién sabe cuánto tiempo podremos disfrutar de alguien que Ronald Koeman tildó de “fenómeno”.
Ahora que se habla en el Celta de regresar a las competiciones europeas no me resisto a rememorar en dos pinceladas los años continentales (1998-2005) que el cuadro de Balaídos regaló a una entregada afición en el Villa Park y Anfield de forma seguida; la esencia del “supporter” se trasladaría en 2002 a Parkhead, la casa del Celtic. Porque también hay un antes y un después de la afición viguesa gracias a aquellos años en que el fútbol fue un excepcional estado de ánimo ligado a unos colores con los que nos identificamos y envolvimos con inusitada pasión.
Por eso, cuanto más lo analizo, mayor me resulta la seducción de este fichaje. Escocia se ha cruzado en el camino celeste en dos ocasiones, 1971 y 2002, truncando las ilusiones gallegas. Da igual que en el libro del centenario del Aberdeen, “The Dons”, escrito por Jack Webster, el delantero Joe Harper recuerde la fortuna que tuvieron contra el Celta, especialmente en Pittodrie, o que el Celtic del irlandés Martin O’Neill, con el sueco Henrik Larsson como ariete, apease a los de Lotina por el valor doble de los goles en Balaídos. Tumbaron al Celta. Nos echaron de la UEFA. Eso no se olvida.
Esbozada una pequeña porción del pasado, el presente propone otra pregunta: ¿cuántos aficionados se acuerdan de aquellas noches europeas que se sucedían de forma tan cotidiana? Tal vez más de los que crea, pero ninguno de este siglo y pocos de los nacidos en los 90, la generación que tomará el relevo para seguir al color celeste sin condiciones. A ellos solo cabe decirles que el Celta, aun sin títulos salvo la Intertoto de 2000, fue grande. Muy grande. Y algo que desconocen: el Celta nació, en un 1923 de frenesí, para ganar el Campeonato de España. Era el sueño de sus fundadores. Un respeto.
Pero volviendo a Guidetti, su carta de presentación puede gustar o no pero jamás te dejará indiferente. Porque Berizzo va a encontrarse con un futbolista de raza. Declaraciones como las realizadas hace unos días en directo por televisión tras batir 4-1 a Dinamarca en las semifinales del Europeo sub 21 (“son el peor equipo del torneo, nosotros somos Suecia”), más por la forma que por el fondo (tono desafiante y enfadado, seguido de la euforia de quien de repente se ve en la cima del éxito) indican lo temperamental que eres. Y me encanta. Guidetti no está hecho para pasar desapercibido. Impulsivo, si acaso impertinente, cuenta con la juventud (23 años) como principal argumento en su defensa y una fe ciega en sus posibilidades. O al menos eso dice.
Que quiera soñar con ser el mejor jugador del mundo tras un calvario de dos años de enfermedad refleja exclusivamente que sus inquebrantables deseos perviven más allá de las fatalidades sufridas. Mérito ya es per sé levantarse cuando te señalan acabado. Y nadie puede arrogarse el derecho a echárselos por tierra.
No obstante, faltaría a la verdad si adornase este texto únicamente con las luces de un año en las Highlands, tiempo que da para mucho, también a la hora de sumar sombras. Chris Sutton, en un artículo firmado en mayo para el “Daily Record” sobre el distanciamiento de club y jugador en el asunto de su renovación, recuerda la final de la Copa de la Liga contra el Dundee, en marzo, con una fea discusión entre Guidetti y su compañero James Forrest porque el sueco quería lanzar el penalti que se había cobrado el escocés. Fue tildado de egoísta. O los tiempos en que el técnico noruego Ronny Deila optó por relegarlo al banquillo apostando por un más trabajador Griffiths, no sabiendo Guidetti afrontar la situación de la forma más adecuada. ¿Situaciones puntuales? Probablemente. Y nadie es perfecto.
Que la vida es cíclica no me cabe la menor duda. Los ocho grandes años continentales vigueses comenzaron también con la llegada de un delantero procedente del Celtic, el luso Jorge Cadete, que empezó festejando hasta 7 goles y se acabó diluyendo. Confío en que John Alberto Guidetti esté hecho de otra pasta. Apunta a ello.